Educación

Qué es el efecto “síndrome del buen estudiante” y cómo puede esconder ansiedad o baja autoestima

Detectar este síndrome a tiempo es esencial para prevenir consecuencias mayores
Detectar este síndrome a tiempo es esencial para prevenir consecuencias mayores. Freepik
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MadridEn toda aula, hay un alumno modelo, ése que siempre entrega sus trabajos a tiempo, saca sobresalientes y nunca se mete en problemas. Suele ser el orgullo de cualquier clase. Sin embargo, en los últimos años, psicólogos, orientadores y docentes han comenzado a poner el foco en un fenómeno que les preocupa: detrás de este buen estudiante puede esconderse un malestar emocional que pasa inadvertido bajo la apariencia de perfección.

Este patrón de comportamiento suele manifestarse en niños y adolescentes que cumplen con todas las expectativas académicas pero que, a la vez, experimentan niveles altos de autoexigencia, ansiedad o miedo al fracaso. A pesar de no estar catalogado como un trastorno clínico, el llamado “síndrome del buen estudiante” define una serie de dinámicas emocionales y actitudes que, de no abordarse a tiempo, pueden derivar en problemas mayores como trastornos de ansiedad, depresión o burnout escolar.

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¿Qué es el síndrome del buen estudiante?

Aunque no se trata de una categoría diagnóstica oficial, el “síndrome del buen estudiante” es un término utilizado por psicólogos educativos para describir un perfil de estudiante con alto rendimiento académico y comportamiento ejemplar, el cual está motivado por una necesidad constante de aprobación, miedo al error y baja autoestima.

Es evidente que no todos los alumnos brillantes tienen este síndrome, pero aquellos que asocian su valor personal a sus logros académicos sí que lo pueden sufrir. Éstos tienen una autoestima más frágil que depende de sus notas, lo que les puede generar una presión constante.

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Estos estudiantes suelen evitar equivocarse a toda costa, anteponen las tareas escolares a su tiempo libre o descanso, se pueden sentir culpables si no sacan las mejores notas, muestran signos de ansiedad anticipatoria antes de la llegada de los exámenes y tienen dificultades para gestionar la crítica o el fracaso.

Esta necesidad interna de perfección puede pasar desapercibida por las familias y docentes, ya que no genera conflictos de conducta, aunque el impacto emocional en estos estudiantes puede ser profundo.

Uno de los rasgos más comunes entre los estudiantes con este perfil es el perfeccionismo disfuncional. Se trata de una búsqueda de la perfección que no nace del placer por mejorar, sino por el miedo que tienen a fallar. Este perfeccionismo está íntimamente ligado a la ansiedad anticipatoria, el miedo a sacar malas notas y una sobrecarga emocional.

La aparición del “síndrome del buen estudiante” responde a una combinación de factores personales, familiares y culturales. Entre los más comunes destacan:

  • Modelo de crianza basado en la aprobación: en hogares donde los elogios están condicionados al rendimiento, los niños pueden interiorizar que solo son valiosos si sacan notas brillantes. Esto puede generar una asociación peligrosa entre autoestima y logro externo.
  • Cultura del rendimiento: en la sociedad en la que vivimos, la excelencia académica se valora como garantía de éxito. Desde edades tempranas, muchos niños sienten que su valor se mide por sus notas, lo que puede generar una presión muy alta.
  • Falta de educación emocional: muchos estudiantes no han aprendido a gestionar la frustración, el error o el estrés, por lo que desarrollan mecanismos de afrontamiento poco saludables, como la autoexigencia extrema o el aislamiento emocional.

Cómo identificar el “síndrome del buen estudiante”

Identificar este síndrome puede ser un reto muy complejo, debido a que rara vez estos alumnos muestran su malestar. Incluso se puede producir lo contrario: suelen esforzarse por ocultarlo para no defraudar a su entorno. Sin embargo, hay algunas señales que pueden alertas tanto a docentes como familias:

  • Agotamiento constante a pesar del buen rendimiento.
  • Insomnio o problemas de sueño, sobre todo en época de exámenes.
  • Ansiedad antes de presentar trabajos o al recibir correcciones.
  • No se permiten descansar o disfrutar si no han cumplido con sus objetivos.
  • Tienen una autocrítica excesiva, no llegan a sentirse satisfechos nunca, aunque tengan buenas notas.

Para poder acompañar a los alumnos que experimentan este síndrome, o prevenir el desarrollo del mismo, se necesita una intervención coordinada entre el centro educativo y el hogar. Algunos consejos prácticos serían:

  • Cuidar el tipo de elogio: en lugar de alabar el resultado, se debe valorar el proceso. Esto contribuye a un autoestima más estable.
  • Permitir el error como parte del aprendizaje: se le debe compartir que equivocarse es una parte natural del proceso. No debe penalizarse para que los alumnos puedan desarrollar una mentalidad de crecimiento, en lugar de una mentalidad fija basada en el miedo.
  • Ofrecer tiempos reales de descanso y desconexión: el ocio no debe ser visto como un premio por cumplir con unas responsabilidades, sino una necesidad básica para un buen equilibrio emocional.
  • Mantener una comunicación emocional abierta: los estudiantes con este perfil necesitan sentirse escuchados, no juzgados. Mostrarles empatía y preguntarles cómo se sienten con su carga académica es fundamental para que puedan atreverse a verbalizar su malestar.

Esto no significa que se deje de valorar la excelencia académica, sino que se debe hacer sin exigir la perfección y con empatía.