Calviño se enfrenta a una votación reñida para presidir el Eurogrupo: ¿qué posibilidades tiene?

  • La votación para elegir al próximo presidente del Eurogrupo es secreta

  • Hay tres candidatos: la española y los dos ministros de Finanzas de Irlanda y Luxemburgo

Los 19 ministros de Finanzas de la Eurozona elegirán este jueves al sucesor (o sucesora) del portugués Mario Centeno en la presidencia del Eurogrupo, un organismo informal que ni aparece en los tratados europeos ni tiene salario ni estructura propia pero que puede llegar a tener una influencia clave en las políticas económicas europeas.

Los candidatos son:

  • La vicepresidenta y ministra española de Economía, Nadia Calviño.
  • El ministro de Finanzas de Irlanda, Paschal Donohoe.
  • Y el de Luxemburgo Pierre Gramegna.

Una mujer y dos hombres. Una socialdemócrata, un conservador y un liberal. Una candidata del sur, uno del norte y otro del centro. El procedimiento de votación es sencillo. Los 19 ministros de Finanzas votan de forma secreta escribiendo el nombre de uno de los tres candidatos en un papel. Será nuevo presidente (o presidenta) del Eurogrupo quien sume 10 votos. Si nadie los suma en la primera votación se vuelve a votar. Las normas no marcan que el menos votado de los tres se elimine tras la primera votación, pero la tradición dice que suele retirar su candidatura en ese momento. O antes si espera muy pocos votos y quiere evitar la humillación

Pros y contras de Calviño

Las fuentes consultadas en Bruselas se alegran de que esta vez “los tres candidatos son de nivel, algo que no se dio siempre”, en referencia al holandés Jeroen Dijsselbloem, un ingeniero agrónomo que además de insultar (aquello de que el sur se gasta el dinero en “tragos y mujeres”) no llegaba al mínimo nivel técnico (sus declaraciones tras el rescate a Chipre obligaron a una segunda cumbre y a corregir el documento).

Calviño, cuentan varias fuentes comunitarias, tiene algunos puntos que la pondrían como evidente favorita. Además de que sería la primera mujer que ocupara el cargo tras tres hombres (el luxemburgués Jean-Claude Juncker, el holandés Jeroen Dijsselbloem y el portugués Mario Centeno), es de la casa (fue directora general de Presupuestos de la Comisión Europea), políglota (domina el inglés, el francés y el alemán) y conoce al detalle los dossieres.

Pero Calviño tiene contras. En los dos últimos años han surgido voces que, off the record, cuentan que algunos ministros, como el francés, llevan a mal el tono de la española en algunas negociaciones duras. Algunos de sus homólogos la tienen por “demasiado federalista”, una europeísta a ultranza, algo que debería ser bueno para el cargo, siempre y cuando el que tenga que votarte también lo vea como un punto a favor.

Más ajustado de lo previsto

Hace unas semanas, cuando se lanzaron las candidaturas, Nadia Calviño parecía la clara favorita. El apoyo público que le dio Angela Merkel corroboró esa impresión. Sigue siendo la favorita pero Donohoe tiene todavía cartas que jugar. Una victoria del luxemburgués sería una auténtica sorpresa, salvo que un bloqueo entre Donohoe y Calviño le haga crecer como candidato de consenso.

Calviño tiene un puñado de votos seguros. Al suyo propio puede unir con seguridad el portugués, el griego, el italiano, el alemán y probablemente el eslovaco. Seis. El candidato irlandés contaría con seguridad con el suyo, el austríaco, el holandés y los tres bálticos. Seis. El luxemburgués apenas tendría asegurados dos: el suyo y el belga. Seis para Calviño, seis para Donohoe y dos para Gramegna.

Los otros cinco votos no están claros. Francia debería darle el séptimo a Calviño pero Macron ha dado total libertad a su ministro y en los correveidiles bruselenses se dice que la relación entre la española y el galo Bruno Le Maire no es la mejor posible.

Si Le Maire no vota a Calviño, debería hacerlo por Gramegna, al menos en la primera votación. Malta duda pero su voto, socialista y del sur, debería ir a Calviño. La española, con esos dos, se iría a ocho. El voto francés sí podría ir a Calviño a cambio de que España apoyara a Odile Renaud-Basso para dirigir el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo.

Finlandia, con su Gobierno de mayoría femenina y con cuarto partidos en la coalición, es una incógnita. Su vena socialdemócrata y de reivindicación feminista les inclinaría por Calviño, pero su política económica de los últimos años y la geografía por Donohoe. Chipre, si sigue los pasos de Grecia (sur, conservador) debería votar a Calviño, pero su Gobierno no ha hecho ninguna declaración que aclare sus intenciones. El voto esloveno es otra incógnita, aunque en Bruselas se espera que tienda hacia el candidato irlandés.

Con estas complicadas matemáticas, nadie llegaría a los 10 votos en la primera votación y la clave estaría en a quién irían los pocos votos de Luxemburgo en la segunda ronda. El voto luxemburgués sería del irlandés por la defensa de sus sistemas (paraísos) fiscales pero podría ser de Calviño por su mayor pedigrí europeísta y porque el Gobierno luxemburgués está alineado con el español en cuanto al fondo de recuperación post-crisis. El voto belga debería seguir las mismas vías. Pero hay partido y el voto es secreto.

¿Qué importancia tiene?

Más allá del prestigio para la persona, su Gobierno y su país, ¿cuál es el valor real de presidir el Eurogrupo? Se podría decir que depende de la persona y del momento. Mientras Juncker fue un presidente “político”, que forzó debates, que provocó choques y que sirvió para dar realce al cargo, Dijsselbloem fue saltando de polémica en polémica y demostrando sus lagunas técnicas y Centeno fue un hombre discreto, brillante economista y forjador de consensos sin levantar la voz.

¿Se beneficiaron Luxemburgo, Países Bajos y Portugal de tenerlos en el cargo? Poco, por no decir nada. Pero el cargo, según el momento, sí puede permitir guiar la agenda hacia uno u otro sitio. En Bruselas también se recuerda que el Eurogrupo elige a su presidente o presidenta con 19 votos que valen todos lo mismo, “algo que no está tan claro a la hora de trabajar, salvo que quieras creerte que en los debates pesa igual lo que diga el ministro alemán que el estonio”.