Sánchez cumple cuatro años en Moncloa con los mismos socios pero con síntomas de desgaste

  • Pedro Sánchez inauguró en 2018 una etapa de colaboración con los independentistas que pasa por su peor momento

  • El presidente reivindica su "Gobierno social y ejemplar" que, a pesar de las dificultades, saca las cosas adelante

  • Fue investido con 180 votos a favor de PSOE, Podemos, nacionalistas e independentistas que desalojaron a Rajoy del poder tras la sentencia de Gürtel

El 1 de junio de 2018 cambió el rumbo de la política española. Pedro Sánchez desbancó del poder a Mariano Rajoy y llegó a La Moncloa tras ganar por primera vez en la historia de España una moción de censura. Se convertía en el primer presidente del Gobierno sin haber pasado por las urnas, sin escaño en el Congreso y con el escaso apoyo de 84 diputados socialistas. Fue investido presidente gracias al respaldo de nacionalistas e independentistas catalanes y vascos que se convirtieron desde entonces en sus compañeros de viaje.

Aquella mayoría accidental para desalojar al PP del Gobierno tras la demoledora sentencia del caso Gürtel es la que sigue sustentando al Ejecutivo aunque después ha habido hasta dos elecciones generales en 2019. El llamado bloque de la investidura pasa estas semanas por sus peores momentos. También la relación entre PSOE y Podemos, los socios de coalición. Son síntomas de agotamiento del Gobierno al que le empiezan a flaquear los apoyos y le cuesta amarrar los votos necesarios para cumplir su agenda legislativa.

El PSOE, a la baja en las encuestas

A eso se une que el PSOE está estancado en las encuestas frente al nuevo PP de Alberto Núñez Feijóo que está disparado. El último CIS marcó la distancia más corta entre los dos grandes partidos, tan solo 1 punto y 6 décimas. Unas malas perspectivas electorales para los socialistas en vísperas de que comience la campaña electoral para las elecciones andaluzas. El 19 de junio será la gran batalla para testar cómo están las fuerzas de cada uno, pero la pérdida de apoyo que vaticinan los sondeos en su principal granero de votos preocupa en Ferraz ante la posibilidad de que Andalucía consolide un cambio de ciclo a nivel nacional.

Sobre el papel queda un año y medio por delante para agotar la legislatura y Sánchez no se cansa de repetir que aguantará hasta diciembre de 2023. Ante algunas voces que surgen estos días especulando sobre una posible remodelación del gabinete para recuperar la iniciativa, la dirección del PSOE sostiene que el Gobierno "está fuerte y sólido" y lo demuestra semana tras semana sacando adelante todas las leyes que lleva al Congreso.

Los sobresaltos continuos con los socios

Hasta ahora ha sido así, pero en los últimos tiempos los socialistas viven en una angustia permanente y están sufriendo más de lo esperado con votaciones salvadas in extremis tras el abandono de ERC. La crisis del espionaje de Pegasus ha enrarecido al límite la relación entre los republicanos y el Gobierno que no es capaz de reconducir la situación con su socio prioritario. Otras decisiones unilaterales de Sánchez como el cambio de postura sobre el Sáhara Occidental, el envío de armas a Ucrania o la negativa a investigar al rey emérito en el Congreso escenifican las diferencias y las enormes dificultades que se han instalado en la ya difícil convivencia entre el PSOE y el resto de fuerzas.

Hasta tal punto que Moncloa ha tenido que buscar y armar mayorías alternativas para poder aprobar algunas iniciativas legislativas. La semana pasada la Ley Audiovisual la salvó el PP con su abstención. Por primera vez Podemos se abstuvo en un proyecto que había salido del Consejo de Ministros rompiendo la unidad de voto. ERC y Bildu votaron directamente en contra. Los morados reprochan al PSOE que cuando "mira a la derecha", la mayoría progresista "se resquebraja". El partido liderado por Ione Belarra recuerda que los números demuestran que la única mayoría viable es la de la investidura y apremia a Sánchez a fortalecer ese bloque.

Sánchez, sus ministros y el partido despliegan estos días el mismo mensaje con la vista puesta en aquel 1 de junio. La moción de censura, enfatizan, acabó con un Gobierno "podrido" de corrupción que utilizó las instituciones del Estado en su propio beneficio. El presidente lleva días atacando al PP de Feijóo con los casos de corrupción del pasado como Gürtel o Kitchen. Frente a eso reivindica la "ejemplaridad" de su Ejecutivo y los avances en derechos, libertades y progreso social conseguidos en estos dos años y medio. "Un Gobierno social y ejemplar", es el mantra más repetido. Para el presidente, la moción demostró el buen funcionamiento de la democracia.

El Gobierno de España está empeñado en reivindicarse como lo que es, un Gobierno social y ejemplar (Pedro Sánchez)

En Moncloa y en Ferraz citan desde los 20 millones de afiliados a la Seguridad Social, que 1 de cada 2 contratos que se firman son indefinidos, la subida del Salario Mínimo Interprofesional, el bono social eléctrico, la bajada de impuestos a la luz o los 140 mil millones de fondos europeos. Y todo eso, dicen, con una pandemia devastadora, la erupción de un volcán, una guerra a las puertas de Europa y sin la ayuda del PP.

La resiliencia de Sánchez

La resiliencia de Sánchez es una se las señas de identidad de su mandato. La actual mayoría en la que se sustenta comenzó a tejerse en los días previos al 1 de junio de hace cuatro años. 8 partidos diferentes le votaron para hacerle presidente. Fueron 180 votos a favor (PSOE, Podemos, ERC, el PDeCAT de Carles Puigdemont y Quim Torra, el PNV, Bildu, Compromís y Nueva Canarias). Hubo 169 votos en contra y 1 abstención.

El PSOE solo tenía 84 escaños, el Gobierno con el menor apoyo de la historia. Comenzó una etapa incierta, de equilibrio inestable que finalizó cuando los independentistas catalanes tumbaron los primeros Presupuestos de Sánchez y desencadenaron una convocatoria electoral en abril de 2019. Antes, el jefe del Ejecutivo había iniciado una nueva estrategia con Cataluña. Firmó la Declaración de Pedralbes con Torra donde reconocía la existencia de un "conflicto político" y se comprometía a dar "una respuesta democrática en el marco de la seguridad jurídica".

El triunfo de la moción de censura fue una sorpresa. Sánchez la presentó como un gesto político un día después de que la Audiencia Nacional condenase al PP como "partícipe a título lucrativo" de la trama y considerase probado que el partido se financió ilegalmente durante años. En un primer momento ni en el PSOE pensaban que pudiese prosperar. Mariano Rajoy acababa de aprobar sus Presupuestos con el PNV y tenía despejada la legislatura. Pero desde que se registró la moción hasta su votación final, la presión fue enorme, las negociaciones se sucedieron y al final el PNV fue quien dio la puntilla. Los nacionalistas vascos pasaron de aprobar las cuentas públicas de Rajoy a dejarle caer en tan solo unos días.

Sánchez prometió un Gobierno de transición para recuperar "la normalidad democrática" y convocar elecciones, aunque no se comprometió con una fecha concreta. El tremendo mazazo que supuso para el PP, en estado de shock, se reflejó en una imagen, la del bolso de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en el escaño de Rajoy que pasó ocho horas en un restaurante asimilando la derrota. Fue la foto del desconcierto y el abatimiento que reinaba en el PP. Todo lo contrario a lo que se vivía en las filas socialistas donde no daban crédito a que se instalaban en Moncloa. Sánchez se lanzó a la aventura de gobernar en solitario con 84 diputados.