Miquel Sánchez, decano de los guardas de refugios de montaña: "No tienes prácticamente nada, pero eres feliz"

Miquel Sánchez suma 40 años trabajando por encima de los 2.000 metros. Es el guarda de un refugio de montaña más veterano de España. Su oficina es el refugio de Ventosa i Calvell (2.200 metros), ubicado en el Parque Nacional de Aigüestortes, un paisaje idílico donde también vive de primera mano trágicos accidentes de montañistas. Una expedición al Himalaya cambió su trayectoria profesional: dejó su trabajo en una agencia de publicidad de Barcelona para irse a vivir en lo más alto del Pirineo. Todavía sigue allí, a sus 66 años, con su pareja y su hija y sin intención de jubilarse. La periodista Rosa M. Bosch ha escrito un libro sobre él y su trayectoria, El guardià de l'estany Negre (Ed. Cossetània).

Pregunta: Era publicista y lo dejó todo para irse a vivir a un refugio.

Respuesta: Tenía 26 años y trabajaba en una agencia de publicidad. Se presentó la oportunidad de ir a una expedición al Himalaya. Pedí permiso en el trabajo pero no me lo dieron, así que decidí dejarlo, pedir un crédito e irme a la expedición. A la vuelta no tenía trabajo, pero ya había hablado con los propietarios del refugio y me fui. Llegué en 1982 y todavía sigo.

Ir al Himalaya en los 80 no era como ahora que va todo el mundo. Hace 40 años muy poca gente hacía esas expediciones y para mí era una oportunidad muy grande. Mi familia lo veía como una locura que dejara el trabajo. Yo tenía claro que lo quería hacer y así lo hice.

P: ¿Era aficionado a la alta montaña antes de mudarse?

R: La montaña era un hobby, iba los fines de semana, en vacaciones... No es que la ciudad me agobiara pero cada vez quería más dosis de montaña y con un trabajo convencional era complicado. El viaje al Himalaya fue el detonante para hacer el cambio.

P. Y cuatro décadas después, ¿cómo valora esa decisión?

R. Fue la mejor decisión de mi vida. Después de tantos años veo que acerté. Es un cambio de vida que va más allá del propio refugio. Te lleva a vivir en el Pirineo, a trabajar muy intenso y muy seguido, pero también te da mucho tiempo para ti. Mi vida ha venido marcada por la decisión de venir al refugio y estoy súper contento.

P. ¿Qué tiene de especial el refugio?

R. Cada guarda le encuentra algo diferente. Para mí es el inicio de un cambio de vida, el descubrimiento de algo que me llena. En la época en la que llegué vivía en una absoluta libertad. Allí no llega el coche, entonces no venía el helicóptero, ni radio, ni luz. No teníamos nada. Esa precariedad de no tener nada era lo que me gustaba. Era como volver al Himalaya. No tienes prácticamente de nada, pero te sientes feliz, y eso es lo que te atrapa.

P: ¿Cómo es la vida en un refugio?

R: Abrimos de febrero a abril, cuando hay nieve para el esquí de montaña, y de junio a octubre. Vivimos en la Val d'Aran y subimos y bajamos andando. En invierno nos turnamos con mi pareja Belén y es como retomar los primeros años. Hay mucha nieve y tardamos más en llegar, así que pasamos varias semanas en el refugio. En invierno viene muy poca gente y la rutina es muy básica: nos levantamos, damos los desayunos, limpiamos, preparamos las cenas... En verano viene más gente y la cosa se complica. Somos 6 personas que nos turnamos las tareas: limpiar, reservas, comidas y cenas. Cada día es igual, pero es una rutina que me gusta. Al final, todos los trabajos son rutinarios.

P. ¿Ha cambiado el trabajo de guarda en estos años?

R. Todo ha evolucionado mucho y muy rápido, menos los refugios. Es cierto que ahora tenemos internet, agua caliente, teléfono y hemos mejorado los menús. Un helicóptero nos trae mercancía una vez a la semana, antes teníamos que subir la comida a cuestas. En cambio, seguimos teniendo los mismos recursos que hace 40 años. Seguimos sin normativa en los refugios y sin poder darnos de alta como guardas de refugios, porque no existe la profesión. Cada vez hay más gente aficionada a la montaña pero falta inversión por parte de las administraciones para mejorar las instalaciones. Hay guardas que viven en condiciones deplorables.

P. ¿Qué se necesita para ser un guarda?

R. Un guarda, por encima de todo, tiene que ser un apasionado de esta historia. Debe tener motivación y ganas de estar en ese sitio, de llegar a sentirlo como tu casa. Yo me siento como una piedra más de la montaña. Lo demás se aprende. Puedes aprender idiomas, a cocinar, a ser amable, pero eso hay que llevarlo de serie.

P. Habrá vivido cientos de experiencias en alta montaña

R. Cuando hay un accidente y te pilla de cerca siempre es duro. Los has tenido durmiendo y comiendo contigo, vienen a pasarlo bien y la cosa acaba de una forma trágica. Recuerdo el caso de un chico francés especialmente simpático con el que entablé conversación. De esas personas que te entran nada más llegar. Al día siguiente, tuvo un accidente mortal. Te quedas hecho polvo. Pero también nos ha pasado lo contrario: una vez salí a buscar a dos chavales que venían de Lleida. Me llamaron por teléfono diciendo que se daban la vuelta. Les dije que me esperaran, que iba a buscarlos. Los subí al refugio, les di una sopa y les puse la estufa. Si se llegan a dar la vuelta, no habrían pasado de esa noche.

P. A los 66 años, ¿piensa en retirarse?

R. Ahora tengo 66 años y una hija de 11, no pienso en hacerlo. Nunca he hecho las cosas en función de los calendarios, sino por el impulso que me sale. Tampoco me tocaba dejar el trabajo, lo hice y me fue bien. Con la jubilación me pasa algo parecido. Si no fuera por mis amigos y la gente de mi edad, ni caería en la cuenta de que me tengo que jubilar. El día que no pueda más, que no tenga ganas, lo dejaré. Creo que todavía tengo cuerda.

Son 3,5 horas caminando desde el coche al refugio para una persona no entrenada

P: ¿Cómo lleva su hija la vida en el refugio?

R. Muy bien. Recuerdas cómo aprendía a caminar y ahora sube por las piedras como un rebeco. En invierno va al cole y mi pareja y yo nos turnamos quién se queda con ella y quién sube al refugio. En verano viene con nosotros. Son unas 3,5 horas de trayecto desde el coche para una persona no entrenada, nosotros lo hacemos en menos tiempo, y las camina sin problemas. También le encanta traer a sus amigas.

P: Le han dedicado un libro, ¿qué le parece?

R: Lo escribió una amiga a la que encargaron un libro sobre los guardas. Es una sensación extraña, por un lado me gusta y por el otro me incomoda. Si el libro tiene que aclarar conceptos de lo que es un refugio, un guarda y la vida de un refugio, lo veo bien.

P: Esta semana se ha viralizado la imagen de un atasco de alpinistas en el K2, ¿esto también ocurre en el Pirineo?

R: Eso es una vergüenza. El K2 tiene mucha fama y hacerse una foto da una repercusión muy grande. Alucino con los montañistas dispuestos a hacer estas colas, pero van a buscar otras cosas, no buscan el placer íntimo con la montaña. Por suerte, esto en el Pirineo no pasa porque vende menos.

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