Los árboles lo saben todo... ¡así recuerda la naturaleza el clima pasado!

Nica Cero 31/05/2016 10:26

Conocer el pasado siempre nos ayuda a entender mejor el presente. Por eso, el estudio del comportamiento del clima pasado nos puede aportar muchos datos sobre lo que puede suceder en un futuro. Una fuente de conocimiento de la climatología, por extraño que nos parezca, son los árboles, puesto que su modo de crecer tiene que ver directamente con las condiciones meteorológicas que han vivido.

Y esas condiciones meteorológicas se reflejan en los anillos que pueden verse en sus troncos. Cada capa anual de madera que se forma es un anillo que supone un año y difiere de una a otra por su espesor, su textura y otras características. Estas variables dependen, directamente, del tiempo que ha hecho durante ese año. Hay que tener en cuenta que los árboles crecen ensanchando su tronco. El aro que está más cerca de la corteza es el último año, mientras que el central es el primero; así sabemos su edad.

Es curioso pero, al igual que sucede con los seres humanos, el árbol crece más cuando es joven, y los anillos son más delgados a medida que se hace más viejo. Pero su crecimiento también depende de las condiciones meteorológicas que reciba. Si un árbol está sometido a temperaturas demasiado bajas, o recibe poca agua, el árbol crecerá muy poco y el anillo será más delgado de lo que corresponde a su edad. Podemos estudiar estas características en los anillos de varios árboles de la zona y, si coincide, tendremos un patrón bastante fiable de lo sucedido.

Los anillos de los árboles nos permiten conocer las condiciones atmosféricas del pasado

Los registros de información que quedan en la madera se utilizan para saber cómo han vivido y en qué condiciones. Los anillos de los árboles nos permiten poder poner fecha a esta información y contrastarla con la que obtenemos de otros árboles. De esta manera podemos conocer el clima del pasado y saber que tuvieron lugar acontecimientos como incendios, aludes, corrimientos de tierra, riadas... una información que complementa a las referencias escritas, que en muchas ocasiones son escasas.

Por otra parte, si se estudia no solo un anillo aislado, sino el conjunto de un periodo más largo, pueden deducirse las condiciones del clima local de la época. Por ejemplo, el análisis de troncos de árboles en Escandinavia o Norteamérica ha permitido establecer la existencia en las regiones septentrionales de la Tierra, hace de 8.000 a 4.000 años, de un clima xerotérmico, lo que significa que, a la vez, se daban las características de seco y cálido.

Lo mejor: ¡no se tiene por qué cortar el arbol para el estudio!

Tenemos que tener en cuenta que no todos los árboles sirven en este tipo de estudios. Es necesario encontrar un área en la que los árboles sufran condiciones climáticas extremas y no estén expuestos a la alteración del hombre. Para ello, allá donde existan bosques longevos, a una altitud elevada o donde los árboles sólo reciban el agua procedente de la precipitación, esos serán el objetivo y podrán facilitar datos climáticos históricos fiables, que ayuden a completar la información existente de las estaciones meteorológicas, en caso de que exista.

Lo mejor de todo es que no se ha de cortar un árbol para estudiar las características de sus anillos, sino que se pueden perforar con una barrena, que permite extraer un pequeño testigo de madera. Si se taladra de forma paralela al suelo hacia el centro, con un poco de suerte se puede tener una muestra de todos los anillos de crecimiento desde el nacimiento del árbol.

En definitiva, la dendroclimatología se ofrece muy eficaz para la realización de estudios de variabilidad climática que permitan descubrir cómo fue el pasado, sobre todo en un momento como el actual en el que los estudios sobre el cambio climático necesitan numerosos datos que permitan obtener métodos fiables para su investigación.