La española de pego que le costó el trono a Luis I de Baviera, el “rey enamorado” de Lola Montez

  • Una nueva biografía publicada en Alemania sobre la irlandesa Elisabeth Rosanna Gilbert, más conocida como Lola Montez, destaca la relevancia que tuvieron en su vida los dieciséis meses de romance que mantuvo con Luis I de Baviera, un monarca enamorado de ella hasta la perdición.

El Siglo XXI ha tenido a Lady Gaga, el siglo XX tuvo a Madonna y el XIX a Lola Montez. Con ese nombre se dio a conocer en las grandes capitales de Occidente la que probablemente sea la primera gran estrella del espectáculo femenina capaz de inventarse y reinventarse a sí misma.

En realidad se llamaba Elisabeth Rossana Gilbert, nació en Irlanda en 1821. Se dio a conocer como bailarina española bajo el nombre de María de los Dolores Porrys y Montez, alias Lola Montez. Ese no era un nombre artístico.

Ella lo reivindicaba como el suyo propio desde que se planteara subir a los escenarios, cosa que empezó a hacer en 1943 en Londres. Ahí comenzó la historia de la bailarina y celebritie decimonónica Lola Montezcelebritie.

En Alemania, una nueva biografía de Lola Montez de reciente publicación a cargo de la historiadora y profesora en la Universidad de Augsburgo Marita Krauss destaca la importancia que tuvo en su vida su paso por Múnich en tiempos del monarca Luis I. Ambos mantuvieron una relación amorosa tan platónica primero como tortuosa fue después.

Para el rey, la relación extra-matrimonial con Montez acabó en mal de amores y, poco después de la ruptura, en abdicación en su hijo Maximiliano II de Baviera.

Das Leben der Lola Montez (Ed. C.H. Beck, 2020) o “La vida de Lola Montez”, se titula el volumen de Marita Krauss. El suyo no es ni de lejos el primer libro sobre Montez que retrata la vida de esta mujer excepcional, una “artista precursora de nuestras estrellas contemporáneas como Madonna o Lady Gaga”, según la describe Krauss. Su libro sobre Montez es especial porque pudo escribirlo tras tener acceso a los diarios de Luis I.

“Sólo dos otros historiadores y yo pudimos mirar esos diarios. Pero mis colegas no los miraron en su momento para hacer una biografía sobre Lola. Hasta ahora ningún biógrafo de Lola ha podido utilizar estos diarios”, cuenta a NIUS Krauss. Esos diarios se conservan en la Biblioteca del estado de Baviera, en Múnich. Sus guardianes recelaban de ponerlos en manos de cualquiera.

“Siempre se temió que se pudiera escribir un libro sobre el romance que tuvo el rey con Lola Montez. Pero yo soy una historiadora establecida y me los confiaron”, explica Krauss, quien se ha mantenido alejada del amarillismo que podría haber tentado a más de uno. Ella, sin embargo, revela en su libro mucho de la intensa relación que mantuvo Luis I con la artista autoproclamada andaluza, de Sevilla para ser exactos.

Las intimidades de las que da cuenta sirven para mostrar lo costoso e incomprensible que es el amor cuando lo experimentan algunos hombres con muchos posibles. A priori, Luis I era un hombre entregado a las artes que convirtió a Múnich en una de las grandes capitales europeas. “Era un monarca experimentado. No dejaba que nadie le dijera ni obligara a hacer las cosas de otra forma que no fuera la suya”, según Krauss.

Artista de la autopromoción

Pero he aquí que este experimentado rey, con los sesenta años ya cumplidos, quedó prendado de una mujer llamada Lola Montez que llegó a Múnich después de haber hecho importantes juntas en París, Varsovia, Dresde, Danzig, entre otros puntos de Europa. Cuando la capital de Francia ejercía de capital mundial cultural, conoció a gente como Alejandro Dumas.

Cuenta Krauss sobre los días de Montez en París que una actuación de la falsa española podría haber inspirado al escritor Prosper Mérimée a crear la novela seriada Carmen, publicada en 1845 y a partir de la cual George Bizet crearía la célebre ópera homónima. “Hay indicios que apuntan en esa dirección”, plantea la biógrafa alemana de Montez.

Sea como fuere, lo que está claro es que Montez perfeccionó en París una de las artes que mejor manejaba: la autopromoción.

“Si sólo hubiera bailado no habría tenido tanta relevancia. Pero ella siempre que llegaba a una ciudad, se vinculaba con los periodistas y a través de eso su nombre siempre estaba saltando de un periódico a otro”, cuenta Krauss. En esas tareas, más que usar el español, lengua que no dominaba, pudo servirse del francés y de su lengua materna, el inglés.

