Príncipe Hitachi elogia la capacidad de superación de los emigrantes japoneses

AGENCIA EFE 18/06/2009 00:00

En su tercer día de visita oficial a Bolivia para conmemorar los 110 años de inmigración japonesa en este país, el príncipe Masahito y su esposa Hanako protagonizaron una jornada de convivencia con los habitantes de la colonia japonesa de San Juan de Yapacaní, en el departamento oriental de Santa Cruz.

Los vecinos de esta localidad -a unos 138 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra- recibieron al hermano menor del emperador Akihito y a su esposa con flores, música y con sus mejores galas.

Allí, el príncipe Masahito destacó que, gracias a la diversificación de productos agrícolas, como arroz, soja, cítricos y derivados ganaderos, los inmigrantes nipones y sus descendientes nikkei lograron la prosperidad de la localidad.

El segundo hijo del emperador Showa dijo tener conocimiento de las vicisitudes que los inmigrantes nipones, en especial los primeros, tuvieron que superar cuando llegaron a un paraje de selva tropical a buscar una nueva vida.

A San Juan de Yapacaní arribaron en 1955 un grupo de 87 inmigrantes japoneses para explorar un lugar donde poder asentarse y a los que siguieron en 1957 el primer grupo de inmigrantes "planificados" gracias a un convenio que firmaron los Gobiernos de Bolivia y Japón.

Uno de esos inmigrantes es Tatsumi Kawanami, que llegó aquel año junto con su padre a este enclave en busca de una vida mejor. Hoy está casado con una boliviana, tiene cuatro hijos y disfruta de una vida acomodada en una colonia construida con su esfuerzo y el de otros compatriotas.

"Dijeron que nos iban a regalar una parcela de tierra. En aquella época en Japón quien tenía unas hectáreas de tierra era rico. Es como si a alguien en Bolivia le dicen hoy que le dan un auto si se va a otro sitio", explicó Kawanami a Efe.

"Cuando llegué, había mucho monte, mucha lluvia y mosquitos; no había caminos ni para bicicletas, solo podían pasar caballos", recordó Kawanami, al señalar que muchos de sus compatriotas abandonaron esa ciudad para trasladarse a Santa Cruz, Argentina o Brasil e incluso a Japón, por la mejora económica del país.

Sin embargo, en la actualidad, relata orgulloso cómo, gracias al esfuerzo de los miembros de la comunidad, su pueblo tiene "agua, luz, carreteras, teléfono y todo".

Desde mediados de los cincuenta, época en la que arribaron los japoneses pioneros, hasta 1992 llegaron a Bolivia 1.684 japoneses divididos en 53 grupos.

En la actualidad, ésta es una de las principales colonias receptoras de inmigrantes nipones que cuenta con unos 9.500 vecinos, de los que 800 son japoneses o descendientes nikkei.

En Bolivia, donde la improvisación y el bullicio predominan en cualquier acto oficial, esta comunidad tenía preparada cuidadosamente una entrañable ceremonia de bienvenida para los príncipes.

Incluso los miembros de la prensa se vieron obligados a respetar unas estrictas normas de protocolo entregadas por la organización de la visita.

Los príncipes fueron recibidos en la sede de la asociación boliviano-japonesa por una banda de música infantil del colegio japonés, donde los niños aprenden el idioma, la cultura, los deportes y las tradiciones de la tierra de sus abuelos.

Dos niñas ataviadas con un típico quimono japonés, fueron las encargadas de entregar sendos ramos de flores a la pareja imperial que, después de descansar unos minutos, hizo una ofrenda floral en un monumento en honor a los inmigrantes fallecidos en la colonia.

Posteriormente, en un acto conmemorativo, los príncipes plantaron una semilla de un árbol conocido como "lluvia de oro" y visitaron el "salón histórico", un museo que recuerda la historia de la inmigración japonesa y de la colonia de San Juan de Yapacaní.

Después, los príncipes Hitachi compartieron un almuerzo con los miembros de la asociación y asistieron a representaciones artísticas en la que los niños de la comunidad representaron danzas típicas japonesas y un taquirari, un baile típico cruceño.