Nubes Kelvin, las olas que surfean el cielo

Marcos Fernández 25/12/2016 09:16

Pero, pocos habéis visto las nubes que surfean el cielo. Olas, como las del mar, sobre nuestras cabezas. Si hasta ahora nunca os habíais fijado, no os preocupéis porque no son fáciles de ver ni tampoco aparecen todos los días.

Por eso, cuando se dan las condiciones idóneas, el cielo acoge un campeonato de surf. Estas nubes se llaman Kelvin-Helmotz. Y si sois unos apasionados del Arte o de la Pintura y, en concreto, del impresionista holandés Van Gogh, descubriréis estas olas nubosas en algunos de sus cuadros más famosos. Por ejemplo, 'La noche estrellada'.

Su nombre no tiene nada que ver con las causas que lo originan. Es más, se llaman así porque fueron el primer barón Kelvin y el físico Herman Von Helmotz quienes las descubrieron en el cielo y acertaron a decir que eran nubes que rompían unas contra otras, al igual que hacen las olas cuando se baten contra las costas.

¿Por qué se forman?

Estas nubes aparecen cuando tenemos inestabilidad en la atmósfera. Por tanto, nunca las busquéis en días sin viento. Para que se formen necesitamos tener días muy ventosos. De hecho, es frecuente su formación cuando se acercan borrascas muy profundas, ciclones tropicales o huracanes.

De hecho, su dinámica es muy parecida a la de las olas en el mar. Cuando el viento sopla y entra en contacto son la superficie marina, levanta el agua generando el oleaje.

En estas circunstancias, tenemos que encontrar dos masas de aire que se encuentran a velocidades muy distintas o moviéndose en direcciones contrarias. Chocan para formar ese oleaje. Esto ocurre, por ejemplo, en cimas de montaña donde el aire es empujado hasta que se topa contra la pared de la montaña y allí forma la nube. Pero, como el viento sopla tan fuerte tanto en superficie como en zonas altas, esta nube no puede adoptar una forma habitual y el viento crea una cresta que se asemeja a la de una ola.

La mayor parte de las ocasiones es una misma nube la que está formada por diferentes series de olas o crestas. Y se desplazan muy rápido en el cielo. Esta gran velocidad es una muestra de la inestabilidad que tenemos sobre nosotros.

Además, su importancia va mucho más allá de su belleza vistas desde la tierra, porque gracias a ellas los satélites meteorológicos son capaces de determinar a qué velocidad soplará el viento sobre la superficie marina y advertir así del oleaje que se espera, por ejemplo, en alta mar.

De este modo, los meteorólogos pueden prevenir a los pescadores que faenan lejos de la costa de una situación de mar muy alterada o desaconsejar los trayectos de los ferris, entre otras diferentes utilidades.

Como curiosidad, y con un telescopio muy potente, como los que dispone la NASA, podríamos observar las nubes Kelvin a millones de kilómetros de la Tierra. Las violentas tormentas que se desencadenan en Júpiter son las responsables de que este tipo de nubosidad adorne también la atmósfera de este inmenso planeta donde una tempestad puede tener el tamaño de la Tierra.

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