50.000 millones de euros bloquean la cumbre europea

  • Los países del norte piden un recorte de 50.000 millones en el fondo y que la mitad se reparta en transferencias y la otra en prestamos

  • Fuentes consultadas por NIUS afirman que el primer ministro holandés, Mark Rutte, amenazó a los países del sur con la reacción de los mercados si no se alcanzaba un acuerdo

  • Holanda exige también un mecanismo que le permita tener control sobre las transferencias de fondos a España e Italia

Las líneas se mueven pero parece insuficiente. Después de tres días de cumbre, de reuniones a 27 y en grupos reducidos, las diferentes posiciones se habían acercado en la tarde del domingo. El día arrancó con una reunión entre el presidente del Consejo Europeo Charles Michel, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron. Eran poco más de las 09:30 cuando decidieron seguir adelante, algo que no era una certeza cuando se fueron a dormir la noche del sábado.

Berlín, París, Madrid y Roma habían aceptado a esa hora que el fondo anticrisis equilibrara su reparto de otra forma. Ya no serían 500.000 millones de euros en transferencias y 250.000 en préstamos sino 400.000 y 350.000. Fue el primer movimiento serio de una cumbre que durante muchas horas parecía a punto de reventar.

Austria, Dinamarca, Países Bajos, Suecia y en parte Finlandia parecen apostar a que países como España o Italia aceptarían cualquier acuerdo con tal de recibir unas pocas decenas de miles de millones de euros. Estos resisten. La lógica de la apuesta se jugaba en la cena de este domingo, en la que el holandés Rutte seguía exigiendo su derecho a vetar los programas nacionales de reformas, una petición extemporánea para el resto.

El primer ministro esloveno Janez Jansa y el Parlamento Europeo coincidían anoche al publicar en Twitter un gráfico en el que se puede visualizar fácilmente qué países se benefician más de su pertenencia al mercado común y cuántas veces multiplica ese beneficio sus contribuciones a la UE. Todos, los 27, salen beneficiados, pero unos mucho más que otros. Entre los primeros aparecen todos los frugales, aunque los tres primeros (Luxemburgo, Irlanda y Bélgica) aceptan las propuestas sobre la mesa y no se han unido a ellos.

Los frugales se mueven

Durante el día la presión hizo que los tacañones también se movieran. De su pretensión inicial de recortar las transferencias por debajo de 200.000 millones y el total del fondo anticrisis por debajo de 700.000 millones, aceptaron esos 700.000 siempre y cuando el equilibro entre transferencias y préstamos fuera 50% y 50%. Era un paso, aunque fuentes diplomáticas aseguraban que Merkel pretendía mantener el montante total de 750.000 millones y que la idea no había ganado tracción, por lo que Michel puso sobre la mesa otra vez 400.000 millones en transferencias y 350.000 en créditos, aceptable para 22 países.

La sesión plenaria, que empezó poco después de las 19:00 horas con una cena a elegir entre buffet frío o algún plato caliente del restaurante del Consejo Europeo (suele haber pasta, plato vegetariano, algo de pescado, filete de ternera y filete de pollo, fruta, ensaladas, yogures y algún postre), arrancó a tiros. El italiano Giuseppe Conte explicó al holandés Mark Rutte que el fondo debía aprobarse ya este mes –como creen también Angela Merkel y Pedro Sánchez- porque cuanto más se tarde más dinero hará falta.

El primer ministro portugués Antonio Costa sonaba pesimista: “Tenemos visiones completamente distintas de lo que es el proyecto europeo. Ha desaparecido el espíritu que debía animar una Unión como la que constituimos porque muchos no lo comparten. Hay que intentar convivir con esta realidad y llegar a un acuerdo”.

Rutte amenazó al sur

Rutte, por decirlo diplomáticamente, sacó los pies del tiesto. Dos fuentes confirmaron a NIUS que el primer ministro holandés amenazó a los países del sur que si no aceptaban lo que proponían los tacañones tendrían que hacer frente este lunes a la reacción de los mercados financieros.

Le respondió la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, cuya mera presencia garantiza una defensa contra esos ataques y para recomendar a los 27 que antes de aceptar cualquier mal acuerdo sería preferible que suspendieran la cumbre y volvieran cuando estuvieran dispuestos a alcanzar un buen pacto.

Un corresponsal recordaba ayer una anécdota de los años 50. En los primeros años de la construcción de la entonces Comunidad Europea del Carbón y el Acero, a los jóvenes diplomáticos italianos enviados a Bruselas les daban un mensaje: “En caso de duda, dejen hablar primero a los holandeses y después hagan ustedes lo contrario”.

Una sucesión de obstáculos

Pactar el montante y el reparto del fondo anticrisis es sólo el primer paso. Faltaría por pactar su gobernanza (¿unanimidad para aprobar los planes nacionales de reforma como exige Mark Rutte o mayoría cualificada?) y todos las partidos del Marco Financiero Plurianual (los presupuestos de la UE) para el período 2021-2027, la tradicional bronca que cada siete años termina yendo con la lupa a mirar dónde va a caer aquel millón de los programas de desarrollo rural o aquel otro de los fondos de cohesión.

Los tacañones pedían anoche recortes importantes en el Acuerdo Verde Europeo y en el programa Erasmus. Sorprendía en Bruselas que tres primeros ministros socialdemócratas (la danesa, la finlandesa y el sueco) que gobiernan gracias al apoyo de partidos ecologistas se unieran a esa petición.

Críticas de académicos

Jean-Pisani-Ferry, asesor económico de Emmanuel Macron, decía ayer que un fondo que se limite, como querían los frugales, a transferir unas pocas decenas de miles de millones al sur a cambio de ajustes “no tendría ningún sentido económico y sería un desastre político. Mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo”, recomendaba.

Paul de Grauwe, profesor de Economía en la Universidad de Lovaina y en la London School of Economics, un economista liberal que asesoró a la Comisión Europea en los años de Jean-Claude Juncker y cuyas obras sobre la última crisis y sobre la estructura de la Eurozona son manuales obligatorios en las facultades de Economía, criticaba ayer “la arrogancia e hipocresía del Gobierno holandés. Arrogancia porque quieren imponer reglas sobre buen comportamiento a otros, cuando ‘buen’ se refiere a ‘holandés’. Hipocresía porque roban miles de millones de euros en impuestos de sociedades a los mismos países a los que exigen que se porten bien”.

La forma de financiar el fondo no genera reticencias

Un aspecto del nuevo fondo anticrisis que parece aceptado por todos –hace unas semanas no estaba tan claro- es la forma de financiarlo. La Comisión Europea hará, en nombre de la UE, una emisión de deuda de 750.000 millones de dólares. No los llame usted eurobonos ni coronabonos, pero básicamente es eso. Bruselas se endeudará en nombre de los 27 y los 27 se hacen avalistas de esa emisión de deuda cada uno hasta su cuota en el presupuesto comunitario. La UE recurre así a los mercados, como si de un Tesoro nacional se tratara, para financiar no un préstamo a un Estado miembro, sino inversiones a través de transferencias a fondo perdido.

En junio de 2012 Merkel decía que no habría emisiones de deuda conjunta "mientras yo viva". 2020 no es 2012, Merkel no es aquella Merkel y esta crisis no es como aquella. La calificación AAA que las agencias de rating dan a la UE hace que esa emisión, que se hará a largo plazo, probablemente 20 ó 30 años, espere hacerse a un interés inferior al 1% anual.