Erdogan ultima el plan: qué puede ocurrir si Turquía invade el norte de Siria

  • El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, prepara una ofensiva terrestre en el país vecino

  • Las Fuerzas Democráticas Sirias, principal objetivo del mandatario turco, son un aliado clave de Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico

La gran pregunta en el escenario de Oriente Medio en estos momentos es cuándo franquearán las tropas turcas la frontera siria. Camino de las tres semanas desde el atentado terrorista que golpeó el centro de Estambul –acabando con la vida de seis personas y dejando más de medio centenar de heridos-, el presidente Recep Tayyip Erdogan ultima un plan que, a juzgar por sus propias advertencias, pasa por golpear en territorio sirio al movimiento independentista kurdo, al que responsabiliza del ataque en la ciudad turca (por el momento ninguna organización kurda ha reivindicado la autoría del atentado).

En concreto, la estrategia de Erdogan pasa por golpear a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una organización que cuenta con el apoyo de Washington y que ha sido clave en la derrota del Estado Islámico desde 2014, por lo que su debilitamiento puede acarrear importantes problemas de seguridad para el conjunto de la región. El núcleo armado principal de las FDS lo forman las Unidades de Protección Popular kurdas, que, para Ankara, son integrantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), su principal enemigo desde hace décadas. El PKK, al que Turquía ha responsabilizado directamente del atentado de Estambul, es considerado organización terrorista para Estados Unidos y la UE.

No en vano, el domingo 20 de noviembre, la aviación turca comenzó a bombardear posiciones kurdas en Siria: Erdogan dejó claro que se trataba de “solo el principio” y que el objetivo de sus fuerzas es “derrocar a los terroristas por vía terrestre y en el momento más conveniente”. El plan del mandatario turco es debilitar al máximo a las FDS en las zonas de Kobane, Manbij y Tal Rifaat.

Erdogan ya había hecho lo propio en octubre de 2019, 2018 y 2016. En el caso de la más reciente, fue una operación aérea y terrestre dirigida contra la propia FDS en la franja norte de Siria que acabó suponiendo la retirada de las fuerzas kurdas de la zona más próxima a la frontera con Turquía.

Los viejos y aparentemente inminentes planes de Erdogan no son, en absoluto, del agrado de Estados Unidos, que cuenta con un pequeño contingente militar en la zona. El pasado miércoles el secretario estadounidense de Defensa Lloyd Austin se dirigió por teléfono a su homólogo turco y aliado en la OTAN para expresarle su “fuerte oposición” a la operación y asegurar que las tropas estadounidenses se habían visto directamente amenazadas por los bombardeos turcos en la zona de Al-Hasakah (en el noreste sirio). El mismo día el ex embajador estadounidense en Turquía, James Jeffrey, estuvo en Ankara para reunirse con el ministro turco de Exteriores Hulusi Akar.

Una semana antes, desde el Pentágono ya se había reconocido en una nota a los medios de que un ataque turco con drones registrado en las fechas posteriores al atentado “amenazó directamente la seguridad del personal estadounidense” que lucha contra el Estado Islámico y garantiza la custodia de “más de diez mil detenidos” de la organización yihadista.

Por su parte, el jueves, un día después de su entrevista con el ex embajador Jeffrey, el citado ministro de Defensa turco Halusi Akar pidió a la Administración Biden comprensión sobre una eventual intervención militar de su país en Siria. En cualquier caso, todo apunta a que la operación militar terrestre que el mandatario turco prevé ahora se marca como objetivo principal dos zonas –en el caso de Manbij y Tal Rifaat, en la provincia de Alepo- sin presencia militar de Washington.

Aunque el reciente atentado de Estambul concede al mandatario turco una justificación para llevar a cabo la ofensiva terrestre ahora, Erdogan viene preparando la intervención en el país vecino desde la pasada primavera, concretamente desde mayo. El líder turco manifestó entonces su deseo de crear una zona de unos treinta kilómetros de profundidad desde la frontera turco-siria que quedaría liberada de combatientes del PKK kurdo.

