Educación

Así nos pueden afectar las neuronas espejo: por qué es clave elegir bien a quién admiras

Escoger bien a los referentes es esencial para un desarrollo sano
Escoger bien a los referentes es esencial para un desarrollo sano. Freepik
Compartir

MadridTodos tenemos a alguien a quien admiramos: puede ser un profesor o profesora que nos inspiró en el colegio, un deportista, algún cantante o actor e incluso un familiar. Lo que muchas veces no somos conscientes es que esa admiración no solo puede ser la motivación que se necesita para llegar a conseguir lo mismo que ellos, sino que transforma literalmente la manera en la que funciona nuestro cerebro. La explicación se encuentra en las neuronas espejo, un tipo de células descubiertas en la década de 1990 que se activan cuando realizamos una acción, pero también cuando vemos a otra persona hacerla.

Esto quiere decir que no solo aprendemos de lo que hacemos, sino también de lo que observamos. Aquí surge algo clave que tenemos que tener en cuenta: escoger bien a quién se admira no es una simple cuestión de gustos, sino una decisión que puede moldear conductas, emociones e incluso la manera en la que se entiende el mundo.

PUEDE INTERESARTE

Qué son las neuronas espejo

Las neuronas espejo fueron descubiertas por el equipo del neurocientífico Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma en Italia mientras investigaban el cerebro de los monos. En esa investigación, observaron que ciertas neuronas en la corteza premotora se activaban no solo cuando el mono realizaba una acción, sino también cuando veía a otro hacerlo.

En humanos, estas neuronas se encuentran principalmente en el córtex premotor y en el lóbulo parietal inferior. Están relacionadas con habilidades fundamentales como la imitación, el aprendizaje social y la empatía. Es decir, son las responsables de que podamos “ponernos en el lugar del otro” y también, de aprender por observación.

PUEDE INTERESARTE

La admiración como motor de aprendizaje

Las neuronas espejo están presentes en casi todo lo que hacemos, aunque no siempre se sea consciente de ello. Desde pequeños, se aprende por imitación: se observa cómo alguien ata los cordones, cómo saluda o cómo toca un instrumento. El cerebro “simula” esas acciones como si las hiciéramos nosotros mismos. Este mecanismo explica por qué los bebés sonríen cuando ven a un adulto hacerlo o por qué se siente un escalofrío cuando se ve a alguien tropezar.

No solo se entiende la acción, sino que se experimenta en cierta medida: cuando hay alguien triste, las neuronas espejo pueden activar circuitos que hacen que nos sintamos, aunque sea levemente, tristes.

Este sistema tan potente también es la base de la admiración. Cuando se sigue a una persona que inspira como puede ser un profesor, un deportista, un científico o un artista, no solo se reconocen sus logros, sino que el cerebro tiende a reproducir sus conductas, gestos o actitudes. Por esto, la admiración puede convertirse en un motor de aprendizaje: cuando se ve a un atleta entrenar con disciplina o a un docente transmitir pasión por una materia, puede motivar a imitar esas actitudes. No se trata de copiar superficialmente, sino de interiorizar valores y hábitos que, gracias a esa activación de las neuronas espejo, se sienten casi como propios. Por eso, un adolescente que idolatra a un cantante o a un influencer no solo va a adoptar su estilo, sino que también puede absorber su manera de relacionarse con los demás, de expresarse o de afrontar retos.

Este poder tiene una doble cara. Las neuronas espejo permiten que se absorba lo positivo, como la perseverancia o la generosidad, pero también pueden hacer que seamos permeables a modelos dañinos. Idealizar a referentes que promueven conductas tóxicas como violencia, consumo de drogas o actitudes machistas es muy peligroso, sobre todo para los jóvenes, quienes pueden llegar a normalizar esos comportamientos los cuales son muy perjudiciales. Lo más complejo es que, muchas veces, este proceso ocurre de una manera inconsciente, cuando se ven de manera repetida ciertas conductas, el cerebro las va incorporando como algo natural. Ahí radica la importancia de escoger con cuidado a quien se admira, porque al observarlo a diario puede dejar huella en nuestros circuitos neuronales y, poco a poco, incluso en nuestra manera de ser.

Debido a esto, es recomendable adoptar un enfoque crítico a la hora de escoger referentes. Hay que preguntarse si las actitudes de esa persona en cuestión son coherentes, si puede motivar a ser mejor o todo lo contrario, si es respetuosa o empática. Al mismo tiempo, también conviene diversificar los modelos de admiración, es decir, no obsesionarse con una persona sola, lo ideal es combinar referentes de distintos ámbitos de una manera sana. Esto puede enriquecer la manera de aprender e impedir que se caiga en la idealización y obsesión de una sola figura. En realidad, se trata de admirar con cierto criterio, aprovechando el enorme potencial de las neuronas espejo para que sean inspiración en lo positivo, huyendo de la trampa de lo dañino.

Aquí es donde el papel de los padres y educadores se puede convertir en fundamental. Más allá de aconsejar o prohibir, la labor de ellos es acompañar a los niños y adolescentes en la construcción de sus referentes. Esto se consigue fomentando conversaciones abiertas, preguntándoles qué les gusta de su ídolo, qué valores ven en él o ella y cómo creen que esas cualidades pueden influir en su vida. Este diálogo puede ayudar a los jóvenes a que desarrollen un espíritu crítico frente a lo que consumen en redes sociales, televisión e incluso, en su entorno cercano.

Tampoco hay que olvidar que los propios adultos son modelos constantes, tanto padres como profesores pueden transmitir mucho tanto con sus palabras como con sus acciones. Verlos actuar ante ciertas situaciones puede activar las neuronas espejo de los niños, dejando huellas más profundas que cualquier consejo que se les pueda dar.