730 días

Sergio Peris-Mencheta, sobre su relación con la comida y la enfermedad: "No recuerdo haberla saboreado"

Sergio Peris-Mencheta
Sergio Peris-MenchetaRubén Martín
  • Sergio Peris-Mencheta dedica en su libro '730 días' un capítulo a su relación con la comida a lo largo de toda su vida

  • Reconoce que antes era una persona que "engullía" y, tras el diagnóstico de su enfermedad "como despacio y me obligo a hacerlo"

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Hace casi dos años que a Sergio Peris-Mencheta le comunicaban su diagnóstico de leucemia, teniendo que permanecer en Estados Unidos porque su estado de salud le impedía trasladarse a España. Ahora el actor y director publica ‘730 días’ (Planeta) un libro en el que trata abiertamente desde varios puntos de vista su proceso durante la enfermedad, pero donde también hace un repaso a su pasado y como esas experiencias le han hecho vivir el presente de una manera u otra, también su relación con la comida y la alimentación.

Peris-Mencheta habla a lo largo de las páginas de saber respirar, de la importancia de un gesto tan simple como beber agua o del cuidado del sueño, pero también hace hincapié en la alimentación, en como por su trabajo de actor tuvo que pasar por diferentes dietas, a veces para adelgazar, otras para engordar, otras para ganar músculo, y como fue su relación con la comida desde niño.

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Durante muchos años de su vida el propio intérprete señala en el capítulo dedicado a la comida, titulado ‘Tragar’, que “no comía. Yo engullía. Me lo quitaba de encima”, algo que reconoce ser heredado de su padre. En los últimos años viviendo en Estados Unidos antes de ser diagnosticado de su enfermedad habla de como él y su mujer tenían unos horarios de comida y sus hijos otros, que solo coincidían en la hora de la cena y en que a todos les encanta picar entre horas.

Eso sí, al menos habla de que él y su mujer, Marta, “comemos bien, evitamos el azúcar, no bebemos. Ni siquiera disfrutamos de esa copita de vino de antes de dormir con la que se deleitan muchas parejas”.

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Su alimentación tras el trasplante

En el capítulo habla de cómo vivió el 15 de agosto de 2024, dos meses después de su trasplante. “Como despacito. No me queda otra; primero, porque me duelen las encías y, segundo, porque como sin hambre. Me obligo a comer para no seguir perdiendo peso: he bajado casi 30 kilos desde que comencé el tratamiento”, explica en las líneas de su libro, un contraste total con su relación con la comida en el pasado, cuando como él dice, “engullía”.

Sergio Peris-Mencheta también expone la enfermedad del injerto contra el receptor (EICR), una complicación que puede ocurrir tras un trasplante alogénico de progenitores hematopoyéticos, un trasplante de médula ósea de un donante. En su caso habla que le ha afectado al sistema digestivo, causándole náuseas, dolor y ardor de estómago y falta de apetito.

“No me queda otra que ponerle conciencia al acto mismo de comer: durante las horas previas pienso en qué me puede apetecer, veo vídeos de cocineros preparando suculentos platos. Trato de activar los jugos gástricos como buenamente puedo. Luego saco fuerzas para cocinar el menú de todos, mido bien los ingredientes, emplato lo mejor que puedo, no picoteo nada y, cuando está todo listo, observo el plato durante un buen rato antes de hincarle el diente”, escribe a lo largo del capítulo.

Un hincar el diente que no es sencillo para el actor porque ni siquiera es capaz cuando se lleva la comida a la boca de reconocer todas las texturas. “Recuerdo los primeros días tras el trasplante, cuando lo único que no me sabía a medicinas era el batido de chocolate. Yo que nunca he sido demasiado fan del chocolate, me alimenté durante un más de un mes a base de batidos de proteínas con sabor a cacao. Ahora mastico despacio, mucho y haciendo un pequeño esfuerzo, trago”, escribe.

Volver loco al metabolismo

Más allá de cómo ha cambiado su forma de vivir la alimentación, Peris-Mencheta aprovecha para hablar de como su profesión le ha obligado a lo largo de los años le ha obligado a tener algunos desbarajustes a nivel alimentario. “He vuelto loco a mi metabolismo unas cuantas veces con subidas y bajadas de peso en poco tiempo”, reconoce.

De la época de ‘Al salir de clase’ recuerda que todos debían lucir estupendos, como buenos adolescentes de la época, así que la solución era una “dieta en una clínica donde, un día a la semana, te hacían acupuntura en un punto cerca del hígado para quitarte el hambre, y antes de salir por la puerta te daban una píldora negra para que pudieras comer durante 50 minutos lo que te diera la gana”.

Al final reconoce que a lo largo de su vida no ha sabido disfrutar bien de la comida. “Pudiendo elegir comida sana y rica, no recuerdo haberla saboreado y disfrutado. Mi mente siempre entendió la alimentación como un trámite, especialmente en las épocas de dietas. Comer no solo se refiere a ingerir alimentos. Se dice que somos lo que comemos, pero también somos cómo comemos”.