Pisos terapéuticos para vencer la anorexia y la bulimia

EVA LUNA 12/11/2009 21:45

Lo hacen en un piso terapeútico del ITA, el Instituto de Trastornos Alimentarios. Sólo hay tres en España, todos en Barcelona. 42 pacientes con un largo historial de enfermedad los ocupan. Es el paso previo a su verdadera independencia. En los pisos conviven con una profesional que les apoya en sus rutinas: el trabajo, los estudios, los miedos... "Tengo miedo a engancharme otra vez a la comida, es fácil engancharte a algo que te gusta. A veces tengo la sensación de que estoy manipulando un objeto explosivo, me echo más, me echo menos..." asegura Blanca aludiendo al momento de ponerse comida en el plato. Lo hacen ellos, bajo la atenta mirada de su psicóloga que les dice si deben echarse más o menos cantidad. La idea es que en un futuro puedan hacerlo solos, sin dudar. Blanca nos lo explica: "Estoy intentando saber medir lo que como, con qué finalidad lo como, ponerme yo límites y diferenciar una conducta enfermiza de la que no lo es. Un helado puede ser inofensivo, pero si la función que tiene para ti es aliviarte de un estado de malestar, ya roza lo enfermizo".

Blanca tiene 24 años y una sonrisa permanente en sus labios. Parece mentira que arrastre esta enfermedad desde los 9 y que haya sufrido acoso escolar, falta de autoestima, depresión, aislamiento y soledad. Su enfermedad es multicausal, son muchos los factores que influyen. Tardó mucho tiempo en ser consciente de que estaba enferma. Pensaba que sólo las chicas extremadamente delgadas lo estaban. Pero ella, con sobrepeso, también padecía un trastorno alimentario grave: bulimia. Pasaba de los atracones a los vómitos cada vez con más frecuencia, maltrataba su cuerpo, y su mente: "Llegué a pensar que mi problema era que no soy capaz de seguir una dieta, me decía soy gorda, soy una mierda, un despojo humano, no sirvo para nada, y empecé a verlo todo encauzado en el cuerpo".

Sorprende la lucidez con la que hablan estas enfermas. Son inteligentes, perfeccionistas, autoexigentes, hiperresponsables pero también profundamente vulnerables. A Alejandra le molesta profundamente que se frivolice con las causas de la anorexia, su enfermedad: "Se asocia este tipo de enfermedades al canon de belleza y no es cierto, hay muchas cosas más detrás. Es fácil decirle a una niña: venga, come, no vomites… pero no es tan sencillo. Tenemos muchísimos problemas y lo pagamos con la comida porque es nuestra anestesia".

El listón de Alejandra está al doscientos por cien. Quería ser la mejor hija, la mejor amiga, la mejor estudiante, la mejor deportista y además, la más bella: "Yo dejaba de comer o vomitaba o realizaba otras conductas purgativas como el deporte para olvidarme de las broncas de mi casa, de sacar notazas, de tocar el piano… te centras en eso y piensas que lo tienes controlado pero es un falso control, se te va de las manos, al final la comida te llega a controlar a ti". Alejandra iba a la facultad andando para perder peso, estudiaba las calorías que perdía por subir la escalera y se ponía la ropa de su hermana, de ocho años, con 20. Aún así se veía como una "luchadora de sumo" a pesar de usar la talla ocho o diez. Es una de los síntomas de la anorexia nerviosa, la percepción distorsionada de su cuerpo.

La anorexia y la bulimia pueden ser mortales si no se tratan. En la actualidad una de cada cinco adolescentes tiene un riesgo importante de padecerlas según el Instituto de Trastornos alimentarios. Además la edad de inicio es cada vez más temprana, pudiéndose situar entre los 7 y los 9 años. Es el caso de Blanca y Alendra, cuya enfermedad se originó en su niñez. El hecho de arrastrarla durante tanto tiempo se debe a diversos factores. En primer lugar la mayoría la niegan, la ven más como un modo de vida que como una enfermedad real.

Y además, está el miedo. "Que quieran curarse no significa que el cien por cien del tiempo lo tengan clarísimo.Son ambivalentes, quieren curarse pero tienen mucho miedo de recuperarse porque estar enfermas les produce beneficios entre comillas, como no tener que enfrentarse a las dificultades de la vida adulta", explica Mónica Muñoz, la coordinadora de pisos terapéuticos del ITA. Alejandra corrobora su tesis: "Cuando más enferma estaba ¿Qué veía?, que gracias a eso mi padre estaba en casa, mi familia estaba más unida, mis amigos me llamaban más por teléfono... ¿Cómo no vas a mantener esa enfermedad si estás teniendo todo lo que no tenías antes?".

Ahora Alejandra y Blanca, como sus 12 compañeros del piso terapéutico, son conscientes de que todo lo que fueron beneficios acaban siendo pérdidas. Alejandra lo explica así: "porque la gente se cansa, y ya eres tú, o tú..."

Saben que la estancia en el piso es su oportunidad para volver a la vida. Aquí retoman poco a poco sus estudios, sus trabajos, sus horarios. Tienen a una psicóloga a su lado casi 12 horas al día. Con ella pactan sus entradas y sus salidas, necesitan su consentimiento hasta para ir al cine o acudir a la biblioteca. Ella reparte el dinero para la comida.

Cada día una de las enfermas se encarga de hacer la compra, o cocinar, o limpiar la casa, se trata de ir asumiendo responsabilidades que no tenían en el hospital, pero tendrán en su vida futura. La terapeuta conoce las rutinas de los 14 habitantes de la casa (13 chicas y un chico) y las supervisa. A ella le consultan todo. Con ella, se desahogan en los momentos difíciles. A la espera de que llegue el día en que puedan, definitivamente, caminar solas...

Quieres denunciar una situación o enviarnos alguna sugerencia? Contacta con nuestro equipo de Reporteros en los teléfonos 91/395 93 08 - 91/395 95 41 o mándanos un email a reporteros@informativost5.com. Gracias por tu colaboración.