Vítores y abucheos en el estreno de la erótica "Armida" de Calixto Bieito en Berlín

AGENCIA EFE 06/04/2009 11:42

La escenificación de la ópera de Christoph Wilibald Gluck (1714-1787) supuso la tercera incursión de Bieito en la sala operística berlinesa tras "El rapto en el serrallo" de Wolfgang Amadeus Mozart y "Madama Butterfly" de Giacomo Puccini.

La arrebatada historia de amor-odio entre la poderosa reina de Damasco, Armida, y el cruzado Rinaldo es reinterpretada por Bieito a modo de "poema sobre las fantasías de una mujer", plagada de efebos desnudos en escena, imágenes oníricas y ardor desbordado.

"Quería explorar esas fantasías", explicó el director del Teatro Romea de Barcelona antes del estreno de la obra, que se representará en otras nueve ocasiones esta temporada.

Bieito, de 45 años, presenta a su reina mora como un personaje moderno con un intenso lado oscuro, desgarrada ante sus infortunios amorosos, independiente y al mismo tiempo capaz de embrujar al objeto de su obsesión para mantenerlo a su lado.

"Para mí ha sido un cambio radical porque en mis obras las mujeres suelen ser las víctimas", señaló el director.

Todo lo contrario que en "Armida", un drama heroico en cinco actos, en la protagonista y sus secuaces femeninas golpean y humillan a sus prisioneros -desnudos casi siempre-, a quienes someten a los más diversos juegos sexuales.

Los intérpretes, con la soprano Maria Bengtsson en el papel de Armida, recibieron el apoyo unánime del público, al igual que la orquesta y su director, Komrad Junghänel pero la salida al escenario de Bieito arrancó abucheos que poco después terminaron silenciados por los aplausos.

La ópera, concebida como un viaje emocional al interior de la psique femenina, ahonda en las esperanzas, alegrías, flaquezas y debilidades de una mujer que, pese a querer mantener su independencia y rehuir del amor, verá cómo se cumple su peor miedo: ser abandonada por el hombre al que ama.

La minimalista puesta en escena de Bieito permitió desplegar en la Komische Oper el universo onírico de una Armida en la que los cruzados se transmutan en boxeadores, soldados con aire macarra saltan entre las butacas y un fornido hombretón ligero de ropa besa y acaricia a una serpiente sobre el escenario.

La vehemente lucha interna de Armida, seducida y a la vez repelida por su encendido enamoramiento, alcanza el clímax cuando la joven es poseída por el personaje del Odio, que la invita a desatar su ira contra el soldado al que, a su pesar, ama.

Mientras, Reinaldo, sumergido en un erótico ensueño místico por obra de las artes mágicas de Armida, ve cómo germinan a su alrededor el desenfreno y la lujuria en una escena de alto contenido sexual en que todo tipo de personajes retozan, se lamen y se manosean por todo el escenario.

La "Armida" de Bieito cumplió en su estreno con el que era el objetivo del director, el de "emocionar y conmover" al público con una ardorosa interpretación de la ópera de Gluck, aunque tanta desnudez, violencia y surrealismo no convencieran a todos.

Nuria Vicedo