La Cumbre moviliza a todo un país y pone en aprietos a los asistentes

AGENCIA EFE 17/04/2009 17:40

El Gobierno de la pequeña nación antillana ha puesto todo su empeño para hacer una buena Cumbre, pero la magnitud de la misma, con 34 países participantes y miles de personas venidas del exterior entre delegaciones nacionales, periodistas, técnicos y personal de servicios han desbordado la capacidad de este país de 5.130 kilómetros cuadrados y 1,3 millones de habitantes.

Para suplir la insuficiente capacidad hotelera, la organización contrató dos cruceros que están atracados en el puerto de Puerto España, la capital, una ciudad de escasos 51.000 habitantes.

El Caribbean Princess aloja a miembros de las delegaciones nacionales, y sirve de sede para reuniones paralelas a la Cumbre, mientras que el Carnival Victory alberga a la prensa internacional y miembros de los equipos de seguridad.

Cada crucero tiene capacidad para 3.500 pasajeros y 1.000 tripulantes y a ellos sólo se puede acceder después de pasar dos rigurosos controles de seguridad en el puerto, con escáneres incluidos, y un tercero en el propio navío, lo que hace que cualquier desplazamiento personal se frene siempre en prolongadas filas.

Filas hay que hacer también para entrar y salir del improvisado centro de prensa, donde la seguridad fue reforzada hoy por la llegada de los presidentes y primeros ministros, para quienes se ha reservado un hotel entero adyacente al edificio de los periodistas.

La tarea informativa no ha sido nada fácil ya que, además, de las restricciones habituales en este tipo de reuniones, la "sala" de prensa está repartida en cinco pisos servidos por cuatro ascensores que no dan abasto para movilizar diariamente a miles de personas, con lo cual la elaboración de noticias incluye un ejercicio aeróbico de subir y bajar escaleras todo el tiempo.

Para compensar la falta de mano de obra calificada para atender una cita como esta fue contratada Globe Cast, una empresa sudafricana de logística y comunicaciones especializada en eventos de gran magnitud, como esta cumbre.

"Es una logística de locura, pero la empresa tiene experiencia en esto", dijo hoy a Efe Victoria Estévez, una neoyorquina que forma parte del grupo de cerca de 50 contratados en el extranjero para ayudar a organizar la Cumbre y entre los que se cuentan ingenieros en comunicaciones, técnicos y relaciones públicas.

La inmensa mayoría de los contratados extranjeros y locales sólo habla inglés, idioma oficial del país, pese a que el español, portugués y francés también son lenguas oficiales de la reunión.

Las dificultades logísticas con las que se ha encontrado el país complican hasta las reuniones bilaterales de los mandatarios, pues sólo hay cuatro salas disponibles para ello, explicó un diplomático brasileño.

Como las Fuerzas Armadas trinitenses están formadas por menos de 20.000 soldados repartidos entre las islas de Trinidad, donde está la capital, y de Tobago, el Gobierno tuvo que recurrir también a militares de otros países caribeños para garantizar la seguridad de la Cumbre, una medida que habría levantado ampolla y reclamos nacionalistas en muchas otra naciones.

"Somos 68 militares de Guayana, pero también hay contingentes de Surinam, las Bahamas, Barbados, Dominica y otros países de la zona", dijo a Efe un oficial guayanés con traje de combate y apostado, fusil en mano, frente a los cruceros con un colega trinitense.

Según el militar, que no quiso revelar su nombre, su tarea se ha reducido a ver entrar y salir gente de los cruceros, mientras que dos pequeñas lanchas guardacostas trinitenses, con un puñado de buzos cada una, aparecen esporádicamente en las aguas del puerto, del que soltaron amarras en los últimos días todos los buques mercantes.

Tan vacío como el puerto está el resto de la ciudad, pero no tanto por la Cumbre como por su dinámica diaria, que parece ser la de un festivo permanente.

El comercio funciona en horarios de oficina, lo que hace que conseguir algo tan elemental como una botella de agua o una tarjeta de teléfono se convierta en muchos casos en una odisea.

Ni siquiera las protestas o manifestaciones de apoyo popular que suelen rodear a las cumbres se han visto en esta ocasión, situación que puede cambiar con la llegada del presidente estadounidense, Barack Obama, una auténtica sensación en este país en el que el 45 por ciento de la población es negra y otro porcentaje similar de origen indio.