El legado que nos dejó Federico García Lorca, pilar de la cultura española y gran referente histórico gay

  • Se cumplen 123 años del nacimiento de uno de los poetas más importantes de España, Federico García Lorca

  • Lorca fue asesinado en agosto de 1936, un mes después de empezar la Guerra Civil, "por maricón"

  • Su nombre te suena seguro porque, como mínimo, has tenido que estudiarlo en clase de literatura, pero su legado va más allá de su producción artística

El 5 de junio de 1898 nació el poeta español más importante del siglo XX. Un personaje irrepetible y un icono global cuyo asesinato conmocionó al mundo. 123 años después de su nacimiento y 85 después de su cruel muerte, el aroma a campo y a río del autor de versos tan populares como los del ‘Romancero gitano’ o los de ‘Poeta en Nueva York’ siguen impregnando nuestra manera de entender la libertad, el amor y el arte.

Los versos inmortales de Federico le han otorgado un lugar privilegiado en la historia de la literatura, pero su impacto e influencia van mucho más allá. Lorca es probablemente el mayor referente histórico para la comunidad LGBTIQ+ española; una figura pionera de la libertad de amar, aunque vivió en conflicto con su sexualidad la mayor parte de su vida. Amante y embajador total del flamenco, de la tradición y de la identidad andaluzas, fue también un gran divulgador de la cultura entre la clase popular. Y, trágicamente, es el mayor representante de la barbarie que significó la Guerra Civil, un conflicto del que se convirtió en la más simbólica víctima.

“Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir”, diría en alguna ocasión el poeta granadino, que vino al mundo en Fuente Vaqueros, un pequeño municipio de Granada, aunque se trasladó a la capital con once años. En su familia, de posición económica privilegiada, siempre hubo gran inquietud por el arte. Sobre todo por parte de su madre Vicenta, maestra de profesión, que desde muy pronto inculcó a su hijo la pasión por las letras.

La historia de amor entre Lorca y Salvador Dalí

En 1919, con 21 años, Lorca se traslada a Madrid, donde vivirá hasta 1926 en la Residencia de Estudiantes, institución puntera por donde pasaron los mayores intelectuales de la época, como Albert Einstein y Marie Curie. Allí conoció a Salvador Dalí (artista que inspiró el videoclip de 'La noche de anoche', de Bad Bunny y Rosalía), que fue quizás el amor más trascendente de su vida. El pintor catalán se enredó en una relación extraña con Lorca: eran inseparables, se intercambiaban poemas y dibujos, pasaban todo el día juntos y se llamaban “Salvadorcito” y “Lorquito”. Pero en un momento en que la homofobia ni siquiera tenía nombre porque era absoluta, su amor nunca se llegó a consolidar.

El propio Federico vivió con gran conflicto su atracción hacia los hombres. En un día histórico en que paseaban junto a las pintoras Maruja Mallo y Margarita Manso por la Puerta del Sol de Madrid, estas decidieron quitarse el sombrero con rebeldía. Que una chica no llevara cubierta la cabeza era entonces una afrenta a las buenas costumbres. Llovieron piedras e insultos, y algunos se referían a Lorca y Dalí. Parece ser que, ante los gritos de “’maricones”, Lorca contestaba “¡no, maricones, no!” y Dalí “¡sí, maricones, sí!”.

El ingreso en la Residencia de Estudiantes del cineasta Luis Buñuel significó el fin de affaire entre ambos. Al parecer, la influencia de Buñuel –que no tenía ningún aprecio por el poeta granadino– terminó por separarlos. Cineasta y pintor firmaron juntos el cortometraje surrealista ‘Un perro andaluz’, cuyo título era una burla velada a Federico.

Poco tiempo después, quizás para dejar atrás un episodio tan doloroso, Lorca viaja a Nueva York. Un viaje que le cambiará para siempre: en la capital norteamericana se atreve a experimentar todo aquello con lo que en España solo puede fantasear –incluyendo, según sus biografías, orgías con hombres negros en el barrio de Harlem–. Federico, que tras visitar la ciudad de los rascacielos (y plasmar lo vivido en ‘Poeta en Nueva York’) también pasó por Cuba, donde vivirá de manera mucho más abierta su homosexualidad a partir de entonces. Algunos nombres propios de su vida amorosa son el escultor Emilio Aladrén y Rafael Rodríguez Rapún, a quien dedica los ‘Sonetos del amor oscuro’.

