Pedro Simón, premio Primavera 2021: "Los confinamientos no existen si tienes a mano una librería"

  • El autor de 'Los ingratos' reivindica a la generación que cuidó de los niños de los 70 que ahora es la que más sufre con la covid

  • Su libro plasma la vida de una cuidadora sorda y analfabeta en un pueblo, inspirada en la 'Roma' de Cuarón

  • Simón sigue creyendo en el periodismo porque "se debe escribir para la gente que no grita, que son la mayoría"

Pedro Simón (Madrid 1971) es periodista y trabaja en el diario El Mundo. Ha ganado el premio Ortega y Gasset en 2015 y el premio al Mejor Periodista del Año de la Asociación de la Prensa de Madrid en 2016. Fue finalista de los premios de la Fundación Gabo en 2020. También es escritor. Entre sus libros destacan dos antologías de reportajes (Siniestro Total y Crónicas bárbaras) y su novela Peligro de derrumbe.

Hablamos con él por la publicación de su último libro, Los ingratos, Los ingratosPremio primavera de novela 2021. La historia narra la vida niño en la España de los 70 y su relación con los que y lo que le rodea. Pero sobre todo con Emérita (Eme) una cuidadora sorda de historia trágica que soporta todo el peso de la narración. La vida del niño está llena de las cosas de los niños de la época que viven en un pueblo: ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo, visitar el ultramarinos, ver en la tele el Un, dos, tres o El hombre y la tierra, escuchar a su madre expresiones como "te voy a meter en vereda" o "haz las cosas como Dios manda", un Simca 100, los partidos del Atleti por la radio... Porque Pedro, como el que suscribe, es del Atleti. Y eso siempre aparece.

Los ingratos nos refleja la vida de aquellos que silenciosamente se ocuparon de los nacidos en los 60 y 70. Esos que ahora sufren más duramente las consecuencias de la covid, en el olvido ingrato de quienes crecieron con sus cuidados.

Pregunta: Los ingratos, ¿lo son aposta o es ley de vida?

Respuesta: Es una ingratitud condenada a repetirse. Las generaciones venideras con las anteriores. En el caso de esta novela, se habla de la ingratitud de la generación nacida en los 70 con respecto a sus mayores. La historia de una maestra rural que viaja por esos pueblos con el objetivo final de llegar destinada a la ciudad. Vive con sus hijos. Llega una cuidadora a casa. Una mujer de pueblo, semianalfabeta, sorda, que vive sola. Esa mujer cambiará la vida del niño más pequeño de la casa. Como nadie lo hará en su vida. Escribo sobre esas ingratitudes. Incalculables. Irreparables.

P: ¿Cuántas Emes has conocido en tu vida?

R: Muchas. El libro nace tras ver la película de Cuarón, ‘Roma’, que cuenta la historia de una cuidadora indígena en una familia de la burguesía mexicana. Yo me di cuenta de que esas mujeres ya existían a la española en el medio rural. Y de que eran invisibles. Y de que no habíamos hablado de ellas. Mujeres con las manos ásperas. Sin estudios, pero con una inteligencia muy vida. Generosas como nadie. Ellas se inmolaron para que los demás nos fuéramos del pueblo.

P: ¿Los niños de pueblo son más espabilados que los de ciudad?

R: No creo. Antes sí. Hoy no necesariamente. Los pueblos se están convirtiendo en lugares fantasma donde es difícil socializar. Sí que veo una comparación con los niños de antes: hoy están mucho más sobreestimulados, conectados, enchufados, entretenidos… Lo que no sé es si todo eso les hace mejores que antes.

La televisión antes era Satanás y ahora es el nuevo pegamento que une a las familias que ven algo juntos

P: ¿En tu casa se hacen las cosas "como Dios manda"?

R: En mi casa las cosas se hacen como mando yo. Es aquello que decía Paul Newman. “En mi casa mando yo. Yo me ocupo de las cosas importantes: cuándo se acaba el hambre, cómo llevar la paz al mundo, cómo terminar con el cambio climático… En cambio, mi mujer se ocupa de las cosas menos importantes: dónde vivimos, a qué colegio van los niños, dónde invertimos el dinero, todo eso”.

P: ¿La TVE del Un, dos, tres y Felix Rodríguez De la Fuente vertebraba España?

R: No sé si vertebrar, pero sí que une. Y hoy más que nunca. Qué rápido cambia todo, eh. Hace diez años la televisión era el gran Satanás. Decíamos que por culpa de ella no hablábamos ni socializábamos. Hoy, cuando queremos hacer algo en casa juntos, cuando queremos que cada uno salga de su ensimismamiento líquido, decimos: “¿Por qué no vemos algo juntos en la tele?”. Es el nuevo pegamento. Mirar algo juntos durante un rato. Aunque no sean las nubes.

P: ¿Qué te gusta de Faciolince?

R: Qué no.

P: ¿Qué te movió a escribir Los ingratos?

R: Mi trastero. Mi mochila. Todo eso que llevas ahí. Yo también fue hijo de una maestra rural en los setenta. Cuando eres joven eres todo lo que te queda por delante. Cuando tienes cuarenta y tantos, eres mucho de los que te queda por detrás. Incluso aquello que decía José Emilio Pacheco: ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los 20 años. Es tremendo ese momento.

P: ¿Ya eres un escritor o eres un periodista que escribe libros?

R: Uno es escritor cuando la gente quiere que lo seas. Cuando pagas tus facturas con la escritura. Y yo, hasta este libro, pago mis facturas con el periodismo. En cualquier caso, son dos amores distintos. Y se puede querer a dos. Ser un gran esclavo (periodismo, los hechos que no puedes cambiar) y ser un pequeño dios (la novela, la ficción que puedes moldear).

Javier Gomá me dijo una vez: “En España se leen pocos libros porque todo el mundo está escribiendo el suyo”

P: ¿Vender libros es más difícil que vender periódicos?

R: Uy. Me temo que la cosa está igual de jodida… Había una cosa que me dijo una vez Javier Gomá que me hizo mucha gracia: “En España se leen pocos libros porque todo el mundo está escribiendo el suyo”. Me reí mucho. Pero lo cierto es que con la pandemia hemos comprobado que se lee. Y no poco. Y eso es muy reconfortante. Porque no existen los cierres perimetrales ni los confinamientos si tienes a mano una librería.

P:

Dame algún motivo para seguir siendo periodista en medio de este lodazal público.

R: Te doy varios: pagar tus deudas, llenar la nevera, no molestar en casa, conocer a gente maravillosa… Y ahora en serio: porque se puede y se debe escribir pensando en la gente que no grita. Porque son muchos más los silenciosos que los ruidosos. Lo que pasa es que los primeros no te dan la turra en las redes.

P: ¿Te has acostumbrado al Metropolitano y al escudo nuevo?

R: El cambio de estadio era inevitable. Lo que pasa es que somos memoria. Y por eso nunca querríamos salir del Calderón. De esa piel de cemento. Tan fría y tan caliente, eh. En cuanto al escudo… Creo que el club podría haber hecho las cosas mejor. Preguntándole a la masa social. Lo que pasa es que la democracia, depende de para qué cosas, nos estorba…

P: ¿Vamos a ganar la liga?

R: No.

P: ¿Te importa no ganarla?

R: No. Mil veces no.

Esas cosas solo le importan a quienes las necesitan para seguir queriendo, añado.