La cumbre Sánchez-Macron en Barcelona evidencia la debilidad y la fractura del independentismo

  • Junqueras es abucheado en la manifestación independentista al grito de "traidor", una imagen que escenifica la falta de unidad entre ERC, Junts y la CUP

  • Sánchez proclama que la Constitución se cumple en Cataluña y compara la manifestación independentista con la de este sábado en Madrid contra su Gobierno

  • Pere Aragonès, que evitó escuchar los himnos nacionales de España y Francia, avisa a Sánchez de que el 'procés' no ha terminado

La cumbre hispano-francesa en Barcelona, más allá de reforzar al máximo la cooperación entre los dos países, ha servido para comprobar que el independentismo está fragmentado y por lo tanto debilitado y que Pedro Sánchez apuesta por su política de desinflamación en Cataluña hasta el final. El presidente ha exhibido el Tratado de Amistad y Cooperación firmado con Emmanuel Macron en la ciudad condal como un éxito de su estrategia de diálogo por la convivencia a pesar de las advertencias de la calle y de Pere Aragonès de que el procés no está muerto como sostiene Moncloa.

La manifestación soberanista convocada por más de 30 asociaciones para reclamar la independencia y recordarle al Gobierno que el conflcto no ha acabado congregó a miles de personas pero no tuvo nada que ver con las marchas multitudinarias de otros tiempos. Es más, la imagen que ha quedado de esa protesta es la que quería evitar a toda costa ERC, la de su líder Oriol Junqueras abucheado al grito de "traidor, te queremos en prisión".

Es la foto de la división, especialmente dolorosa para el político que dio la cara tras el 1-O, fue juzgado, condenado y acabó en la cárcel. Los que le increparon gritaban que Carles Puigdemont, que huyó del país y está fugado de la justicia, es su presidente. Es la escenificación de la falta de unidad en el independentismo a pesar de que los tres grandes partidos (ERC, Junts y la CUP) participaron en la marcha.

Los equilibrios de Aragonès

El peor trago lo pasó Junqueras pero el papel más difícil fue para el presidente de la Generalitat que tuvo que hacer un complejo equilibrio entre su papel institucional y su voluntad independentista. Midió cada uno de sus gestos. Acudió al inicio de la cumbre para saludar a Pedro Sánchez y a Emmanuel Macron, conversó unos minutos a solas con el presidente del Gobierno y se marchó sin escuchar los himnos nacionales de España y Francia.

Esos minutos le sirvieron para decirle a la cara a Sánchez que "el proceso independentista no se ha terminado". Después lo volvió a repetir en una comparecencia: "El conflicto político no ha acabado, pese a que se pueda decir por parte del Gobierno del Estado". Fue ahí donde reivindicó una vez más que la mejor solución es un referéndum reconocido por todas las partes.

Esa es una línea roja para Moncloa que ha rechazado de plano desde el primer momento. El Gobierno ha aparcado de momento la mesa de diálogo entre las dos administraciones para evitar que le salpique de nuevo la cuestión catalana en plena precampaña para las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo.

Normalización institucional

Sánchez, en la rueda de prensa junto al presidente de la República francesa, no quiso que nada le aguara la fiesta y se dedicó a vender el "éxito" de una cumbre "histórica" para las relaciones bilaterales.

El presidente quitó hierro al desplante de Aragonès al no quedarse a escuchar los himnos nacionales aunque sí admitió que le hubiese gustado que participase en toda la ceremonia. Le agradeció al menos que recibiese a las delegaciones, cosa que no hizo por ejemplo el presidente de Galicia, el popular Alfonso Rueda, hace unos meses en la cumbre hispano-alemana.

Moncloa se esforzó por transmitir un mensaje de normalidad y evitó las críticas. ERC ha sido y es socio prioritario para el Gobierno en el Congreso y es un partido clave para Sánchez, al igual que otros socios de investidura, si quiere seguir en la Moncloa tras las elecciones generales de diciembre. Hay que tener en cuenta que las decisiones más arriesgadas del mandato de Sánchez han sido exigencias de Esquerra como la concesión de los indultos o ahora la eliminación de la sedición y la rebaja de la malversación.

Sánchez compara la manifestación independentista con la del sábado en Madrid por la unidad de España y contra las políticas de su Gobierno

El presidente quiso tener un gesto especial con Barcelona. A su juicio, las importantes inversiones anunciadas en la ciudad condal "tienen mucho que ver con la apuesta por la convivencia y la concordia". Hizo además una encendida defensa del europeísmo y la vanguardia de la capital catalana y proclamó que durante años se ha quejado "con razón" de que el Gobierno del Estado no se haya comprometido con ella.

Sánchez quiso restar trascendencia a la manifestación independentista y la equiparó con la que este sábado está convocada en Madrid para protestar por sus políticas -especialmente por la reforma del Código Penal- y a favor de "España, la democracia y la Constitución". Allí estará Santiago Abascal pero no Alberto Núñez Feijóo que quiere evitar esa foto en plena tensión con Vox por la polémica del aborto en Castilla y León.

Para el presidente la mayoría social del país está en medio de esas dos protestas. Un espacio central que representa una España unida en su diversidad lo que, a su juicio, reconoce la Constitución de 1978. Para el presidente la Carta Magna permite manifestaciones pacíficas para defender ideales que van en su contra.

"Lo importante es que hoy la Constitución se cumple en Cataluña", enfatizó Sánchez, al igual que en otros territorios de España. Fue su respuesta a los avisos de los independentistas sobre el procés. Es el mensaje que repite el Ejecutivo para contrastar que la Cataluña de este 2023 no tiene nada que ver con la de 2017, cuando se declaró la independencia y se organizó un referéndum ilegal bajo el Gobierno de Mariano Rajoy con la sociedad catalana partida en dos.