Escenas de guerra rompen la rutina en un suburbio de Río de Janeiro

AGENCIA EFE 28/11/2010 18:20

La escena no transcurre en un gran estudio de cine sino en la Estrada de Itararé, en el barrio de Ramos, un suburbio de Río de Janeiro, punto de entrada a la Favela da Grota, una de la quince que forman parte del Complexo do Alemao, tomado hoy por la Policía y el Ejército brasileño que pusieron en fuga a decenas de narcotraficantes armados.

La tropa, unos 2.600 hombres de las policías Militar, Civil y Federal, apoyados por distintas unidades de paracaidistas e infantería de selva del Ejército, circula en pequeños grupos por las callejuelas de las favelas mientras los vecinos, asomados en las ventanas o al pie de la calle, siguen sus movimientos con atención.

Algunos comentan en voz baja que esperan que la policía acabe de una vez por todas con el flagelo del narcotráfico en el Complexo do Alemao y barrios que lo circundan, pero la mayoría evita hablar con los periodistas por miedo a ser víctimas de represalias.

"No puedo hablar porque hay mucho espía entre toda esta gente", dice a Efe Wilson Martins de Lima, un hombre de mediana estatura y unos 50 años, 30 de los cuales los ha vivido en la zona.

Mientras los policías y soldados, muchos de ellos con el rostro pintado o cubierto por pasamontañas, hacen demostraciones de fuerza con sus armas y vehículos bajo el sol canicular del mediodía del domingo, los habitantes del sector observan en silencio la frenética actividad militar que incluye vuelos rasantes de helicópteros.

Algunos van acompañados por sus hijos y sacan sus cámaras digitales para tomar fotos o grabar vídeos del escenario de guerra en el que se ha convertido la Estrada de Itararé, como para tener el recuerdo de un paseo dominical.

Uno de los pocos que se atreve a hablar con los periodistas es Jorge Carreira, que detiene su bicicleta para ver cómo unos policías conducen esposados hasta un autobús a tres jóvenes sin camisa que acaban de ser detenidos como sospechosos de colaborar con el "Comando Vermelho" (Comando Rojo), la banda criminal que hasta la mañana de hoy imponía su ley en el Complexo do Alemao.

"El pueblo estaba sufriendo mucho aquí con esos bandidos que andaban en moto y armados, vendiendo drogas", comenta a Efe Carreira, quien dice ser un payaso que se gana la vida como animador de fiestas infantiles en la humilde barriada.

Según cuenta, los narcotraficantes usaban hasta los puestos callejeros de venta de dulces para distribuir drogas y culpa en parte de esa situación a los Gobiernos que, según dice, no se preocupan por "darle una educación adecuada a la gente".

Unos pocos metros al frente, al otro lado de la calle, termina el asfalto y comienza un callejón polvoriento que da acceso a la Favela da Grota.

Por allí circulan sin cesar policías sudorosos, vestidos de negro, que suben y bajan las laderas de la favela como parte de las operaciones de registro, casa por casa, para decomisar drogas y armas abandonadas por los delincuentes en su fuga.

Piquetes de paracaidistas del Ejército y de un batallón de selva son los encargados de revisar a todo el que entra y sale de la favela para evitar que los colaboradores de los narcotraficantes vuelvan a entrar armas, dice a Efe uno de los militares.

La conversación es interrumpida por la llegada al puesto de control de una chica morena, de facciones finas y una larga cabellera recién lavada que usa un vestido gris arriba de la rodilla y que recibe de los militares la orden de abrir su bolso.

La joven vacía su contenido sobre una rústica mesa de madera y muestra que viene de hacer algunas compras en un almacén de ropa interior del vecino barrio de Olaría, tras lo cual los militares le sonríen y le autorizan a seguir su camino.

"Tenemos que 'verificar' a todo el que circula por aquí", explica el teniente Fonseca mientras manda seguir a otras personas que van camino de la favela después de hacer sus compras del domingo o de asistir como espectadores a la operación de guerra contra el narcotráfico.