"La versión traducida puede ser mejor que la original"

MIGUEL PORTILLO 23/04/2008 09:10

Los cinéfilos prefieren ver una película en original para escuchar la voz auténtica, la entonación, que da más sentido y hace más real al personaje. En literatura es igual, los vocablos propios de una lengua, frases hechas y las expresiones propias dan más autenticidad a una historia. Pero hasta poder leer en la lengua materna del escritor, los traductores son la única arma del lector para llegar al autor extranjero.

Dan forma a las frases y retocan los textos para que signifiquen en castellano, bucean en las expresiones para asemejarlas a la lengua de Cervantes y explican las referencias coloquiales. "Ninguna traducción es una reproducción exacta del original" comenta Federico Corriente, traductor profesional. Por sus manos han pasado obras de más de 20 escritores distintos, en inglés y francés, cada uno con su estilo y particularidades, y a cada uno de ellos les ha dado sentido en nuestro idioma. "La traducción literaria necesita muchas horas de dedicación, muchas, y a veces llega a ser desesperante".

No tiene horario fijo, trabaja en casa, por encargo, por libros, previa negociación con la editorial por la tarifa y la fecha de entrega, y reconoce que pasa más de ocho horas al día traduciendo. "Con un libro de unas 500 páginas puedo tardar de seis a ocho meses, a un ritmo de 5-6 páginas por día". En su escritorio no faltan los diccionarios, incluso alguno de jerga local para no descuidar una palabra. Es minucioso con el texto, tiene que leer y releer lo traducido para que quede perfecto en su conjunto. "Lo normal es traducir por párrafos, pero hay veces que prefiero hacer un capítulo entero del tirón".

El traductor pone mucho de su literatura para ser fiel al autor y a su manera de escribir, pero que a la vez sea entendible y biensonante para el lector. "Nunca pongo las cosas tal cual porque quedaría feo, pero lo importante es no cargarse el espíritu del autor. Un original más bien pobre literariamente puede ser mejor en la versión traducida. A veces hay que ponerse en el lugar del lector y en otras, en la cabeza del autor".

Acento escocés

Conoció la literatura de Irvine Welsh en Edimburgo, donde fue a vivir dos años tras estudiar filología inglesa. Welsh es el referente de la novela urbana contemporánea y, posiblemente, el último escritor maldito. A algunos ingleses incluso les cuesta entender las particularidades de su escocés barriobajero. Corriente se lo propuso a la editorial Anagrama cuando Trainspotting todavía no había llegado al cine y tras el sí, se acabó convirtiendo en el traductor 'oficial' de todas sus obras.

Dice que no sufrió demasiado y que vivir allí fue esencial para saber lo que el escritor decía. "La experiencia es esencial, hay que familiarizarse con la lengua, saber su uso en la calle y las referencias que hace cuando lo lleva al papel".

Su traducción más difícil ha sido la obra del historiador Raphael Samuel 'Teatros de la memoria', aún inédita. "Es el inglés más extraño y horroroso que he visto, con frases subordinadas muy largas y con palabras que a la quinta o sexta acepción en el diccionario sabes a lo que se refiere. Junto a Francisco López y Sandra Chaparro, también encargados de esta traducción, tuvimos que hacer una verdadera labor de reconstrucción".

Por su trabajo sabe reconocer uno bueno o malo. De James Baldwin, por ejemplo, recuerda "una mala adaptación de su novela "Another Country" y una estupenda traducción de ensayos breves, obra del poeta catalán Gabriel Ferrater". Para saberlo, nada mejor que la experiencia y fijarse en la técnica. Uno de los más experimentados y reconocidos entre los traductores literarios es Carlos Manzano, "infatigable cazador de calcos léxicos y sintácticos del inglés, incorrectos en nuestro idioma, y veterano siempre dispuesto a compartir sus conocimientos".

Corriente tiene ahora entre manos tres libros que deshoja a la vez. Entre ellos, el próximo de Irvine Welsh 'If you liked school, you´ll love work' que tendrá título en castellano para que los demás lo podamos leer en nuestro idioma en los ratos libres. Él, por los pocos que tiene, sin embargo, reconoce que prefiere no leer.