Bienestar

Cuál es el mejor momento para ducharse después de hacer ejercicio, según la ciencia

La ducha después de entrenar es un momento de relajación intensa
La ducha después de entrenar es un momento de relajación intensa. Unsplash
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En ocasiones, la realidad nos puede decir una cosa y la ciencia otra. Cuando pensamos en la finalización de un entrenamiento, uno pensaría que el mejor momento para ducharnos sería nada más acabar de hacer ejercicio, por una cuestión básica de higiene, ya que es uno de los momentos en los que más sudados podemos estar. Sin embargo, la evidencia científica tiene información para rebatir este argumento y hacernos esperar para darnos esa deseada ducha refrescante.

La importancia del sudor en la termorregulación

En primer lugar, conviene entender primero por qué suda nuestro cuerpo, bien sea cuando hace bastante calor o, como en el caso que nos ocupa hoy, después de hacer ejercicio intenso. La clave está en la termorregulación, el proceso por el cual el cuerpo humano mantiene una temperatura constante, de unos 37 ºC.

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El sudor es nuestro mecanismo natural del organismo para la termorregulación, para regular la temperatura corporal. Por tanto, una ducha apresurada puede afectar en este proceso. Al realizar actividad física, nuestros músculos queman energía, lo que produce calor y eleva la temperatura corporal. Para compensar, nuestros vasos sanguíneos se dilatan y favorecen la sudoración (o, mejor dicho, la transpiración). Si cortamos este proceso de termorregulación por ir corriendo a la ducha, puede producir efectos como mareos, vómitos o síncopes debido a lo que se conoce como 'choque térmico'.

Además, el sudor tiene otra función clave que puede ser interrumpida si nos damos una ducha muy apresurada que corte este proceso: liberar toxinas. La sudoración complementa este proceso (aunque es cierto que hay estudios que consideran que es algo ínfimo, porque el sudor es un 95% agua y solo el otro 5% contiene otras sustancias, entre ellas las toxinas). Cortar la sudoración con la ducha también puede producir la sensación de que seguimos sudando posteriormente. Una vez que se haya cumplido ese periodo de sudoración, la ducha sí será beneficiosa para el mismo fin, ayudando a limpiar la piel y prevenir efectos nocivos como irritación, acné corporal o infecciones por hongos.

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El momento idóneo para la ducha post-entrenamiento

Una vez que sabemos exactamente cuáles son los motivos por lo que esperar para ducharnos y los riesgos implícitos si no respetamos este tiempo de espera, la siguiente cuestión a resolver es cuánto deberíamos esperar. Según el consejo del Doctor José Manuel Felices, médico especialista en Radiodiagnóstico y Radiología Intervencionista del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, deberíamos esperar al menos 15 minutos después de finalizado el entrenamiento para poder plantearnos ir a la ducha. Durante este tiempo podemos simplemente descansar o aprovechar para socializar con otros miembros del gimnasio, pero aunque tuviéramos mucha prisa, nunca encadenar entreno con baño debido al choque térmico que podría provocar.

Entre los aspectos positivos que tiene el baño tras el entrenamiento, además del más evidente desde el punto de vista de la higiene corporal, sería el efecto que tiene para nuestro bienestar mental. Este momento actúa como pausa mental, lo que favorece la relajación tras un periodo de actividad física intensa y tiene su efecto en el bienestar emocional. De la misma forma, también puede favorecer el descanso posterior, especialmente si se entrena de tarde o de noche, ya que esa ducha puede ayudar a dormir mejor al provocar un estado de calma corporal y, como hemos visto antes, mental.

Otro aspecto que la ciencia ha explorado tiene que ver con la temperatura a la que darnos esa ducha después de entrenar. Ya hemos hablado de la función reguladora de la temperatura que tiene el sudor, por lo que no solamente debemos considerar el tiempo que esperar, sino el estado de frío o calor del agua con el que nos vamos a limpiar. La recomendación de este doctor es que la ducha que nos demos una vez esperado el tiempo suficiente para ser segura es que sea con agua tibia. El motivo serían los beneficios que esta temperatura puede tener para la reducción de la tensión muscular o aliviar el dolor tras el entrenamiento. Si se opta por un agua más templada, ayudaría a estimular el flujo sanguíneo y a la oxigenación de los tejidos, por lo que es especialmente recomendada si se quiere mejorar la circulación.

Además, habría que preservar el conocido como manto ácido. Este es clave para la creación de la barrera protectora de la piel y es ligeramente ácido, con unos valores de pH entre 4.5 y 5.5, aproximadamente. Como la mezcla de una ducha apresurada con el uso de un jabón alcalino pueden desequilibrar el pH de esta barrera, la piel quedaría más indefensa porque con valores alcalinos no podría sintetizar lípidos esenciales de la epidermis y esto podría suponer la pérdida de agua y posterior deshidratación. Por tanto, no conviene usar otra cosa que no sean geles de pH suave, especialmente después de estas situaciones de entrenamiento de cierta intensidad.