El PNV escenifica su distanciamiento de Sánchez en el ecuador de la campaña vasca

  • Los nacionalistas vascos votan en contra de las conclusiones de Sanidad y Políticas Sociales de la Comisión de Reconstrucción

  • Los 'socios' habituales de Sánchez se limitan a abtenerse en las medidas Economicas y votan solo a favor de las de la Unión Europea

In extremis. Y solo a medias. La votación de las conclusiones de la Comisión de Reconstrucción del Congreso se ha salvado en tiempo de descuento de cerrarse con lo que hubiera sido un sonoro portazo. El del Partido Nacionalista Vasco, que flirteó con la idea de no apoyar ni una sola de las medidas aprobadas este viernes hasta el momento mismo de la votación. Finalmente ha sido un ‘fifty-fifty’ que diría Aitor Esteban, un respaldo de baja intensidad. Los nacionalistas vascos se han abstenido al documento Económico; han apoyado el relativo a Europa, y han votado en contra de los de Sanidad y Políticas Sociales.

Menos rotundo de lo que se esperaba, el gesto del PNV hace aún más evidente hasta qué punto se ha descafeinado la vieja idea de emular en esta comisión los Pactos de la Moncloa, pieza clave en aquel periodo clave que fue la Transición.

Al final ni ha sido en Moncloa, ni ha sido un gran Pacto de Estado. Al Gobierno le ha costado un triunfo sacar adelante un plan de mínimos, con el regateo previsible del PP y con un respaldo solo a medias, además, del que hasta ahora venía siendo uno de sus socios más fiables. La ausencia de los nacionalistas vascos en el acuerdo debilita, de hecho, la idea de “unidad” que tanto reclama el presidente para los tiempos que se avecinan.

El PNV inclinó la balanza de la moción de censura a favor de Sánchez frente a Rajoy; está entre los que se llaman socios de la investidurasocios que le permitió seguir en Moncloa. Y, en estos últimos meses de crisis, ha trasmitido cierta vocación de permanecer con Sánchez tanto ‘en la salud como en la enfermedad’: respaldó las prórrogas del estado de alarma –con exigencias y tensa negociación de por medio-; y apoyó también la aprobación del Ingreso Mínimo Vital, proyecto emblema del Gobierno de coalición. Pero hasta aquí hemos llegado, o casi.

Se rompe la dinámica

La votación de los acuerdos de reconstrucción rompe esa dinámica o, al menos, la deteriora. El PNV sin llegar a negarse a todo, ha “escenificado” una especie de ruptura que ha venido a coincidir con el ecuador de la campaña electoral en el País Vasco. Las encuestas hablan de un 30% de indecisos. Al candidato nacionalista Íñigo Urkullu, al que todos los pronósticos dan por ganador, un punto de tensión con Madrid le puede dar un empujoncito. Buscado o no buscado. El propio Urkullu ha descrito así su relación con Madrid – “tensión constante”- en una entrevista en TVE en estos días de campaña. Se ha vuelto a ver en la votación de este viernes.

Lo de la coincidencia electoral, obviamente, no está entre los argumentos oficiales con los que el PNV justifica su postura contra los acuerdos. Las razones que dan son, esencialmente dos. Una es la de la “injerencia competencial”. Su clásica defensa del autogobierno, que dice haber visto respetada al final y de ahí su abstención en el apartado económico. La otra es la relativa al dinero. Ambas, las ha condensado Aitor Esteban en la comisión del Congreso en estas pocas frases: “Falta algo muy importante. Una mínima memoria económica. Aquí podemos hablar de pájaros y flores, de todo un poco pero sin el músculo que da una memoria económica. Además, corremos el riesgo claro de utilizar este documento como una pequeña loapilla, una fuente de legislación expansiva por parte del Estado”.

Entre la opción de dar un nuevo voto de confianza a Sánchez o marcar distancias, el PNV ha optado por lo segundo. En tiempo electoral nadie se fía de nadie: la rivalidad manda. Es más, los nacionalistas han abonado el terreno subrayando más puntos de fricción. Urkullu acaba de escribir una carta a Sánchez reclamándole margen de maniobra para aumentar la deuda y revisar el objeto de déficit y se ha mostrado contrario a la subida de impuestos que acarreará la “inevitable” revisión fiscal que anunció el presidente del Gobierno.

Echando la vista aún más atrás, al desencuentro de ahora se le puede encontrar un antecedente remoto: el pacto que alcanzó el PSOE con Bildu para la derogación “íntegra” de la reforma laboral de Rajoy (a cambio de su abstención en la prórroga del astado de alarma) ya se interpretó como un regalo para los intereses electorales del nacionalismo radical, el gran rival del PNV el próximo 12-J.

El impacto de los calendarios electorales

Así pues, el que el PNV administre sus apoyos en la hora clave para la reconstrucción es una sorpresa relativa. Y una evidencia más del impacto de los calendarios electorales en cualquier otra iniciativa política, más aún en las de cierto alcance.

Está pasando también en Cataluña, donde la mezcla intereses en torno a tres elementos –la mesa de diálogo, la negociación de los Presupuestos Generales del Estado y las elecciones anunciadas por Torra pero pendientes de convocar - ha convertido en un sudoku el intento de encajar las piezas. Nadie sabe qué quiere cada cual y en qué momento.

El caso es que la onda expansiva de las urnas vascas ha obligado a Pedro Sánchez –en busca de un máximo consenso para la España pos pandemia- a emplear no ya la tradicional “geometría variable” si no la “geometría absoluta” de la que habla ahora. Intentando sumar al PP a un abanico de socios ya complicado de por sí por su distancia ideológica y sus vetos mutuos.

La votación del viernes ha sido un primer ensayo. Queda el plazo de las enmiendas y ahí el PNV, fiel a su estilo acepta que queda una rendija para abrir más la puerta que ha estado a punto de cerrar de un portazo. El plazo expira el 22 de julio, superado ya el 12-J.