Ante esta situación, los usuarios deben conocer que hoy en día todas las tecnologías energéticas tienen cabida en la carretera y entre las nuevas formas de movilidad y, en función de la eficiencia, es decir, del uso que le demos al automóvil y del tipo de vehículo, será más o menos adecuado uno u otro tipo de combustible, adaptándose así a las necesidades de los conductores.

El diésel es, sin duda, el gran aliado en caso de circular con frecuencia por trayectos de gran kilometraje. En efecto, si vamos a circular más de 20.000km anuales por carretera es la opción más rentable. Si, por otro lado, realizamos pocos kilómetros, alrededor de 10.000 km, sobre todo en carretera y/o municipios pequeños o medianos, la gasolina es una gran opción, puesto que el precio del vehículo se reduce considerablemente.

Los híbridos y los eléctricos son recomendados para trayectos interurbanos que cuenten con puntos de recarga frecuentes en el último caso. Hay que tener en cuenta que son automóviles con precios muy elevados, que la autonomía de este tipo de vehículos aún no es muy alta y, sobre todo, que las infraestructuras fuera de las grandes ciudades todavía escasean.

Por último, ganan adeptos poco a poco los vehículos GNC y los GLP para todo tipo de recorridos, puesto que reducen de forma considerable tanto el consumo como la emisión de gases contaminantes. El principal problema de estos vehículos en la actualidad es el precio elevado y la falta de puntos de recarga.

Además del uso, es justo diferenciar las flotas por segmentos. No es lo mismo un SUV que una furgoneta o un turismo. En este último caso, es indudable que la reputación del diésel y los protocolos anticontaminación de las grandes ciudades están inclinando la balanza de la demanda de los conductores a favor de combustibles alternativos como los motores híbridos y los eléctricos. Sin embargo, en el caso de las furgonetas, vehículos comerciales e, incluso, SUV y monovolúmenes, el diésel continúa sin tener competencia.