La cena de empresa navideña que acabó con el asesinato de Ana Enjamio en Vigo: control, obsesión y un 'puzzle' que tardó en resolverse

Ana María Enjamio
La cena de empresa navideña que marcó el final de Ana Enjamio: un crimen envuelto en obsesión. Informativos Telecinco
Compartir

La noche del 16 de diciembre de 2016 parecía rutinaria para los empleados de la filial de Citroën en O Porriño. Una cena de empresa navideña en un hotel del centro de Vigo, risas, brindis y planes para las fiestas.

Entre los asistentes estaba Ana María Enjamio Carrillo, una ingeniera de 25 años con un futuro prometedor, y también su expareja, César Adrio Otero, con quien había tenido una relación breve, pero tormentosa. Nadie imaginaba que esa velada sería el preludio de un crimen que conmocionaría a toda la ciudad.

PUEDE INTERESARTE

El asesinato de Ana Enjamio y la ausencia de pruebas a primera vista

Ana vivía en un piso con otras dos jóvenes en la avenida de Madrid, en el centro de Vigo. Aquella noche, tras la cena, regresó con sus amistades del trabajo hasta las proximidades de su vivienda. Sus compañeras la acompañaron hasta la puerta del edificio, sin sospechar que aquel sería su último paso.

Ana Enjamio
PUEDE INTERESARTE

Horas después, los vecinos encontraron su cuerpo en el rellano, con 28 puñaladas y signos de un ataque brutal. La violencia empleada, junto con la ausencia de defensa inmediata, plantearon desde el inicio un posible caso de violencia machista.

El ataque fue especialmente cruel. Según las autoridades, 21 de las puñaladas se concentraron en la zona del corazón, y 12 lo atravesaron. El arma homicida y el móvil de Ana nunca fueron encontrados, y no había testigos que situaran directamente a César en el lugar de los hechos. Sin embargo, los investigadores reunieron un conjunto de indicios y pruebas científicas, incluido ADN en la ropa de la víctima, que permitieron establecer su responsabilidad en el asesinato.

El intento de suicidio de César y su ingreso en prisión

César Adrio nunca había aceptado la ruptura con Ana. Desde julio de 2016, desarrolló un patrón de acoso y control obsesivo sobre ella: mensajes constantes, vigilancia y presiones para retomar la relación, lo que su incapacidad de respetar la decisión de la joven de poner fin a su relación. La noche de la cena coincidieron nuevamente y, según las reconstrucciones judiciales, él intentó acercarse y acompañarla, algo que ella rechazó. Quería el control sobre ella, las autoridades sospecharon incluso que el día anteror al crimen pudo pinchar una de las ruedas del coche de Ana para forzar una situación de ayuda y contacto posterior.

César Adrio

Tras su detención, Adrio llegó a intentar suicidarse, causándose heridas en las muñecas y el cuello, lo que llevó a la prisión a activar protocolos antisuicidio y supervisión médica. Esto evidenció el estado psicológico extremo del agresor, aunque no influyó en la condena, sino que fue un reflejo más de la obsesión y la incapacidad de asumir la responsabilidad de sus actos.

Durante el juicio, intentó explicar la presencia de su ADN en la ropa de Ana alegando supuestos contactos inocentes durante la cena y otros encuentros casuales, pero el jurado no le creyó. Las pruebas científicas, los testimonios y su historial de hostigamiento previo hicieron que su estrategia de defensa se viniera abajo. La Audiencia Provincial de Pontevedra lo condenó inicialmente a 30 años de prisión. Tras recurrir la sentencia, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo confirmó la condena, pero redujo la pena a 29 años y cuatro meses al no mantener la agravante de violencia de género. En la actualidad, Adrio permanece entre rejas. De esta forma se cerró un caso que marcó profundamente a la ciudad de Vigo.