¿Te sientes sucio después de practicar sexo? 5 consejos para gestionar la situación y disfrutar sin culpa

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  • No nos damos cuenta, pero muchas personas tenemos creencias negativas interiorizadas sobre la sexualidad

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Explorar nuestro cuerpo y conocer el placer es un reto al que nos enfrentamos durante toda nuestra vida, y aunque la sexualidad es autoconocimiento y liberación, también es tabú. Cuando pensamos en los prejuicios sobre el sexo, todos nos imaginamos a una persona de noventa años que se ruboriza cuando sale ese tema de conversación porque en su época era algo íntimo. Se tenía sexo, pero no se hablaba de sexo. Sin embargo, todos somos víctimas de la represión sexual, independientemente de nuestra edad.

“No sé qué me pasa, pero cuando tengo un orgasmo me invade un sentimiento de culpabilidad, como si me sintiese sucia por haber disfrutado”, confiesa Verónica, estudiante de medicina de 22 años. Las palabras de Verónica son una secuela de esa represión sexual de la que hablábamos y, desgraciadamente, no se trata de un caso aislado.

La sensación de suciedad moral

La sensación de suciedad moral se produce cuando nos enfrentamos a una situación que no encaja con nuestros valores. Por ejemplo, si vemos a un vendedor estafando a un anciano, rápidamente sentiremos mucho desagrado y asco. Sabemos que mentir está mal y que aprovecharse de alguien vulnerable es injusto, y por eso nos sentimos incómodos.

Normalmente esta sensación de suciedad moral se produce ante situaciones en las que no somos el agente responsable. Es decir, alguien actúa mal y nosotros reaccionamos con desagrado. ¿Qué ocurre cuando somos nosotros quienes actuamos “inmoralmente”? En ese momento se produce un fenómeno de disonancia cognitiva. Actuamos de una forma, pero pensamos de otra, y eso nos genera todavía más malestar.

¿Por qué nos sentimos sucios tras el sexo?

En el caso de la sexualidad se produce una disonancia cognitiva mucho más compleja, intensa y difícil de identificar, ya que entran en juego prejuicios que tenemos interiorizados.

Si lo pensamos de forma superficial, todos estamos de acuerdo en que el sexo es algo positivo. El problema es cuando analizamos nuestras creencias más profundas y arraigadas fruto de la educación represiva y las malas experiencias.

Muchos adolescentes crecen en familias y colegios donde la sexualidad es algo peligroso, generando miedo interiorizado al sexo. Lo lógico sería abordar la sexualidad de una forma realista y positiva: hablar de consentimiento, de prácticas de riesgo, de métodos anticonceptivos, etc. Sin embargo, se les convence de que la única forma de evitar ETS y embarazos indeseados es “no teniendo sexo”.

Por otro lado, se convierte el sexo en algo oculto, secreto y tabú. Cuando ya eres suficientemente mayor, puedes tener sexo. Eso sí, no puedes hacerlo en casa porque es “una falta de respeto”, y tampoco puedes decírselo a tus padres porque “de esos temas no se habla”.

Este tipo de educación moralista tiene sus consecuencias y la más grave y duradera es que cuando somos adultos seguimos manteniendo prejuicios respecto al sexo, incluso cuando conscientemente sabemos que es algo natural. Por eso cuando tenemos relaciones sexuales, nos masturbamos o alcanzamos un orgasmo, nos podemos sentir sucios y culpables.

Cómo reducir la suciedad moral sexual

La sensación de suciedad moral sexual se construye durante toda nuestra infancia, adolescencia y parte de la edad adulta, por eso es tan difícil de eliminar. Lo más importante es evitar reducir esa sensación de suciedad moral como lo haríamos con la sensación de suciedad real. Es decir, duchándonos. Si te duchas tras el sexo porque has sudado mucho no pasa nada, pero si te duchas para eliminar esa culpabilidad y malestar puedes estar afianzando hábitos obsesivo-compulsivos.

Para evitar que la suciedad moral vaya a más, es importante cambiar nuestros hábitos y convertir el sexo en algo positivo, saludable y consensuado.

1. Habla de sexo con naturalidad

No hace falta que hables de sexo con todo el mundo, sobre todo si eres una persona reservada y te incomoda ese tema. Lo que sí te recomiendo es que normalices este tema de conversación con tu pareja afectivo-sexual. ¿Alguna vez habéis hablado de vuestras experiencias, fantasías y límites? Si la respuesta es no, te aconsejo hacerlo.

2. Deconstrúyete: ¿Cuáles son tus prejuicios?

Todos tenemos prejuicios respecto al sexo. Por ejemplo, pensamos que el placer solo se alcanza si hay orgasmo, que sin penetración el sexo está incompleto, o que hay prácticas que son tabú como el sexo anal en hombres.

3. Mantén una actitud más abierta respecto a la sexualidad

Es importante conocer nuestros prejuicios como acabamos de ver, pero también es fundamental ponernos manos a la obra para derribarlos. ¿Cómo? Animándonos a probar nuevas prácticas sexuales, descubriendo nuevas fantasías o intercambiando roles.

4. Conoce tus límites y exprésalos

Ser abierto no significa probarlo todo. Habrá cosas que no te gusten o que te incomoden, y es muy importante que sepas identificarlas y, sobre todo, expresarlas. A veces esto es difícil porque lo que no te gusta es algo que al resto de gente sí (o eso crees). Por ejemplo, el sexo oral o la penetración. Te puedes sentir como un “bicho raro” por no disfrutar de estas prácticas, pero recuerda que no eres la única persona que se siente así y que nunca debes acceder a hacer lo que te incomoda solo porque estén socialmente bien visto.

5. Construye nuevos hábitos sexuales

Para reducir la culpabilidad respecto al sexo es importante cambiar nuestro paradigma sexual. Debemos dejar de considerar el sexo como una obligación o como algo que le debemos a nuestra pareja. Hazlo cuándo te apetezca y cómo te apetezca. Por otro lado, no te sientas culpable si no te apetece sexo en pareja, pero sí quieres masturbarte en solitario. No te reprimas y sigue tus instintos, pero, sobre todo, habla de tus necesidades abiertamente.