Las huellas centenarias de españoles sobreviven en las islas de las Especias

AGENCIA EFE 20/05/2009 13:04

El monumento levantado en recuerdo de la presencia española tiene un aspecto sombrío y la apariencia de una lápida, y reposa junto a los pétreos cimientos, devorados por la maleza, de lo que en el pasado fue el fuerte de Cobhe, el primero que los expedicionarios españoles construyeron en lo que por entonces llamaban la "Especiería" o el "Maluco".

"En memoria de Juan Sebastián de Elcano y las tripulaciones de los navíos Trinidad y Victoria, que arribaron a esta isla de Tidore el 8 de noviembre de 1521, llevando a cabo la primera circunnavegación de la tierra", reza la placa conmemorativa colocada en 1993.

La herrumbre ha arrasado la entrada de la fortaleza y el murete de piedra que da a la playa yace roto sobre la arena, después de que hace unos años lo tumbara un fuerte temporal de esos que son casi habituales en esta región de aguas bravas.

Tidore, una apacible y poco poblada isla volcánica del norte de las Molucas, fue el primer enclave en el que se establecieron las expediciones españolas en la desaforada carrera europea en busca de las especias, el codiciado oro vegetal del siglo XVI.

Su estancia en las islas, intermitente a lo largo de casi siglo y medio (1521-1663), fue terriblemente complicada, a pesar de que el sultán Al-Mansur los recibió al principio "como hijos suyos", según relata el cronista oficial de la expedición, Antonio de Pigaffetta, en sus escritos de la época

El rey local, poderoso gracias al clavo y la nuez moscada - dos especias entonces endémicas de la región -, vio con tan buenos ojos a aquellos extranjeros llegados desde tierras lejanas, que les ofreció rebautizar la isla con el nombre de "Castilla".

Pero luego, las enfermedades, las rencillas con los locales, los vaivenes de la política imperial y las eternas disputas con Portugal y Holanda, que aspiraban también a dominar el comercio de las especias, hicieron insostenible la presencia española.

Pero hoy, y pese al paso del tiempo, en Tidore y otras islas próximas perviven todavía elementos de origen hispano que oscilan entre la certidumbre de las ajadas ruinas históricas y vaporosidad de la anécdota.

En un extremo de Tidore se alzan las ruinas del fuerte de Tohula, medio ocultas por la tupida vegetación tropical, y en la cercana Ternate se aprecian los restos de las fortalezas de Santos Pedro y Pablo, Kastela, y Nuestra Señora del Rosario.

En esta isla, además, los lugareños emplean varios topónimos de clara procedencia hispana, como el pequeño lago que ellos llaman la "Laguna", el pueblo de "Castella", y el "Bastiong", situado al sur de la mayor zona portuaria.

Aquí también arraigaron otras palabras del español y el portugués que ha heredado el idioma indonesio actual, como "meja" (mesa), "kemeja" (camisa), "bandera" o "ronda".

Aunque su origen es incierto, es costumbre en las Molucas que en los establecimientos hosteleros tapen las tazas de té o café con un pequeño plato con dulces para picar, como se hacía en España hace siglos, y que dio lugar a las tapas.

Siguiendo por la senda gastronómica, sorprende que en la cocina local se utilicen el tomate y el ajo, dos productos raros en la dieta de otras áreas por las que los españoles no dejaron huella.

Además, en el centro de la isla de Ambon -donde se levanta una estatua al misionero San Francisco Javier, que residió allí dos años- los niños, fruto del legado ibérico, acostumbran a saltar a la comba y a jugar con el aro.

En Ambon, sigue viva la leyenda sobre el nombre de la montaña de la Mujer Muerta, que atribuye ese nombre a que allí yace el cuerpo de una joven - María Dolores - que enloqueció al enterarse de la muerte del soldado español de quien estaba perdidamente enamorada.

Juan Palop