Salif Keita, el embajador musical de Mali, triunfa en La Mar de Músicas

AGENCIA EFE 11/07/2010 02:56

En un escenario al aire libre y refrescado por la brisa marina, Keita estuvo acompañado de ocho músicos, con instrumentos de cuerda y percusión, y dos voces femeninas.

Keita cantó temas considerados clásicos por los críticos y otros de sus dos últimos álbumes: "Ekolo d'Amour" y "La defférence".

En una noche, en la que las guitarras cobraron especial protagonismo e hicieron disfrutar al público del sonido de las cuerdas africanas y de los solos acústicos de los miembros de la orquesta.

Sin diferencia, todos tuvieron su momento de gloria cedido por Keita en un recital que resultó ser rápido por el ritmo inagotable que el músico logró mantener sin tregua desde que arrancó con "Seydou".

De ahí, que sus letras incomprensibles para los espectadores que no supieran malinké, bambara o francés se abandonaran en pos de la mezcla de sabores incomprensibles pero entendibles para las caderas y el corazón de la audiencia.

Keita consiguió que las canciones nacidas de su garganta rasgada sonaran íntimas para el público en temas como "Laban", "Yalla", "Sumu", "Awa", o "Yambo Yambo".

De esta manera, Keita (Djoliba, 1949) se ha erigido en embajador de lujo en la XVI edición de La Mar de Músicas, sobre un mismo escenario, el auditorio Parque Torres de Cartagena, en el que aún resonaban los acordes del espectáculo "Afro-cubism", estrenado ayer.

Aquel joven creativo que desobedeció a su padre, quien no le permitía ser músico por su noble linaje (Keita desciende de Soundjata Keita, el fundador del Imperio malí en el siglo XIII), mostró que su decisión labró su destino tan admirado y respetado.

Y siempre marcando "La defferénce", como se titula su penúltimo disco y single que interpretó en La Mar de Músicas y que trata de sus vivencias hechas verso, tales como: "Esa es la diferencia/Yo soy un blanco, mi sangre es negra, pero yo adoro eso, esa es la diferencia que es bella".

Y con ese sentimiento, Keita cantó por la tolerancia y demostró lo que significa dejar espacio y silencios sobre el escenario para que sus músicos pudieran conversar con la audiencia y les arrancasen palabras de sus palmas y cerraran el concierto con las tablas repletas de jóvenes entusiastas que danzaban sin tregua.