Se cumple el V aniversario de una de las bodas más esperadas

AGENCIA EFE 20/05/2009 11:56

Iban a dar las doce del mediodía, hora fijada para la ceremonia religiosa a cargo del cardenal Antonio María Rouco Varela, cuando con los 1.700 invitados dentro de la catedral de la Almudena, incluida la Familia Real, y a falta de que hiciese su entrada la novia, el gris plomizo del cielo de esa mañana madrileña cumplió su amenaza y comenzó a llover.

Doña Letizia esperó más de quince minutos y al final optó por utilizar el Rolls Royce que la trasladó a las puertas de la catedral, en cuyo interior y ante el altar le esperaba el Príncipe de Asturias, que la recibió con una amplia sonrisa.

Fue allí donde se pudo apreciar el vestido que había realizado Pertegaz para la novia de la primera boda de un Príncipe heredero celebrada en Madrid en 97 años. En 1906 se había casado en la capital Alfonso XIII, siendo ya rey.

La Familia Real, incluido el Príncipe - vestido con el uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra- habían recibido ya las muestras de cariño del público cuando el cortejo, que cerraron Don Felipe y la Reina, la madrina, se trasladó a pie desde el Palacio Real hasta el templo madrileño para aguardar la llegada de la novia.

Doña Letizia no pudo oír hasta que terminó el oficio religioso cómo le demostraban su afecto los ciudadanos que desde primera hora del día estaban en la calle.

Los novios, convertidos ya en marido y mujer, cumplieron con la tradición de la Familia Real española y se desplazaron hasta la Basílica de Nuestra Señora de Atocha -el mismo lugar en el que luego ofrecerían a la virgen a sus dos hijas, las Infantas Leonor y Sofía- para depositar ante la imagen el ramo de la desposada.

De vuelta a Palacio, y con la Banda de Gaitas de Oviedo -ciudad natal de Doña Letizia- interpretando la melodía compuesta expresamente para ese día, el sol resplandeció por fin en Madrid.

Millones de personas en todo el mundo siguieron por televisión la ceremonia a la que asistieron representantes de más de cuarenta casas reales, jefes de Estado y de Gobierno, el ejecutivo español y las altas autoridades del Estado.

Los miles de madrileños y visitantes que habían esperado durante horas para verles en los alrededores del Palacio y de la catedral pudieron ser testigos ese 22 de mayo de 2004 del tímido beso que los novios se dieron en uno de los balcones que dan a la plaza de Oriente, cuando salieron a saludar.

En el interior del edificio, especialmente habilitado para acoger a tantos invitados, se celebró el banquete nupcial y fue entonces cuando el Rey se dirigió a los novios para pedirles que pensasen siempre en España y dedicasen, con amor y devoción, lo mejor de sus esfuerzos a los españoles.

Don Felipe recogió el guante y aseguró que era un hombre feliz y que el servicio a los españoles era el gran reto personal e institucional con el que Letizia y él iniciaban una nueva etapa en su vida.

El noviazgo del Príncipe con Letizia Ortiz fue uno de los secretos mejor guardados en este país. Nadie, aparentemente, sabía nada hasta apenas dos días antes de que la Casa del Rey anunciara oficialmente el compromiso el 1 de noviembre de 2003.

A partir de esa fecha los actos se sucedieron rápidamente. Dos días después el Príncipe y su prometida se presentaron juntos por primera vez ante la prensa. Esa misma tarde fueron a su primer acto público y tres jornadas después tuvo lugar la petición de mano en el Palacio de El Pardo.

La vida de Doña Letizia cambió radicalmente desde que se conoció el noviazgo -trasladó su residencia al Palacio de la Zarzuela- y el rápido aprendizaje de cómo ser princesa se aceleró con los atentados del 11 de marzo, en el que 1.900 personas perdieron la vida.

La novia del Heredero de la Corona se sumó a la Familia Real para consolar a los familiares de las víctimas. Además, y en señal de respeto a los fallecidos en la masacre, en el festejo de la boda no hubo baile oficial.