El Victoria y Albert, un museo londinense único en su clase

AGENCIA EFE 28/11/2010 09:42

A diferencia de otra gran institución cultural londinense, el Museo Británico, no fue concebido inicialmente para albergar una colección, sino con el objetivo expreso de mejorar el diseño británico.

Así lo explica Lucy Trench en un pequeño libro, publicado por el propio museo bajo el título de V&A, que cuenta su historia desde sus orígenes en 1937 y guía de modo ameno al lector a través de sus distintas colecciones.

Un comité del Parlamento había llegado a la conclusión de que, contrariamente a la preeminencia de que gozaba la industria en aquellos años, el diseño británico apenas estaba en condiciones de competir con el del continente: el francés, especialmente.

Fue así como se fundó la primera escuela oficial de diseño en un palacio de Londres -la llamada Somerset House- distinto del que ahora acoge el museo.

En 1852 fue nombrado para dirigir el museo Henry Cole, uno de los pioneros del diseño británico, impulsor de una campaña para mejorar los estándares del diseño industrial y organizador de la Gran Exposición Industrial celebrada en el (hoy desaparecido) Palacio de Cristal de Hyde Park en 1851.

El visionario Cole concibió una institución que, según sus palabras, educase a los diseñadores, inspirase a los fabricantes y reformase el gusto del público, idea que contó con el inmediato apoyo del príncipe Alberto, el marido alemán de la reina Victoria.

Éste decidió crear un área al sur de Hyde Park destinada a acoger una serie de instituciones dedicadas a las aplicaciones del arte y las ciencias para el perfeccionamiento de éstas y la mejora de la vida de los ciudadanos.

Para el museo se encargaron, entre otras cosas, vaciados de fragmentos arquitectónicos y esculturas de distintas épocas como la Columna de Trajano, de Roma, el Pórtico de la Gloria, de Santiago de Compostela, o el David y el Moisés, de Miguel Ángel, copias que pueden verse todavía en su tamaño original en uno de los enormes patios del actual museo.

En su último acto público, la longeva soberana (1819-1901) colocó la primera piedra de un edificio, el actual, que llevaría su nombre unido al de su esposo, fallecido casi 40 años antes, y cuyo diseño, tan ecléctico como heterogénea sería su colección, se encomendó al famoso arquitecto Aston Webb.

Gracias a sucesivas donaciones y adquisiciones, el Victoria & Albert ha logrado reunir una colección de objetos de todas las épocas y continentes que incluyen textiles, cerámicas, armas, muebles, orfebrería, vitrales, esculturas, pinturas, arte gráfico, fotografía y acaso la más completa colección del mundo de las relacionadas con las artes escénicas.

El museo ofrece un documentadísimo panorama de la cultura visual de cada período y contribuye a refutar estereotipos como el de que la cultura islámica rehuía la imagen o el supuesto barbarismo de la Europa medieval.

Entre las muchísimas joyas de la colección de un museo donde uno podría pasar no días, sino semanas, están los cartones de Rafael Sanzio para los tapices de la Capilla Sixtina, o el gigantesco telón que diseño Picasso para los ballets rusos de Diaghilev, actualmente expuesto con motivo de la muestra dedicada al famoso empresario ruso y a su época.

Junto a relicarios o libros de horas medievales, esculturas góticas o estatuas funerarias o retablos renacentistas o algo mucho más moderno como es un tutú de la famosa bailarina Margot Fonteyn, el Victoria & Albert posee también la mayor colección del mundo de material de William Morris (1834-1896), el fundador del movimiento conocido como Arts & Crafts.

Ese artesano, impresor, poeta, escritor, activista político, pintor y diseñador fue también asesor del V&A, y la empresa de arquitectura y diseño industrial que creó con algunos amigos del grupo prerrafaelita recibió como uno de sus primeros encargos el de diseñar un salón comedor para el museo, que aún se utiliza y se conoce como el Comedor Verde por el tapizado de ese color de sus paredes.

Joaquín Rábago