Casa real

La princesa Leonor y la infanta Sofía renuncian a su parte de la herencia millonaria del palacete Balada, en Menorca

La infanta Sofía y la princesa Leonor. Europa Press
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La princesa Leonor y la infanta Sofía han decidido rechazar formalmente su parte de la herencia correspondiente al histórico edificio conocido como palacete Balada, ubicado en la Plaça Joan de Borbó de Ciutadella, en Menorca.

Las hijas de los reyes Felipe y Letizia donarán sus cuotas a la Fundación Hesperia, tal y como ha confirmado la propia Casa Real tras recibir una petición de cesión por parte del Ayuntamiento local.

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La decisión se produce pocos meses después de que la infanta alcanzara la mayoría de edad el pasado mes de abril, situación que permitió que ambas hermanas pudieran disponer legalmente de su parte del legado que les correspondía tras el fallecimiento del empresario menorquín Juan Ignacio Balada Llabrés.

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Con esta renuncia y donación, Leonor y Sofía siguen el mismo camino marcado por sus padres: en 2010, Felipe VI y Letizia ya destinaron su parte de la herencia de Balada a fines sociales a través de la fundación.

De momento, se desconoce cuál será la decisión de los otros nietos de Juan Carlos I, Froilán y Victoria de Marichalar, Juan, Miguel, Pablo e Irene Urdangarin, a quienes también les pertenece una parte de la herencia.

La historia de la millonaria herencia

Juan Ignacio Balada, un empresario menorquín sin descendencia directa, falleció en 2009, y en su testamento legó un patrimonio considerable: viviendas, solares, una farmacia histórica, colección de objetos personales… y, entre ellas, el palacete Balada.

Su voluntad fue repartir los bienes: una parte a los entonces príncipes Felipe y Letizia, y otra al conjunto de los nietos del emérito Juan Carlos, es decir, los ocho primos entre los que están Leonor y Sofía. La herencia total se valoró en torno a los 10 millones de euros.

La intención de Balada, según su testamento, era que parte de ese legado financiara una fundación de carácter benéfico -nacida poco después como Fundación Hesperia-, destinada a fines sociales, culturales y educativos.

Esta decisión convirtió a los jóvenes miembros de la familia real en copropietarios de una propiedad de altísimo valor, tanto económico como cultural.

En ese momento, todos eran niños, por lo que la propiedad quedó en una especie de limbo hasta que alcanzaran la mayoría de edad y pudieran decidir qué hacer con ella.

La ley exige que cualquier decisión sobre un bien patrimonial compartido por menores de edad debe contar con la aprobación de sus padres o tutores legales, y en algunos casos, incluso de un juez.

Y todo cambió cuando Sofía de Borbón, la menor de los primos, cumplió 18 años. Desde entonces se ha podido decidir qué hacer con el palacete.

Cómo es el palacete y las polémicas

Construido en la segunda mitad de los años 90, es una vivienda señorial situada en la Plaça Joan de Borbó de Ciutadella y cuenta con una superficie de unos 555 metros cuadrados y con un solar anexo.

Desde la muerte de Balada, el inmueble ha permanecido cerrado y sin uso habitual. A lo largo de los años, su destino ha generado interés por parte del Ayuntamiento de Ciutadella, que ha solicitado en repetidas ocasiones su cesión para uso público -por ejemplo, para dotar un centro de día, vivienda tutelada u otros servicios sociales-. Sin embargo, hasta ahora, la titularidad compartida entre los ocho herederos menores de edad lo había impedido.

La mansión llegó a ponerse a la venta por 1,5 millones de euros, pero en 2019 se retiró, y en 2021 el Ayuntamiento llegó a solicitar a la Casa Real la cesión de este edificio, pero la respuesta fue negativa, tal y como recogieron entonces medios locales.

Con la renuncia de Leonor y Sofía a su parte, se reabre la posibilidad de que los otros seis herederos decidan su suerte, lo que puede traducirse en una cesión municipal, una rehabilitación con fines sociales, o incluso una venta cuyo beneficio iría a la fundación.