Las víctimas revelan la cara más horrenda de las dictaduras de Suramérica

AGENCIA EFE 16/11/2010 19:56

Hoy terminaron las audiencias en Quito ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso de María Claudia García, la madre de Macarena y la nuera de Juan, secuestrada en su casa en 1976 por agentes argentinos y entregada a Uruguay.

Durante los dos días de testimonios se atisbó el horror desatado por los regímenes autoritarios y las dificultades de las sociedades democráticas que los sucedieron para hacer justicia.

María Claudia y su esposo, Marcelo, hijo de Juan, cayeron en las garras del "Plan Cóndor", un esquema de cooperación entre los dictadores del Cono Sur para secuestrar y asesinar.

Ella dio a luz aparentemente en un hospital militar de Montevideo y disfrutó de su hija poco más de un mes, después de lo cual la pequeña fue entregada en un canasto a un comisario para ser criada.

El cuerpo de Marcelo apareció dentro de un tambor con 200 litros de cal en un río de Argentina dos décadas después.

Macarena vivió en la ignorancia sobre su verdadera identidad hasta 2000, cuando dio con ella su abuelo Juan. La verdad sobre su pasado le destruyó la vida "normal" de veinteañera de trabajo y estudio que llevaba.

"Más que nada estoy dedicada a esto. Estoy perdiendo motivaciones, no he podido volver a disfrutar, siempre pendiente, pensando en que va a ocurrir algo más. No mucho más que eso, no tengo proyección más allá de un mes", dijo Macarena a la Corte y tuvo que parar, porque le llegaron las lágrimas.

Se dirigió a la Corte con la mirada baja, como si llevara un enorme peso a la espalda. En cambio, Juan, que es uno de los poetas latinoamericanos más afamados, habló altivo, seguro de sus principios e indignado.

"Cuando se encontraron los restos de mi hijo, eso me dio cierta paz, lo pude enterrar, comencé el duelo", relató al tribunal. Pero no puede sacarse de la cabeza a María Claudia.

"Esto es una tortura para los familiares, una tortura que continúa incluso después de 25 años de democracia", dijo.

Los Gelman acudieron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que refirió el caso a la Corte, ante la falta de una investigación real sobre los hechos en Uruguay.

En la audiencia, Carlos Mata, el representante del Gobierno, aseveró que "el Estado uruguayo reconoce la violación de los derechos humanos" de María Claudia y Macarena, y admitió que durante la dictadura el Estado cometió torturas, desapariciones y homicidios.

Sin embargo, no prometió dedicar recursos para descubrir dónde están los restos de María Claudia y quién ordenó su desaparición, o abrir de par en par los archivos del régimen militar.

Juan, de 80 años, se ha concentrado en los últimos trece en rastrear a Macarena y en pedir justicia, con la presentación de demandas en Uruguay, Argentina, Italia y España.

Él despertó a Macarena de su mentira en el año 2000 y desde entonces la joven ha buscado la memoria de sus padres. Sólo sonrió durante su testimonio cuando un juez de la Corte le preguntó sobre su adopción del apellido Gelman.

"Mis padres se merecían que llevara el nombre que ellos tenían", respondió Macarena, que nunca ha podido contar su historia ante un tribunal uruguayo.

Sara Méndez, secuestrada también en Argentina y llevada a Uruguay, sabe por lo que ella pasa. Estuvo encerrada en la prisión donde se cree que se encontraba María Claudia y junto a otras compañeras preparó un biberón que pudo ser para Macarena.

Méndez explicó a la Corte que para los hijos robados, de la noche a la mañana, "la familia biológica son unos desconocidos. Hay una soledad muy grande".

Tragedias similares a las de los Gelman las han vivido miles de personas, por lo que su caso "es de interés público de todos los habitantes de las Américas", dijo a la Corte Santiago Cantón, secretario ejecutivo de la CIDH.

Él pidió la revocación de la Ley de Caducidad uruguaya, una norma con nombre "eufemístico" cuyo propósito es "garantizar la impunidad absoluta de los violadores de los derechos humanos", a su juicio.

Macarena, por su parte, dijo aspirar "a tener aunque sea una sensación de justicia".

La audiencia podría haber terminado con las palabras de un poeta: "Hay miedo en la memoria prohibida". Es un verso de Juan Gelman.