Se publican en castellano las intensas memorias de François Sagan

EFE 07/02/2009 14:06

Françoise Sagan (1935-2004) se convirtió en un símbolo de rebeldía en los años cincuenta para todos los intelectuales del boulevard de Saint Germain, por donde pululaban Juliette Greco, Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir, en un París que apuraba la vida a tragos e ideas revolucionarias, en los garitos, con excesos, alcohol o jazz.

Así, esta mujer amante del riesgo, la buena vida, la velocidad, el juego, especialmente la ruleta y todo lo que se desarrollara sobre un tapete verde, el alcohol y otras drogas, vivió "al filo de la navaja", como demuestran estas memorias que publica ahora ediciones El Cobre.

Con una escritura clara, contundente, fresca, plagada de poesía, esta escritora repasa los personajes que más le han influido y a los que conoció, como Billie Holiday, Tennessee Williams, Carson McCullers o Nureyev.

Pero también describe con fascinación la pasión que siente por la velocidad, el juego, el teatro, Saint-Tropez, las cartas de amor a Jean Paul Sartre, las lecturas y los escritores que han conformado su vida.

Amante del riesgo, Sagan tuvo problemas con la ley por el alcohol, la cocaína y las deudas fiscales, pero no sólo figura en su vida este cuadro de excesos, sino sus treinta novelas, entre ellas, "¿Le gusta Brahms?", varias obras de teatro y algunas películas.

En este texto autobiográfico, la escritora escribe así sobre la velocidad: ..."A 200 kilómetros por hora...la sangre ya no se coagula al nivel del corazón, la sangre salta hasta la punta de las manos, de los pies, de los párpados convertidos en centinelas fatales e inexorables de su propia vida...quien no haya sentido cómo su cuerpo se pone en guardia mientras su mano derecha se alarga para acariciar el cambio de marchas...es que no le gusta la velocidad, que no ha amado la vida... o es que jamás ha amado a nadie".

De Billie Holiday, a la que conoció en Nueva York ("una hembra joven y rubia"), adonde fue exclusivamente para oirla, escribe de su último encuentro con ella en París que "en sus brazos se evidenciaban cada vez más las huellas de las agujas".

"Ya no vi en ella aquella seguridad natural, ese equilibrio físico que la mantenía marmórea en mitad de las tempestades y los vértigos de su vida", dice.

Para el traductor y director de la colección, Alejandro Palomas, en este libro está la mejor Sagan. "La más íntima y brutal, la que sin tapujos y con mucha generosidad comparte con el lector su vida sin ningún filtro, algo que hoy sería muy extraño porque todo es mucho más gris y convencional".

"Escribe desde la libertad más absoluta y lo hace no al final de sus días sino cuando estaba todavía muy activa", precisa Palomas.