Adelantar el reloj o cosas que ganamos cuando perdemos una hora

Celia Molina I Foto: REUTERS 23/03/2016 16:25

Inusualmente, el cambio de hora que se realiza en los países del Hemisferio Norte con la llegada del equinoccio de primavera, este año, en España, coincide con el fin de semana de la Semana Santa. Cosa que suele evitarse porque, si el traslado en estas fechas ya suele ser caótico de por sí, ni nos imaginamos cuántos extranjeros y autóctonos van a perder aviones, trenes y autobuses como fruto de la celebración y el despiste.

Sea como fuere, la madrugada del 26 al 27 de marzo, a las 2.00h serán las 3.00h en toda nuestra Península, con una sola excepción. Según publicaba ‘La Tribuna de Albacete’, el alcalde de Tobarra ha decidido que en su pueblo no se va a retrasar la hora hasta el domingo para poder celebrar su tradicional tamborrada de 104 horas ininterrumpidas. Con miles de personas con un tambor colgado a la espalda, a ver quién se lo niega.

Excepciones aparte, lo cierto es que este cambio de hora nos deja un sabor agridulce. Por un lado, es señal de que se acerca el buen tiempo; pero, por otro, se nos hace repentinamente agobiante el hecho de perder una hora de un preciado domingo. Vamos a darle la vuelta a este pensamiento porque estamos seguros de que, en más de una ocasión, nos gustaría pegarle una patadita al reloj para que el tiempo pase un poco más deprisa. Por ejemplo:

  1. Una hora menos de jornada laboral. Aunque sea fin de semana y, además, Semana Santa, es obvio que no todo el mundo va a estar disfrutando de unas buenas vacaciones. Por lo tanto, el adelanto de la hora supondrá que todos los trabajadores a los que les haya tocado ‘pringar’ de madrugada podrán marcharse a casa un rato antes. Y eso, siempre es un ‘must’.
  2. Te ahorrarás esa ‘copita de más’. Nadie sabe por qué pero, cuando uno está de copas, hay una hora crucial en la que se pasa de estar sobrio y estable a perder la dignidad a una velocidad galopante. Por lo general, suele ser de dos a tres de la mañana por lo que, en la noche del cambio, los juerguistas podrán retirarse con orgullo a la hora del cierre de los locales.
  3. “No llego tarde, es que han cambiado la hora”. Hay personas para quienes llegar tarde forma parte de su ADN. No saben por qué tardan tanto, a lo mejor ni siquiera lo hacen intencionadamente, e incluso llegan a planificarse porque, por una vez, han prometido ser puntuales, pero da igual. No lo consiguen. Para todos ellos, éste es su mejor día del año, pues tienen la excusa perfecta para retrasarse y librarse de los reproches porque “no habían cambiado el reloj”.
  4. Una hora menos para engordar en ‘Semana Santa’. Quién no vaya a estar saturado de comer torrijas el último día de Semana Santa, que levante la mano. Con toda probabilidad, el sábado por la noche, nuestros niveles de azúcar y colesterol en sangre hayan superado las barreras de lo saludable. Así que, lo de perder una horita y ahorrarnos un rato de ingerir calorías, no nos va a venir tan mal. Que luego llegan los arrepentimientos y las lamentaciones frente a la báscula.
  5. “Mamá, hoy llego una hora más tarde”. No sólo los tardones y los glotones; los adolescentes también estarán de enhorabuena la noche del cambio de hora. Aunque cuantitativamente los jóvenes van a estar las mismas horas en la calle si calculamos sus salidas con el horario antiguo, siempre es una oportunidad para negociar y rascar un poco de tiempo para alargar la madrugada.
  6. Una hora más de luz, una hora más de vida. Como todos sabemos, con este cambio horario amanecerá más tarde y anochecerá más tarde, por lo que nuestra jornada activa coincidirá con más horas de luz. Esto no sólo fomenta el ahorro energético- que era la pretensión de Bejamin Franklin cuando tuvo la idea del ajuste de las horas- sino que, además, influye en nuestro estado de ánimo. Para bien, por si había alguna duda.
  7. La mejor forma de acabar una mala cita. ¿Quién no ha querido salir corriendo alguna vez de una primera cita desastrosa? El cambio de hora es un buen aliado para librarse de una incomodísima despedida. En vez de marcharte con un abrupto “Adiós”, puedes decir simplemente que se ha hecho tardísimo para ti, porque ay que ver, madre mía, si ya son las tres de la mañana.
  8. Si odias los domingos, éste será más corto. Por extraño que parezca, hay personas en el mundo a quienes no les gustan nada los domingos. Suele ser un odio ligado a una circunstancia, como estar solo o haber sufrido un desengaño amoroso. Si estás en una situación como ésta, respira, el domingo de la Sema Santa terminará pronto.

Por todos estos motivos, aunque sea un trastorno, podemos agradecerle al expresidente de los Estados Unidos que quisiera aprovechar más las horas de luz en pro de un mundo más ahorrador.