EMOTIVA DESPEDIDA

La emotiva despedida a Rosa, tras 46 años como cocinera en un colegio de Catoira: "Con tanto no contaba yo"

La emotiva despedida de la cocinera de un colegio gallego: "Tiene el superpoder de hacer que la rapazada coma de todo"
El emotivo homenaje a Rosa, la cocinera del comedor del colegio de Catoira en su jubilación. CEDIDO
  • El colegio tiene comedor propio y cada mañana preparan platos para unos 200 alumnos

  • Cuentan sus compañeros que tenía el "superpoder" de conseguir que los niños “comieran de todo”

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Catoira, PontevedraCasi 50 años dando de comer a los niños de Catoira se merecían una despedida a lo grande, como la que le prepararon a Rosa Isorna. Después de 46 años trabajando como cocinera en el CPI Progreso, hace unos días llegó el momento de su jubilación. “Yo me esperaba un aplauso en el comedor, un cariño, pero no esto” cuenta emocionada en sus primeros días como flamante jubilada. “Pero fue una emoción que fue demasiado, con tanto no contaba yo”, recuerda aún con la voz entrecortada.

Cada año ha dado de comer a unos 200 niños en un colegio que siempre ha tenido comedor propio. “Aquí no entran verduras congeladas o precocinados, llegan productos frescos cada día”, recuerda Olalla Otero, secretaria del colegio. La verdura llega de Catoira y el pescado y la carne fresca llegan de proveedores cada mañana hasta el centro educativo donde estudian unos 300 alumnos.

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Rosa Isorna en el homenaje tras 46 años trabajando como cocinera en el colegio de Catoira

Tenía el "superpoder" de que los niños "comieran de todo"

Y Rosa con su equipo de cuatro personas, y estos ingredientes, cada mañana hacía magia en la cocina. De ella dicen que tenía el superpoder de conseguir que los niños “comieran de todo”. Cuentan en el cole que las madres, todos estos años le han pedido muchas de sus recetas, porque “a nadie le salían las lentejas como a ella y los potajes” y los niños que en casa les costaba comer las verduras o las cremas o las legumbres, aquí dejaban en el comedor el plato vacío. 

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“Pero en casa no les salía igual, aunque yo les daba la receta, y luego ellos me lo contaban en el comedor”, recuerda ella emocionada. “Como las lentejas de Rosa, ningunas” clama Olalla, que ha escuchado esta frase en decenas de ocasiones a los niños del cole. Muchos de los antiguos alumnos aún se lo recuerdan, cuenta ella, cuando la encuentran por la calle, “hasta los que ahora tienen 50 años se acuerdan de mí”.

Y por eso, en el cole donde Rosa ha trabajado casi 50 años idearon una despedida “a lo grande”. Este lunes, en su último día en el comedor, con 72 años cumplidos, la sacaron al patio en pleno turno de trabajo. Allí apareció con su uniforme rojo en medio de una marea blanca de agradecimiento, porque allí la esperaba la emoción de todo el colegio, profesores, alumnos y trabajadores del centro, junto con el antiguo director, con quien ha compartido años de trabajo, y su familia.

Rosa llegando al patio del colegio de Catoira en el día de su jubilación

Canciones, palabras emotivas y 46 rosas, una por cada año que ha dedicado a sus "niños"

Los profesores habían ensayado un par de canciones con los niños en secreto durante días, “ni uno se fue de la lengua”, e idearon un homenaje con camisetas blancas, prepararon un discurso emotivo de varias alumnas en nombre de todo el cole, y le entregaron un lote de productos gourmet y un ramo de rosas blancas, 46, una por cada año que ha dedicado al comedor y a “sus niños”. 

“Son muchos recuerdos” cuenta todavía emocionada. En las pancartas preparadas por los alumnos se podían leer mensajes como “Rosa, huele que alimenta” o “46 años de sabor y cariño”. “Estoy muy contenta por el cariño que me demostraron todos, no hubo en Catoira una despedida como la mía, ni a médicos ni a directores ni a nadie, y eso significa algo, me queda para siempre este recuerdo para mí” recuerda, ahora ya desde su casa.

Rosa Isorna, emocionada tras el homenaje de todo el colegio de Catoira

Ahora con algo de tristeza, pero con emoción por la sentida despedida afronta una vida “diferente”, explica, ya sin su uniforme rojo, “porque nunca tuve tiempo y ahora lo tendré, para jugar con los perros, para estar con mi familia”. Y Rosa, que vive a escasos metros del colegio y desde casa seguro que seguirá observando y cuidando a “sus niños”, solo pide “salud” para disfrutar de esta nueva vida que acaba de estrenar.