Palma de Mallorca: la presión inmobiliaria dispara el alquiler y expulsa a los vecinos del centro
Las manifestaciones por la vivienda en Palma se han convertido en el símbolo del malestar ciudadano frente a la especulación
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La gentrificación avanza en el corazón de Palma de Mallorca y amenaza con vaciar de residentes tradicionales los barrios más emblemáticos de la ciudad. La presión de los inversores extranjeros y el encarecimiento del alquiler están provocando que familias de toda la vida se vean obligadas a abandonar sus hogares.
En zonas céntricas próximas a la Plaza Mayor, el precio medio del metro cuadrado ronda los 20 euros. En las principales plataformas digitales de vivienda, resulta imposible encontrar un piso de dos habitaciones por menos de 1.500 euros mensuales. “Estamos encajando, pero dos mil euros mensuales no se pueden asumir, aunque tengas un buen sueldo”, explica una vecina afectada. La escasez de oferta de alquiler contrasta con la abundancia de viviendas en venta, cuyo precio parte de los 400.000 euros. Según expertos inmobiliarios, “la demanda que hay principalmente es de inversión extranjera. Por eso muchos propietarios prefieren vender”.
El dilema entre negocio y arraigo
Carme, residente del barrio de Canamunt, describe el cambio radical en la vida cotidiana: “Mucha gente se queja de que tenemos el barrio invadido, de que vas por la calle y ya no oyes hablar mallorquín, ya todo parecen extranjeros”. La situación se agrava con la no renovación de contratos. En apenas una semana, cuatro familias han recibido la notificación de que deberán abandonar sus viviendas. Rosa, vecina desde hace 18 años, tendrá que dejar su casa en agosto. “Es desproporcional. Nosotros los dos trabajamos, tenemos buen sueldo, pero es caro y además hay pocos pisos de alquiler”, lamenta.
La paradoja es evidente: mientras los vecinos denuncian la pérdida de identidad cultural y social, algunos residentes también buscan aprovechar el auge inmobiliario para vender sus propiedades. “En muchos casos las familias se marchan porque les hacen una buena oferta por su casa, impagable por alguien de la isla, y así poco a poco los barrios se van vaciando”, señala un experto del sector.
Las manifestaciones por la vivienda en Palma se han convertido en el símbolo del malestar ciudadano frente a la especulación. El perfil extranjero domina el mercado, mientras que el local queda excluido. La consecuencia es un casco antiguo cada vez más orientado al turismo y la inversión, y menos a la vida cotidiana de quienes lo habitaron durante generaciones.