Han pasado casi dos décadas desde la muerte de Juan Pablo II en 2005, y el mundo, inevitablemente, ha cambiado. La despedida al papa Francisco en la Basílica de San Pedro lo confirma: los móviles, hoy, son casi una extensión del cuerpo humano. El avance tecnológico ha transformado también la forma de vivir el duelo y rendir homenaje.

Dentro del templo, reina un respeto solemne, pero a la vez, las pantallas se alzan como nuevas velas digitales. Muchos fieles eligen inmortalizar el momento, fotografiando o grabando vídeos, en un intento de conservar para siempre la memoria de un instante extraordinario.

Un recuerdo en la palma de la mano

Todo el mundo quiere llevarse a casa el recuerdo de un momento extraordinario como la muerte de un papa. No sorprende entonces la nube de manos alzadas con teléfonos móviles, buscando el mejor encuadre entre los mármoles sagrados del Vaticano.

La imagen es repetida, peregrinos agrupados en los mejores puntos de vista, capturando cada segundo de un recorrido único. Las hermanas peruanas Sor Alba y Sor Ingrid no fueron la excepción: “Estamos aquí desde las 10:30”, contaron emocionadas. Tras avanzar pacientemente entre la multitud, lograron su propósito, acercarse a escasos metros del féretro del Pontífice.

Del clic al silencio: una nueva norma por respeto

Las escenas del duelo comenzaron a difundirse en redes sociales casi en tiempo real. Sin embargo, la exposición masiva generó una rápida reacción ya que desde hoy, por respeto al momento sagrado, ha sido prohibido fotografiar en el interior de la basílica. “Conforme te vas acercando ya te dicen que no puedes usar el teléfono”, explicó un peregrino español que también esperaba guardar en su móvil el recuerdo del adiós.

Pese a la norma, Sor Alba llevaba en su dispositivo una lista de memorias digitales del velatorio. Un contraste inevitable con lo que ocurrió en 2013, durante la capilla ardiente del papa emérito Benedicto XVI, cuando los móviles aún no eran omnipresentes.

Es la paradoja del tiempo, mientras la liturgia y el ritual católico se mantienen inalterables, el entorno digital avanza sin pausa. La muerte del papa Francisco, en pleno siglo XXI, se convierte así en una estampa de época: entre la espiritualidad y el gesto instintivo de sacar el móvil, incluso en los momentos más sagrados.

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