Persona extraordinariamente ocurrente y divertida, Federico García Lorca es para entonces toda una superestrella. El poeta Jorge Guillén decía de él que “cuando estás con Federico no hace ni frío ni calor. Hace Federico”. En la literatura su triunfo es absoluto; no solo firma algunos de los poemas más famosos en lengua castellana, sino que sus obras de teatro le procuran un enorme éxito popular. Tragedias como ‘Bodas de sangre’, ‘Yerma’ y especialmente ‘La casa de Bernarda Alba’ se representan sin parar por toda España. Lorca domina ya para entonces el lenguaje que le hará eterno: convierte las palabras sencillas y tangibles (luna, sangre, arena, navaja, hierba o boca) en pura lírica, en pura poesía.

Y convencido de que el teatro mejora la vida de la gente, funda la compañía La barraca, una cooperativa de actores y técnicos que recorren la península de pueblo en pueblo, levantando en las plazas representaciones de obras clásicas del teatro español.

Es en mitad de esa aventura donde le pilla el estallido la Guerra Civil. Federico planea entonces exiliarse junto a su novio de entonces, el albaceteño Juan Ramírez de Lucas. Pero antes, viaja hasta Granada para despedirse de su familia. Jamás regresaría de ese viaje, puesto que el 16 de agosto de 1936 es detenido por el ejército sublevado (el bando franquista), que ya controla Granada, y el día 18 es fusilado. Uno de los asesinos se reiría después de haberle dado “dos tiros a García Lorca en el culo, por maricón”.

El legado que dejó Federico García Lorca

Aunque Federico murió de una manera cruel e innecesaria hace 85 años, su espíritu sigue cruzando nuestros campos y nuestros caminos. Sería imposible repasar la influencia del poeta en la cultura española y mundial, tanto la más popular como la más elevada. Su rastro en la música, por ejemplo, va del icono Leonard Cohen (bautizó como Lorca a una de sus hijas) a Amaia Romero, que versiona el ‘Zorongo gitano’ en sus conciertos; pasando por Enrique Morente, que cantó con su voz desgarrada los versos del poeta, y hasta Mecano, que claramente se inspiraron en el granadino para componer su ‘Hijo de la luna’.

Las obras de Lorca se han llevado docenas de veces al mundo audiovisual, de maneras a veces sorprendentes. Carlos Saura firmó una versión de ‘Bodas de sangre’ totalmente bailada, sin diálogos; la misma obra que más recientemente Paula Ortiz adaptó en ‘La novia’ y que cuenta incluso con una versión marroquí. Marisol protagonizó una ambiciosa adaptación televisiva de ‘Proceso a Mariana Pineda’, mientras que Ana Belén ha sido Adela, la malograda hija de Bernarda Alba, y Aitana Sánchez-Gijón se ha metido en la piel de ‘Yerma’.

En todas estas obras, destaca sin duda la potencia de los personajes femeninos. Lorca inventó algunas de las mujeres más inolvidables de la cultura española: mujeres fuertes que son las que realmente gobiernan su mundo, las que dan salida a sus pasiones, las que claman venganza, las que escapan para perseguir su deseo. Son las que hacen cumplir las leyes y también las condenadas por esas mismas normas sociales, porque encarnan el retrato vivo de su época. En el teatro lorquiano hay mujeres despreciadas por ser solteras, por no ser fértiles, por no querer a sus maridos, por enamorarse y por defender su libertad. A todas esas mujeres invisibles de los pueblos y de los campos colocó el poeta en el centro del escenario.

Son esas mujeres, junto a los paisajes naturales y las figuras retóricas tan presentes en sus versos, las transmisoras del legado que nos dejó para siempre Federico García Lorca, poeta de Fuente Vaqueros. Una lección de libertad y de solidaridad, de amor por la tierra, que “da sus frutos para todos”, por los demás, por el arte, por la libertad y por la verdad de uno mismo, expresados con el coraje y con la alegría del que sabe, como la madre del novio de ‘Bodas de sangre’, que “callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima”.

"Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo". En el mundo siguen tus palabras, Federico.