"Tenía ganas de terminar con esta vida que llevaba", dice Pepe el del Popular

AGENCIA EFE 04/04/2009 19:10

"Créame que ya hacia tiempo que tenía ganas de terminar con esta vida que llevaba. Hombre, no hubiera querido que fuera así, no digo que haya provocado la detención, pero tampoco extremé muchas medidas para que no se diera", afirma en una entrevista con Efe el que fuera director de la sucursal número 1 del Banco Popular en Santander.

"Pepe el del Popular" se ganó su apodo tras desaparecer de España y ser señalado por la justicia como autor de un fraude de 6.000 millones de las pesetas de entonces (36 millones de euros) cuando era responsable de esa sucursal bancaria.

El mes pasado, el "Madoff asturiano", como lo ha bautizado algún medio, fue detenido en México tras solicitar un visado en la Embajada de EE.UU, donde sus huellas dactilares -le falta medio dedo- fueron cotejadas con la Interpol.

Su caída fue "infantil", afirma. Lo detuvieron en el céntrico Paseo de la Reforma de Ciudad de México. La empresa para la que trabajaba, una firma de azulejos de la que era director comercial, le encomendó viajar a una feria en Chicago, lo que motivó que solicitara el visado.

Durante 13 años mintió a su nueva esposa, Diana Judith, y a sus dos hijos, Diana y Roberto. "Llevaba yo sólo el peso", confiesa. Respira hondo y se le quiebra la voz al recordar por qué decidió ocultarles su pasado.

"El contárselo a mi mujer significaría hacerla compartir un problema que ella no conocía, que no había originado y que no me podía solucionar, nunca traté de involucrarla", agrega, perfectamente afeitado, con camiseta y pantalón informal.

En el Estado de México y los de Querétaro, Puebla y Morelos, donde se ocultó, jamás pensó que fuera a ser detenido, aunque era muy consciente que el caso no estaba cerrado en España.

"Yo sabia que el caso estaba vivo, el paso del tiempo va disminuyendo el impacto, por lo que veo no ha sido así, es un tema mediático que espero acabe pronto", dice desde el penal Ignacio Allende, en el puerto de Veracruz, a 400 kilómetros de la capital.

En espera de su extradición -los delitos que se le imputan prescriben en 2012- convive a más de 40 grados en un viejo edificio descolorido con mil reos. El penal será cerrado en los próximos meses por hacinamiento y falta de salubridad.

El "español", como es conocido, está aislado con otro recluso en la "celda de las 72 horas", un cuartucho despintado de dos por tres metros.

"Aquí me tratan bien, estoy tranquilo, obvio con la tensión y preocupación de estar en un penal (...), de momento no he tenido ningún problema", relata.

Se despierta a las 07:30, se ducha. A las 08:30 desayuna, algunas veces en la celda y otras en el comedor. La mayor parte del tiempo lo pasa en su celda.

"Me siento un poco improductivo, incapaz de aportar nada a los demás, me gustaría, sin que suene a vituperio, enseñar a leer al que no sabe y poder hacer algo por los que están aquí", agrega.

"Que defraudé a 300 españoles no lo admito ni lo admitiré, porque yo no me llevé el dinero (...). Estaría viviendo en la costa mexicana sin hacer nada y desde que llegué a México tuve que trabajar para subsistir", asegura.

Trabajó en un restaurante, de vendedor de pinturas y en la construcción. Vivía "al día", dice.

"El dinero se quedó en el banco y en los clientes, en pasivos, invertido en créditos, bonos gubernamentales", insiste, y rechaza paralelismos con los fraudes en EE.UU., sobre todo porque, recuerda, ahí nadie ha pisado la cárcel.

Admite que huir a México fue un gran error: "Empiezo a recibir presiones fuertes en mi trabajo, consejos no adecuados y tomo una decisión errónea".

"No me he quebrado y espero no quebrarme todavía, quiero estar fuerte, aunque vaya la procesión por dentro", concluye.