Cumbre del cambio climático: La partida llega a su fin pero con el clima no se juega

Florent Marcellesi 09/12/2015 18:02

El objetivo de 1, 5 grados gana terreno

Sin duda, es una buena noticia que el objetivo de no exceder los 1,5 grados antes de fin de siglo gane terreno. Es algo sobre lo que los países insulares, los más afectados por el incremento del nivel del mar, están presionando, junto con la sociedad civil y Los Verdes Europeos. Sin embargo, a cambio de esta referencia, los países productores de energía fósil (encabezados por Arabia Saudí, Polonia o Argentina) están pidiendo, por desgracia, la desaparición de toda referencia a un mundo 100 % descarbonizado. Es una jugada inaceptable: vacía de contenido el acuerdo y abre la puerta a conceptos peligrosos e ineficientes como “neutralidad climática”.

Por el contrario, necesitamos un acuerdo con propuestas coherentes entre sí y que marque claramente como objetivo una economía totalmente descarbonizada y limpia para 2050. Para ello, el fin de las subvenciones a las energías fósiles y la desinversión de estas energías es un camino imprescindible.

Contribuciones y revisiones coherentes con el objetivo a largo plazo

Otros de los puntos clave en los debates son las contribuciones y los mecanismos de revisión. Las contribuciones actuales, incluso implementadas al 100% por parte de los países, nos llevarían a un aumento catastrófico de temperatura de 3 grados. Por tanto, el objetivo genérico tiene que ser acompañado de contribuciones más ambiciosas y de un mecanismo de revisión periódica y coherente de los compromisos adquiridos.

Lo deseable sería lograr que la primera revisión de las contribuciones se produjera en 2018, antes de que se entrara en vigor el nuevo acuerdo en 2020. Estas contribuciones tendrían que ser en cualquier caso mejores que los compromisos actuales y en coherencia con los objetivos a largo plazo mencionados anteriormente. Además tendrían que ser más transparentes, evaluables y vinculantes (pesar a la oposición demostrada de Estados Unidos).

Un acuerdo vinculante

Las negociaciones apuntan a que se logrará que de una forma u otra, el acuerdo de París será legalmente vinculante. Sin embargo, por la presión de EEUU, todo apunta a que no será vinculante en su conjunto. Por ejemplo, las contribuciones financieras de los países quedarán fuera seguramente del cumplimiento obligatorio. De igual manera, no queda en absoluto claro que el mecanismo de “pérdidas y daños” (régimen de compensación financiera para los países fuertemente afectados por catástrofes climáticas) implique cualquier compromiso obligatorio o compensación automática. Es, sin embargo, una pieza fundamental de justicia climática para el reconocimiento de la deuda ecológica del norte hacia el sur.

Financiación frente al cambio climático

De la misma manera, la cuestión de la financiación para el clima es uno de los temas más tensos y una clara metáfora de los diferentes intereses (y responsabilidades históricas) de los países industrializados, países emergentes y países más vulnerables en el calentamiento global. ¿Qué asignación habrá para la mitigación, la adaptación y las pérdidas y daños? ¿Procederá de dinero público o de dinero privado? ¿Qué cantidades se asignarán antes y después de 2020? ¿Quién pagará? ¿Aumentarán sus compromisos los países del norte? ¿También aportarán los países emergentes?

Por ahora existe un compromiso de 100 mil millones de dólares anuales por parte de los países del norte. Sin embargo el reto climático exige que es cifra de inicio sea mejorada ya para después de 2020, incluyendo también a los países emergentes con capacidad financiera suficiente. Quién contaminó históricamente y contamina en el presente por encima de lo sostenible, paga.

Con las cartas encima de la mesa, ya veremos si el acuerdo termina descartándose por las manos más favorables o más desfavorables. Pero, en cualquier caso recordemos una cosa: si bien una cumbre es como una partida de póker, con el clima –y por tanto la vida de la gente— no se juega.