La ermita del "loco de la colina" de Algarinejo, un homenaje al padre que ahora se puede alquilar

Desde Algarinejo, un pueblo de Granada, se puede ver en lo alto de una colina una ermita que se ilumina cada noche. No tiene virgen, ni fieles y ninguna romería la visita. Es el homenaje de José Antonio a su padre, que antes de morir le dijo que aquella colina era el lugar donde siempre estaba feliz.

El cerro de la Cruz de San Sebastián era el sitio donde el padre de José Antonio solía jugar de pequeño. "Por allí anduvo toda su vida hasta que se casó", cuenta su hijo. Más tarde se marchó a Loja para ganarse la vida, primero como agricultor, luego como albañil, y por último como "constructor a pequeña escala".

Aun así, José Cabello seguía volviendo a su cerro siempre que podía hasta que enfermó. "Estaba malo y ya sabía que no iba a salir de esta", dice su hijo, "pero cada vez que nos íbamos del hospital insistía en ir allí". Y así fue como nació la idea de construir una ermita como homenaje a su padre. 

José nunca la llegó a ver. Murió cuando apenas habían empezado a mover la tierra. "Mi padre murió con todo iniciado a finales de los noventa", dice José Antonio, "y seguimos gracias a mi madre". María se encargó de llamar a los albañiles, cuatro operarios que durante años han ido levantando la ermita.

Más de dos décadas de construcción

"Se ha hecho poco a poco, sin plazos", explica José Antonio, que trabaja de lunes a viernes como administrativo. "Iba los fines de semana, cuando podía", explica. Y con lo que su padre le enseñó de albañilería lleva 23 años construyendo la ermita, que aún no da por terminada. "Ahora quiero hacer unas bodegas en el sótano", dice.

Muchos de los materiales los ha comprado, muchos otros son reciclados. La mayoría de las veces, se lo daban los vecinos cuando visitaba sus cortijos preguntando si sobraba algo; otras tantas recogía lo que se encontraba por las escombreras. De ahí salieron algunas de las puertas y él mismo se encargó de arreglarlas y construirles los marcos.

Muchas veces se ayuda de amigos que no han dudado en echarle una mano. Un carpintero le ayudó a colocar las cerchas interiores de madera. Otro amigo se encargó de pintar en la bóveda un fresco romano inspirado en el que se puede ver en el Pantocrátor de la Iglesia de San Clemente de Tahull.

Mientras construía la ermita se ganó el apodo del "loco de la colina" y muchos le comparaba con Justo Gallego, el hombre que levantó una catedral en Mejorada del Campo. No todos entendían qué estaba haciendo allí arriba, pero José Antonio lo tenía muy claro. La ermita de Algarinejo no solo era un homenaje a su padre, sino que el pueblo saldría ganando. "Es el típico pueblo andaluz con un cerro en lo alto", nos dice, "y la ermita le venía como anillo al dedo".

Secretos en el interior

Cuando su madre falleció la ermita ya estaba casi terminada. "Ella sí pudo verla", dice su hijo, "quedaba ya solo la decoración". Y en esa decoración José Antonio coló algunos detalles que recordaran a sus padres. En la doble puerta de entrada está escondido el apellido de su padre, "en una puerta pone CAB y en la otra ELLO y solo se puede leer cuando se cierra", explica José Antonio.

En el pórtico de entrada además hay dos bajos relieves con dos figuras que recuerdan a sus padres. Una flor en homenaje a su madre María a la que "le gustaban las macetas y siempre tenía el patio de casa lleno de flores". El segundo símbolo recuerda a su padre y es una navaja que siempre le acompañaba. "Tenía un empeño en que llevara siempre una navaja conmigo porque decía que era una herramienta indispensable".

Antes de la muerte de su madre, José Antonio y ella habían hablado sobre qué hacer con la ermita una vez construida. Sin nadie que la habitara, decidieron que lo mejor sería destinarla a alojamiento turístico y así la registraron en la Junta de Andalucía como casa rural. 

Desde entonces, han pasado por aquí muchas personas, entre ellas una familia alemana que vivió en la ermita durante cuatro años o una pareja de chicas holandesas que se quedó un año entero. Ahora vuelve a estar disponible y solo es cuestión de dinero poder alojarse aquí... el homenaje de un hijo a su padre, en cambio, no tiene precio.

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