Encuentro de miradas

EDUARDO PAYÁN 08/07/2011 09:44

Para cualquier persona que le guste el deporte existen, sobre todo, dos momentos maravillosos para disfrutar: Los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol. Ambos se saborean con pasión y ambos son capaces de atraer una atención desmedida. Desde que Sudáfrica fue bendecida con la organización de un Mundial de fútbol todo parecía adoptar un significado especial. Sería el primer mundial que se celebrase en el continente africano, la primera vez que España partía entre las favoritas, verdaderas favoritas, la primera vez que todas las selecciones optaban a igualar a Brasil y ganar un mundial fuera de su propio continente, TELECINCO sería la encargada de retransmitir por vez primera algo tan grande... Muchos factores diferentes pero todos primerizos y todos al mismo tiempo. Para casi la totalidad del equipo fue nuestro primer mundial. Vivímos muchas cosas, mucho trabajo y muchos días de convivencia muy lejos de casa. El esfuerzo, el ánimo y el derroche de ganas creo que se pudo palpar en todas y cada una de las conexiones que hicimos mientras seguíamos a España por todo aquel país. Todos los días eran lunes para nosotros. Todos los días. Jugara o no jugara España, en un mundial, siempre había cosas que contar y nosotros estábamos lejos de nuestras familias para eso. Nuestra expedición era como estar en la casa de Gran Hermano. 24 horas al día juntos, trabajando, conviviendo y conociéndonos. La gran diferencia es que no primaban intereses personales y todos remábamos en el mismo sentido. La verdad es que fue una sorpresa muy positiva que aún siendo un grupo tan numeroso y tantos días juntos la convivencia no se resintiera lo más mínimo. Fuímos a la conocidísima ciudad de Potchefstroom un grupo de compañeros y volvimos un montón de amigos. En cierto modo era una convivencia paralela a la que vivían los jugadores de la selección. Todos debíamos combinarnos para que nuestro trabajo, nuestro particular partido, saliera de la mejor manera posible. Algunos dan más la cara o son más visibles, otros juegan en la retaguardia asegurando que todo funciona perfectamente y la mayoría hacen de la polivalencia y la ubicuidad virtud. Si ellos ganaban, nosotros ganábamos.

Vivíamos todos los días con plena intensidad. Cualquier acontecimiento ajeno a las retransmisiones también servía para unirnos un poco más. Daba igual que se tratase de los entrenamientos de España, la victoria de los Lakers en la final de la NBA, el nuevo triunfo de Rafa Nadal en Wimbledon o el mundial de bajo coste que organizamos entre todas las televisiones desplazadas a Sudáfrica. Mundial, que por cierto, Telecinco ganó sin perder ningún partido y con una solvencia y seguridad aplastantes. Quizás, y digo sólo quizás, es necesario aclarar que parte de nuestros titulares fueron dos jóvenes promesas: Juan Antonio Camacho y Guillermo Amor.

Victoria tras victoria España se plantó en la gran final de un mundial de fútbol. Nuestro día a día permanecía inalterable pero el desenlace del camino comenzaba a vislumbrarse. Por las noticias que nos llegaban sabíamos que todo nuestro país estaba más que revolucionado pero en Sudáfrica vivíamos bastante al margen de esa exaltación. La final fue todo emoción y cuando el balón tocó las redes de la portería holandesa nuestra vida cambió para siempre.

Aquel guardia de seguridad estuvo allí aunque sus sentimientos fuesen la suma de una total indiferencia hacia lo que estaba ocurriendo. Nosotros estuvimos allí. Yo estuve allí.

Los días fueron pasando y he de reconocer que cuando España cayó en el primer partido contra Suiza nuestros ánimos se vieron trastocados duramente. España había llegado allí con el objetivo de jugar una final y tras ese traspiés debería jugar seis finales para no irnos todos antes de tiempo. España no podía fallar. Nunca perdimos el ánimo pero este se reforzó tras ganar el siguiente encuentro. Y el siguiente y el posterior. España pasó a la siguiente fase y todos dimos por hecho que este mundial era nuestro. Las posibles dudas se evaporaron para siempre. No fue un camino de rosas pero ya no divisábamos obstáculos, sólo oportunidades para mejorar.

Desde Johannesburgo no pudimos ver como toda España saltaba de alegría tras el gol de Iniesta . Eso nos lo perdimos, pero no creo que ninguno de nosotros cambie ese instante por haber estado en la capital africana aquella noche. Los alaridos, gritos y saltos que dimos todo el equipo dentro de la unidad móvil fueron extraordinarios. Con tanto ímpetu llegué a pensar que seríamos capaces de volcar ese mastodonte de más de 23.000 kilos. La alegría era inmensa. Fue entonces cuando en mitad de todo el alboroto, la alegría, los chillidos y los saltos no se me ocurrió otra cosa que abrir la puerta de la unidad móvil. Lo hice solo, como ajeno a todo lo que estaba ocurriendo en ese instante. Abrí la puerta para gritar con tanta potencia como la fuerza de mis pulmones me permitiera. La afonía inmediata era el destino para mi voz. Gol. Tres letras, una palabra, un sueño. Todo un país estaba celebrándolo y tuve la necesidad de abrir aquella puerta para gritar al cielo el gol más esperado de nuestra historia. Abrí, grité y fue en ese momento cuando la mirada de aquel guardia de seguridad se cruzó con la mía. El paseaba tranquilamente por las afueras del estadio, justo en la zona destinada a albergar las unidades móviles de medio planeta. Sus andares eran tranquilos, como los de alguien a quien toda esa algarabía le sonara muy lejana. Probablemente estaría pensando que gracias a que uno de los equipos había marcado el tiempo que le quedaba hasta que se desalojara el estadio y poder irse a su casa era menos. Gol. Todos esos pensamientos se vieron interrumpidos por mi grito desde la puerta de la unidad móvil de TELECINCO. Lo sé porque su pies se detuvieron y su mirada se encontró con la mía. Ambos nos sorprendimos pero por distintos motivos. Él, porque no pensaba que nadie iba a interrumpir su agradable rutina. Yo, porque no podía imaginar que alguien no estuviese viviendo con emoción ese preciso instante. Fueron únicamente unos segundos pero cada vez que veo repetido el gol de Iniesta recuerdo aquel peculiar momento. Aquel momento de soledad visual entre dos desconocidos. Aquel guardia de seguridad y su mirada. Una mirada como la de alguien que observa algo nimio, algo pasajero. Para mí fue un momento irrepetible, como para casi toda España, para él un día más de trabajo.

* Eduardo Payán Moreno formó parte del equipo de Realización desplazado para el Mundial de Sudáfrica 2010. Creador y responsable de Winoki y creador irresponsable de Lascosasdelascosas