Natalia lleva un año y medio viajando sola: "He experimentado más el privilegio de ser mujer que sus peligros"

En el último año y medio, Natalia ha recorrido 17 países en solitario
Una consecución de experiencias de la que esta joven de 24 años se ha llevado más de una lección
Los fiordos valencianos, un paraíso natural que se puede disfrutar a través de un crucero por el río Júcar
Son las 21:30 horas en España, las 15:30 en Chile. Al otro lado del teléfono Natalia (@natalialartiteguii) escucha paciente las preguntas de la entrevista. Tiene 24 años, más de sesenta y cinco países a sus espaldas y una bicicleta de segunda mano con la que pretende recorrer Latinoamérica en lo que ella define como un “viaje lento” sin fecha de llegada ni estancias reservadas.
A lo largo del último año y medio, Natalia ha recorrido diecisiete países en una consecución de viajes en solitario que abarcan Oriente Medio, Asia y, tras un breve parón en su ciudad natal, Bilbao, su primer viaje a Latinoamérica, pasando primero por Argentina y, ahora, Chile, el segundo de una larga lista de países suramericanos que pretende llenar de tachones hasta haber cubierto el mapa.
MÁS
A diferencia de lo que podría parecer, Natalia no prepara sus viajes con antelación, más allá de una ligera idea sobre qué ruta hacer o lugares que quiere visitar. “Este viaje iba para un mes, mes y medio, pero tampoco lo tenía cogido, solo alguna cosita, como algún vuelo que luego cancelé porque me quedé más tiempo, y es que es imposible preparar un viaje de dos años, porque solo el estudio ya me llevaría uno”.
Sin guías de viajes encorsetadas ni agencias con planes imposibles, Natalia traza sus rutas al día, de manera “fluida”, huyendo de prisas o presiones y en función de sus circunstancias. “Cuando estuve en Jordania, que fue el primer destino -agosto o septiembre de 2023-, fue cuando pasó lo de Palestina, entonces dije ‘quizá no es el mejor sitio, mejor que me vaya’. Busqué el avión más barato por internet y me salió Uzbekistán, y dije ‘pues me voy a Uzbekistán”.
A este le siguió un tren directo a Kazajistán, seguido de Irán, Azerbaiyán, Rusia, Mongolia, China, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Timor del este, Malasia, Brunei y finalmente Pakistán, donde da descanso a su viaje para volver a casa.
Pero la vida viajante no es nueva para Natalia. Desde los doce años, sus padres les regalaron el mundo por unas semanas, en las vacaciones de verano o en navidad, mostrándoles pequeñas dosis de China, Namibia, la India, Botsuana, Japón o Túnez. Con dieciocho cruzó sola a los Estados Unidos por lo que fueron casi dos años, hasta que el COVID la obligó a volver a casa, y pese a algunas escapadas a los países vecinos, con la nueva normalidad volvieron las ganas de salir corriendo. “Siempre he sido muy inquieta a nivel intelectual, físico, cultural… y sabía que mi ciudad se me quedaba pequeña, por mucho que me encante”.
Pregunta: Una de las cosas que llama la atención de tu historia es que viajas sola. Tienes 24 años, eres una mujer… ¿tú crees que esto te ha condicionado? ¿Cómo puede afectar a la elección de destinos y el miedo?
Respuesta: Esto es muy interesante. A la mayoría de personas, cuando ven a una mujer viajando sola los asustas como, ¡wow! ¡Qué peligroso!
Está claro que las mujeres tenemos ciertos riesgos que los hombres no tienen. Pero, por mi experiencia hasta ahora, y ojalá siga siendo así, yo he experimentado más el privilegio de ser mujer, los peligros de ser mujer. ¿A qué me refiero con privilegio? Una mujer, como yo, joven, de veintitrés o veinticuatro años, sola… La gente que tiene niños siempre te ve, digamos, vulnerable, que es cierto que lo somos, y creo que genera más empatía en las personas. Siento que la gente está más dispuesta a ayudarte, que el ser mujer, joven me ha dado la posibilidad de que otras mujeres me ayuden, y quizá de haber sido un hombre hubiesen sido más distantes. Y también porque, aparte, en el mundo hay madres, hermanas, y a mí, la gente, una madre, me ve como si fuera la hija, ¿no?
Y por otro lado, te puedo dar decenas de ejemplos de ir a una casa y que, si hay dos camas y hay cinco personas, la cama ha sido para mí, aunque tú digas que no.
P: ¿Cómo gestionas el miedo?
R: Para mí el miedo no es un miedo que me impida, pero es un miedo que me hace ser consciente. En el mundo pasan cosas, claro que pasan, y muchas, pero yo dejo que ese miedo penetre en mí, para hacerlo, pero consciente de qué existe ese peligro y tenerlo presente, pero no dejo que me pare, tomo medidas si las tengo que tomar, y continúo.
P: ¿Cuáles crees que son otros falsos mitos, creencias o miedos irracionales que giran en torno a esto? Ya sea viajar sola, joven o siendo mujer.
R: A mi muchas veces no me han apoyado, he tenido que ir contra todo porque siento que a cada lugar que voy, es como, “¡No! ¡No vayas aquí, porque no sé qué! Y luego, en estos países es donde mejor me han tratado, nadie me ha molestado… siento que hay mucho desconocimiento, que yo también he tenido y lo sigo teniendo sobre muchos temas, pero mucha incultura sobre la realidad de las cosas.
P: ¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje?
R: Que la vida es simple. Que al final somos seres humanos, tenemos unas necesidades básicas, que compartimos con todo el mundo: la salud, la educación… y luego la amabilidad, el altruismo, tanta gente genuina que te ayuda, te agradece… Siento que he encontrado al ser humano, de verdad, a la gente buena, sencilla. Lo principal ha sido eso.
P: ¿Cómo es la vuelta a casa?
R: Seguramente la vuelta es más difícil que irse, y lo que pasa es que ya siento que uno ya nunca vuelve, nunca vas a volver como a la vida cotidiana, nunca vas a poder hacer lo que hacías antes. Y ahora siento que mi vida es esta, mi vida está en el mundo, en el camino. Es algo que ya está hablado con mi familia, mi madre dice “bueno, ya está”, y cuando cuento historias dice “a ver ahora qué historia cuenta esta”, siempre como, “a ver, ¿qué vas a hacer ahora?”, sorprendidos, pero a la vez ya se los esperan.
Vivir el presente
Durmiendo en hostales, trenes, aeropuertos, casas de aquellos quienes la invitan a quedarse y la acogen junto a su familia, viajando a dedo, andando, en tren, autobús o bicicleta y con lo justo en la mochila para no sentir su peso, Natalia continúa su recorrido por el mundo. Durante sus parones, trabaja lo suficiente como para poder financiarse los viajes, y en estos, procura no gastar siempre más de lo necesario, al final, la importancia del viajero siempre irá dirigida al camino.
La última de sus anécdotas, ya en su nueva etapa latinoamericana, la Carretera Austral, en bicicleta, una ruta de 1247 kilómetros que recorre la patagonia chilena, y que continuará, dejando atrás Chile, por el resto del continente.
Suscríbete a las newsletters de Informativos Telecinco y te contamos las noticias en tu mail.
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y conoce toda la actualidad al momento.