Puede haber un genio cerca de usted, pero no lo reconocerá por su inteligencia

  • Los psicólogos tratan de desentrañar desde hace décadas los rasgos de personalidad de los genios

  • Destacan que una nota común a todos es su curiosidad y su mente “abierta a las experiencias”

  • Otros expertos reclaman el valor de la humildad intelectual como condición indispensable del genio

Nadie duda de que Mozart era un portento desde niño. Con 14 años fue capaz de transcribir de memoria el Miserere de Allegri, una pieza de 12 minutos para nueve voces. Eso era un don excepcional, una rareza, pero en esto Mozart no era único.

Otro ejemplo es del periodista ruso Solomón Shereshevsky, que tenía una memoria de elefante. En 1920 fue capaz reproducir, palabra por palabra, un discurso recién pronunciado. No sólo eso, también repetía de carrerilla fórmulas matemáticas o poemas en una lengua extranjera que no conocía. Pero, a diferencia de Mozart, Shereshevsky no produjo ninguna obra notable.

Estos ejemplos están sacados del estudio Openness to Experience, de Robert R. McCrae and David M. Greenberg (2014). En él los autores afirmaban que una cosa es tener una mente poderosa y otra muy diferente ser un genio.

El coeficiente intelectual

La psicología del genio había sido ampliamente estudiada desde principios del siglo XX, y en un primer momento se ligó con el coeficiente intelectual. Lewis Terman, psicólogo de Stanford, estaba convencido que este coeficiente podía predecir, si no la genialidad, sí los logros futuros de cualquier persona. Sin embargo, la realidad demostró que solo una minoría de los mejor puntuados tuvo una carrera brillante. La inteligencia ayudaba, pero debía haber otros rasgos de carácter que explicaban la genialidad. El problema era saber cuáles.

McCrae y David M. Greenberg examinaron la vida de Mozart y de otros genios para descubrir esos rasgos de personalidad tan sobresalientes, pero descubrieron que no todos tenían los mismos. Unos genios eran más neuróticos, otros más empáticos, unos más alegres y otros más depresivos. Pero sí hallaron algo común a todos ellos: eran personas “abiertas a las experiencias”.

¿Y eso que quiere decir? En sus propias palabras: “Las personas prototípicamente abiertas son imaginativas y aprecian el arte y la belleza, y tienen reacciones emocionales ricas y profundas. Adoptan fácilmente nuevas formas de hacer las cosas, tienen amplios intereses intelectuales y tienden a ser social y políticamente liberales”.

Examinaron entre otros casos el del excepcional saxofonista de jazz John Coltrane. Los autores llegaron a la conclusión de que Coltrane cumplía con los seis requisitos imprescindibles de una persona “abierta a las experiencias”:

  • Abierto a ideas y valores (investigaba mucho sobre religión y espiritualidad);
  • abierto a corrientes estéticas (de la música africana o india);
  • abierto a emociones (su forma de tocar fue rompedora y única, muy personal, basta con escuchar ‘A love supreme’);
  • abierto a acciones (a emprender proyectos nuevos);
  • y abierto a la fantasía (a crear obras originales).

Todo lo anterior, combinado con su gran talento musical, produjo un genio: “Tal vez el genio sea una cualidad de la mente –concluyeron los autores-, no una memoria fotográfica o una capacidad aparentemente mágica para realizar aritmética mental, sino una que toma gran parte de la experiencia de la vida, la procesa profundamente y descubre nuevas posibilidades. En combinación con otras características (inteligencia excepcional, talento musical o talento musical o persistencia), esta apertura puede dar lugar a algo sorprendente”.

La mente de los Premios Nobel

Otros estudiosos llegaron a conclusiones similares. Michele y Robert Root-Bernstein, miembros de la facultad de la Universidad Estatal de Michigan, se dedicaron a investigar los gustos y personalidades de varios Premios Nobel. Dieron su propio dictamen de las cualidades de un genio:

  • La mayoría de las personas creativas tienen múltiples intereses y vocaciones.
  • Las herramientas de pensamiento imaginativo proporcionan un puente cognitivo para cruzar disciplinas. 
  • El plan de estudios basado en las artes puede ayudar a mejorar el aprendizaje STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas)

Los polímatas

Hacia esas mismas tesis confluyeron dos libros publicados en los últimos años sobre polímatas (personas con amplios conocimientos e intereses).

Uno de ellos, muy exhaustivo, está firmado por Peter Burke (‘El polímata: una historia cultural desde Leonardo da Vinci a Susan Sontag’). Burke explica que el ascenso de los polímatas coincidió con un rápido crecimiento del saber en la época de la invención de la imprenta, del descubrimiento del Nuevo Mundo y de la Revolución Científica.

Y se queja de que eso se ha perdido. El autor cita al influyente economista británico John Maynard Keynes: “Un economista consumado debe poseer una rara combinación de dotes. Debe alcanzar un alto estándar en numerosas direcciones diferentes, y tiene que combinar unos talentos que no se encuentran juntos a menudo. Tiene que ser matemático, historiador, estadista, filósofo en alguna medida».

Tal vez el genio sea una cualidad de la mente que toma gran parte de la experiencia de la vida, la procesa profundamente y descubre nuevas posibilidades.

El otro libro es ‘The Polymath’, de Waqas Ahmed. Mantiene que todo ser humano tiene un potencial multifacético y carga contra la especialización, que “fomenta la ignorancia, la explotación y la desilusión y frustra la creatividad, la oportunidad y el progreso”. Y se pregunta: “¿Por qué, entonces, los padres, las escuelas y los empleadores insisten en que restrinjamos nuestros muchos talentos e intereses; que nos 'especialicemos' en uno solo?”.

Algunos expertos añaden un ingrediente adicional indispensable de todo genio: la humildad intelectual. Ya lo advertía el pasado siglo el filósofo Bertrand Russell en una frase célebre: "El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas". Dudas que asaltaban al sapientísimo Sócrates cuando buscaba el encuentro con los atenienses –listos y no tan listos- para preguntarles sobre lo divino y lo humano.