¿Realmente necesitas cambiar de móvil cada dos años? Lo que te cuesta seguir la tendencia
Un 47,5% renueva sus teléfonos por deterioro funcional, mientras que un 22,9% lo hace porque sienten que el aparato se ha quedado obsoleto
El error común que obliga a muchos españoles a cambiar de móvil cada dos años
En una sociedad que celebra la novedad con fervor casi litúrgico, cambiar de teléfono móvil cada veinticuatro meses se ha convertido en un gesto casi automático, más asociado a una pulsión de pertenencia que a una necesidad real. Sin embargo, esta práctica, aparentemente inocua, va mucho más allá, y permea a distintos niveles que no suelen estar en el punto de mira a la opinión pública, aunque comienzan a emerger en informes de consumidores y estudios de impacto a escala europea.
La tiranía del ciclo bianual: entre el marketing y la presión social
Según datos recopilados por la OCO, la vida útil técnica de un smartphone bien mantenido puede superar los cinco años sin que sus funciones esenciales se vean comprometidas. A pesar de ello, la costumbre de renovar terminal cada dos o tres años se mantiene como una especie de convención social, reforzada tanto por los incentivos comerciales de las operadoras como por la obsolescencia percibida que imponen las campañas de marketing.
Un informe apunta que un 47,5% de quienes renuevan sus teléfonos lo hacen por deterioro funcional, mientras que un 22,9% lo hace simplemente porque sienten que el aparato se ha quedado obsoleto, aunque continúe funcionando adecuadamente. Esta “obsolescencia psicológica”, acuñada así por el sociólogo Giles Slade, tiene más que ver con la percepción que con el rendimiento objetivo del dispositivo.
Un coste invisible: la factura de seguir la moda
Más allá del desembolso inmediato, que puede oscilar entre los 300 y los 1.200€ por terminal dependiendo de la gama, el impacto acumulado de mantener un ciclo bianual de renovación durante una década se traduce en varios miles de euros en gasto tecnológico. Según cálculos estimados, el coste medioambiental asociado a la fabricación de un solo smartphone equivale a un trayecto en coche de unos 400 km. Esto, multiplicado por millones de unidades en circulación, el balance ecológico resulta perturbador.
Un informe elaborado por la Universidad de Zaragoza en colaboración con Amigos de la Tierra señala que extender la vida útil media de móviles y portátiles en España de tres a cinco años reduciría emisiones de dióxido de carbono equivalentes a las generadas por 17.000 automóviles en circulación durante un año. La producción de estos dispositivos requiere materiales escasos y contaminantes como el coltán, el litio o el cobalto, cuya extracción suele producirse en condiciones laborales cuestionables.
Alargar la vida útil: un acto de rebeldía sostenible
Si bien la narrativa comercial insiste en que lo nuevo es sinónimo de eficiencia, los expertos apuntan que muchas veces basta con realizar ajustes sencillos para prolongar la funcionalidad de los dispositivos móviles. Hablamos de reemplazar una batería degradada, actualizar el software cuando el fabricante lo permite, o incluso adoptar buenas prácticas de carga puede ser evitar ciclos completos de carga del 0 al 100 %. Estas acciones al alcance de cualquier usuario pueden añadir años de vida útil al dispositivo.
Además, la reciente normativa europea que exige a los fabricantes garantizar actualizaciones durante al menos cinco años y facilitar la reparación de componentes clave (como la pantalla o la batería) allana el camino hacia un consumo más racional. La Comisión Europea ha señalado que esta medida no solo alivia el bolsillo de los usuarios, sino que representa una herramienta clave en la transición hacia modelos de economía circular.
Algunos fabricantes, bajo la presión de estas exigencias regulatorias, ya han comenzado a ofrecer programas de sustitución de piezas a precios asequibles y tutoriales de reparación, una práctica que en los años recientes parecía relegada al activismo del movimiento Right to Repair.