En París, Montez mantuvo una relación con Alexandre Dujarier, editor del diario La Presse y uno de los muchos hombres que compartieron cama como Montez. Ella no dudó en servirse del dinero y del poder de estos novios para erigirse en el fenómeno que fue.

Porque ella era ya un fenómeno cuando llegó a Múnich en octubre de 1846 se entiende que, Luis I, implicado como estaba en la vida cultural de su capital, fuera de los primeros en prestar atención a la supuesta bailarina española una vez ésta piso suelo bávaro.

“Rey enamorado” en una semana

Cuatro días después de haberla visto por primera vez, Luis I ya confesaba a su diario: “Lola Montez me ha impresionado”. Montez era una mujer avanzada para su época, con un carácter arrollador capaz de llevarle a enfrentarse con el público cuando éste no estaba satisfecho con sus actuaciones. De hecho, hay motivos suficientes para pensar que esas pruebas de su carácter figuraban entre las razones por las que valía la pena ir a verla sobre los escenarios.

No había pasado ni una semana de haberla visto por primera vez, y Luis I, casado con Teresa de Sajonia-Hildburghausen, ya decía estar enamorado de Lola Montez. “Hablamos de una forma de amor muy idealizada. No es cuestión de que estuvieran todo el día juntos en la cama. Era una relación como la de una cantante y su fan”, explica Krauss.

“Pero Lola tenía la posibilidad de generar esa idealización del rey. Si ella hubiera sido una persona de la calle, como se ha pensado que fue, entonces no hubiera sido posible que ella fuera capaz de pasar tres horas al día con el rey”, abunda la historiadora.

Lo cierto es que el rey bávaro invirtió tiempo, mucho tiempo, y dinero, mucho dinero, en su relación con Lola. Le hizo innumerables y, a la larga, incalculables regalos.

Puso en sus manos un palacete en el centro de Múnich. También le atribuyó una generosa asignación económica después de un mes de conocerla que equivalía a cinco veces el salario anual de un profesor de universidad.

La influencia sin agenda política de Montez

Esa asignación el rey la acabaría doblando. Mantener a Lola Montez era mucho mantener. “Lo que hizo fue explotar económicamente al rey. El problema es que él no puso límites a esa relación y ella lo utilizó”, explica Krauss. Pero a la vista está que Montez no sólo se conformaba con todos los lujos de vivir como en una princesa de “Las mil y una noches”.

“En la segunda mitad del año 1847 ella ya tenía mucha influencia sobre el rey y cada vez más se fue metiendo en política”, sostiene Krauss. En sus citas con el rey, Montez sugería castings para puestos públicos. Hubo ministros y gobiernos que cayeron por los deseos de Montez. Incluso llegó a designarse en Baviera a uno de los gobiernos del rey como el “Lolaministerio”, según recoge Krauss.

Pero según la biógrafa alemana de Montez, ésta, en realidad, nunca tuvo tanta influencia como la que se le atribuyó. Montez nunca tuvo ninguna agenda política más allá del autobombo y de contrarrestar algo la influencia de la Iglesia católica en los asuntos públicos.

Pero que fuera habitual objeto de escándalo por sus manejos, en los palacios y fuera de ellos, sumado a que ella tenía una relación abierta con Luis I sin que éste aparentemente se diera mucha cuenta, le granjeó muchos enemigos.

Tras 1848, ella empresaria y él abdicando

Su estancia en Baviera no llegó al año y medio. Estuvo hasta febrero de 1848, dejando al rey enamorado Luis I con el corazón roto y un agujero en el bolsillo que Montez continuó usando el tiempo que ella, tras huir de los muchos enemigos que se generó e Múnich, necesitó en Suiza para pensar el siguiente paso de su carrera.

Ese paso consistió en casarse con un hombre rico más joven que ella en el Reino Unido. Después iniciaría una etapa como empresaria del mundo del espectáculo en Estados Unidos, con eventos que llegó a presentar en Australia. “Entonces se hizo empresaria y dejó de ser dependiente de los hombres como había hecho toda su vida. Ganó mucho dinero y se dedicó a tirar su propio dinero por las ventanas, y no el de otros”, cuenta su biógrafa.

Luis I, por su parte, no sobrevivió en el trono al periodo revolucionario de 1848. Acabaría abdicando en su hijo Maximiliano II tras haber hundido su reputación, en buena parte también por su incomprendida e infructuosa relación con una Lola Montez.