Rusia, clave en la operación

Al margen de la oposición de Washington, Erdogan tendrá además que obtener el plácet ruso, la otra gran potencia con tropas en Siria, para iniciar la operación militar. Y, según los especialistas, Rusia, que es aliada del régimen de Bachar el Assad –cuya supervivencia sólo ha sido posible gracias al apoyo militar decisivo de Moscú en la última década- no está en absoluto convencida. Alexander Lavrentyev, diplomático ruso, reconocía el pasado 23 de noviembre que el Gobierno de su país había tratado de convencer a Erdogan de que evitara llevar a cabo “operaciones a gran escala” en Siria.

No en vano, en las últimas fechas Rusia ha reforzado, según informaciones de AFP y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, sus tropas en las zonas próximas a la frontera turca ante una posible intervención turca, concretamente en el área de Tal Rifaat. Desde los años 70 del siglo pasado ha habido tropas rusas en Siria, pero el apoyo de Putin al régimen de Assad las convirtió en presencia dominante a partir de 2015.

En declaraciones a la CNN, el analista turco Soner Cagaptay aseguraba de que Rusia pretende que Erdogan se comprometa a reconocer el régimen de Bachar el Assd para concederle el plácet a operación militar en el norte de Siria. “Creo que hasta que no veamos madurar estas discusiones y se llegue a una conclusión, Putin no le dará luz verde a la incursión turca”, considera el director de estudios turcos del think tank Washington Institute for Near East Policy,

Sin embargo, respecto a las posibilidades de lograr la aquiescencia de la Administración Biden, Cagaptay estima que Estados Unidos es consciente de que “la importancia estratégica de Turquía ha aumentado” al tiempo en que Washington pone el foco cada vez más en Asia, también en Ucrania, y Oriente Medio pierde relevancia.

Dada su relación con Rusia, el papel que puede jugar Erdogan en las negociaciones con Putin en los próximos meses en relación con la guerra en Ucrania es cada vez más relevante. No en vano, Ankara ya ha exhibido recientemente sus dotes mediadoras en el conflicto sobre la exportación de cereales en el mar Negro. En síntesis, la Administración Biden no quiere importunar las relaciones con Ankara en estos momentos.

Las palabras a los periodistas del coordinador para comunicaciones estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, John Kirby, el pasado día 22 de noviembre resumen el sentir de la Administración Biden: “Turquía continúa sufriendo una amenaza terrorista legítima, particularmente en su sur. Tienen todo el derecho de defenderse a sí mismos y a sus ciudadanos”. “Lo que nos preocupa en el caso de operaciones transfronterizas es lo mismo: que podría forzar una reacción de la parte de nuestros aliados de las FDS que limitara o restringiera su capacidad para combatir contra el Estado Islámico, y eso es lo que estamos haciendo junto a ellos sobre el terreno”.

Escenario de inestabilidad

Este mismo viernes las fuerzas kurdas del FDS se descolgaban con una medida de presión hacia Estados Unidos y la OTAN adoptada como reacción a los bombardeos del Ejército turco de los últimos días y la amenaza de una invasión terrestre: “suspender todas las operaciones conjuntas” contra el Estado Islámico en Siria.

El portavoz de las FDS Aram Henna aseguró a la agencia Reuters que “todas las operaciones antiterroristas coordinadas y conjuntas” con la coalición liderada por Estados Unidos contra los restos operativos del Estado Islámico en Siria y “todas las operaciones especiales que se llevan a cabo regularmente” han cesado. Resta por ver, pues, el efecto de la presión en las autoridades estadounidenses.

Con todo, para el también experto del Washington Institute for Near East Policy y antiguo director del Consejo de Seguridad Nacional Andrew Tabler, “la relación con las Fuerzas Democráticas Sirias no es un tema fundamental en la lista de prioridades para Estados Unidos en estos momentos. Pero sigue la pregunta planteada: ¿quién mantiene al Estado Islámico a raya? Hay dos opciones: Turquía o las Fuerzas Democráticas Sirias”.

Por el momento, ya sea por las dudas operativas o por las presiones de Moscú y Washington –o por una combinación de ambos factores- el soberbio y obsesivo Erdogan no se ha decidido aún por iniciar la ofensiva terrestre en territorio sirio, pero las tensiones entre Ankara y los grupos armados kurdos que controlan la franja norte de Siria van en aumento. Y, en consecuencia, la inestabilidad es mayor en una región siempre susceptible de escalar. Toca esperar al díscolo aliado turco de la OTAN.