Herencias

El efectivo cambio que ha implantado Japón en sus testamentos que podría llegar a España

Momento de la firma de un testamento.. Pixabay
  • Japón presta atención a la importancia de gestionar de forma responsable la vida digital después del fallecimiento

  • En un mundo conectado, también existen activos digitales que merecen atención: redes sociales, monederos de criptomonedas, servicios de pago...

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La forma en la que nos comunicamos, almacenamos recuerdos y gestionamos nuestras finanzas ha cambiado radicalmente, y sin embargo, seguimos dejando de lado una cuestión clave: qué ocurre con todo ese legado digital cuando ya no estamos. En Japón ya se han dado pasos importantes en este sentido.

En este país asiático, incluir la información sobre cuentas online, contraseñas y servicios digitales en los testamentos es cada vez más común. ¿Y en España? Pese a que la realidad digital también forma parte de nuestra vida diaria, la práctica todavía no está generalizada, pero ¿por qué no lo hacemos ya en España?

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Un modelo pionero para proteger la huella digital

La recomendación de incluir detalles digitales en los testamentos no nace de una tendencia efímera. En Japón, el Centro Nacional de Asuntos del Consumidor ha advertido sobre la importancia de gestionar de forma responsable la vida digital después del fallecimiento. Desde cuentas bancarias online hasta archivos familiares en la nube, la planificación de este tipo de bienes es ahora una prioridad.

Esta propuesta se ha convertido en una solución práctica frente a situaciones frecuentes como suscripciones activas que continúan generando gastos tras el fallecimiento del titular o datos personales que quedan expuestos al no poder cerrarse una cuenta. El objetivo es claro: evitar conflictos y garantizar una administración ordenada del legado digital.

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Consecuencias de ignorar nuestra vida digital

Imagina que alguien fallece y su familia no tiene acceso a sus fotos, vídeos o documentos almacenados online. O que se siguen cobrando servicios como plataformas de entretenimiento o almacenamiento porque nadie puede acceder a las cuentas.

Estos casos son más habituales de lo que parece, y su resolución puede ser complicada si no se ha dejado ningún tipo de instrucción previa.

El testamento digital como complemento necesario

El testamento tradicional contempla viviendas, vehículos, dinero y objetos de valor. Pero en un mundo conectado, también existen activos digitales que merecen atención: redes sociales, monederos de criptomonedas, cuentas de correo electrónico y servicios de pago, entre otros. Integrarlos en un testamento no implica sustituir lo clásico, sino actualizar la planificación a la realidad actual.

Una buena forma de empezar es elaborar un inventario de todos los servicios digitales que utilizamos a diario. De este modo, los herederos tendrán la posibilidad de gestionar correctamente esos recursos y evitar el acceso no autorizado o la pérdida de información personal.

El papel del albacea digital

Así como se nombra a una persona para ejecutar las últimas voluntades tradicionales, también puede designarse a alguien de confianza para hacerse cargo del entorno digital.

Este albacea digital tiene la responsabilidad de cerrar cuentas, conservar archivos importantes o transferir el control de ciertos servicios, siempre conforme a los deseos expresados por el fallecido.

Japón ha sabido establecer mecanismos simples pero eficaces para llevar esto a cabo, animando a sus ciudadanos a incluir estas instrucciones en su planificación testamentaria.

En España, ya existen precedentes que muestran una sensibilidad creciente hacia este tema. La ley de voluntades digitales en Cataluña permite establecer el destino de los bienes online y da reconocimiento legal a este tipo de indicaciones. Es un punto de partida que puede tenerse en cuenta en el resto del país con políticas claras y campañas informativas.

El modelo nipón nos enseña que no se trata de tecnología futurista ni de complicados procesos legales. Se trata, simplemente, de planificar con responsabilidad. Gestionar el legado digital antes de que se convierta en una carga para los herederos permite, sin duda, evitar situaciones incómodas.