Con el supuesto fin de ahorrar energía, cada marzo desde 1974 cambiamos religiosamente la hora de nuestros relojes. A las 3 de la mañana, marcaremos que son las 2. ¿Por qué se supone que conseguimos un ahorro energético? Al parecer, con este nuevo horario hacemos coincidir mejor las horas de luz con nuestra jornada laboral, pero aún con esas no está totalmente demostrado que tal eficiencia exista.
En cualquier caso, lo cierto es que, al anochecer a partir de las 20:00 (y no a las 19:00 como ha ocurrido hasta ahora), podremos disfrutar de más horas de luz por la tarde. Para los amantes del sol, el cambio de hora es, por tanto, la señal inequívoca de que el buen tiempo está muy cerca.
¿Qué pasa con los locales de copas y discotecas? ¿También cierran antes?
Según la normativa, todos los locales que cierren a las 3:00 en horario de invierno deberán cerrar ese sábado a las 2:00, adaptándose al nuevo cambio de hora, del mismo modo que los locales que cierren a las 6:00 deberán hacerlo según el nuevo horario de verano (es decir, como si fueran las 5:00).
Por eso, las personas que trabajen durante la noche del sábado también lo harán una hora menos.
¿Cómo nos afecta el cambio de hora?
Nuestro cerebro tiene un regulador horario que funciona mediante la luz solar y los estímulos del entorno. Este sirve para regular los niveles de las hormonas y actividades celulares por lo que, cuando cambia el ritmo de la luz de fuera o el ritmo de las tareas, puede desorientarse.
Por eso, desde el punto de vista de la salud, el cambio de hora tiene un impacto variable en el organismo, dependiente también de las personas y de cada estilo de vida. En general, el cambio de hora trae consigo pequeños trastornos en el sueño, cambios en los hábitos alimenticios y el estado de ánimo. Todo ello implica más cansancio, irritabilidad o falta de concentración.
Eso sí, estos problemas remiten en el plazo de tres o cuatro días.