Aleksa Lundberg: “Me encantaría ver a una Veneno en Suecia”

  • La actriz y periodista sueca Aleksa Lundberg explica a NIUS su posición en el debate sobre la transexualidad de su país, donde en la última década se ha disparado el número de menores sometidos a tratamientos de transición.

  • “Hay casos en los que se están dando hormonas demasiado pronto”, denuncia Lundberg, señalando a los ahora cuestionados protocolos para tratar la transexualidad.

Aleksa Lundberg nació en Estocolmo en 1981 y le asignaron el sexo masculino. Con 17 años comenzó su transición hacia lo que es hoy: una mujer de éxito que se gana la vida como actriz y periodista.

Sus opiniones sobre la transexualidad desafían muchos de los que hoy se plantea como consensos en la comunidad trans. Lundberg, después de muchos años de activismo, se ha separado de las posiciones de las principales organizaciones de defensa del colectivo transexual en Suecia.

Hay quien incluso la acusa de “tránsfoba”, aunque a ella poco le importa. En el actual e intenso debate que tiene lugar en Suecia sobre cómo lidiar con el fenómeno de la transexualidad, “sólo un puñado de gente está hablando en esos términos, nos podemos permitir el ignorarlos”, dice Lundberg sobre quienes la insultan en esta entrevista con NIUS.

Ella está entre quienes critican, entre otras cosas, la celeridad con la que en Suecia se trata la “disforia de género”, términos del diagnóstico formal que reciben quienes acceden a tratamientos para realizar una transición de hombre a mujer, o viceversa.

Si de Lundberg dependiera, hoy ella no viviría hoy en el cuerpo de una mujer, sino en el de un “hombre gay afeminado”, cuenta esta admiradora confesa de Cristina Ortiz Rodríguez, La Veneno. El actual debate en Suecia sobre la transexualidad tiene un origen exógeno, pero nada tiene que ver con la mítica celebridad que descubriera en Telecinco Pepe Navarro.

Una reciente decisión judicial en el Reino Unido, según la cual los jueces determinaban, entre otras cosas, que es “muy improbable” que niños menores de trece años sean capaces de dar un consentimiento informado sobre tratamientos hormonales, ha llevado al Hospital Karolinska de Estocolmo a frenar todos sus tratamientos en menores con “disforia de género”.

De momento, en dicha institución sueca, sólo se desarrollarán esos tratamientos en menores si ocurren en el marco de un estudio clínico. La decisión de ese hospital de la capital sueca tiene lugar en un momento en el que la Junta Nacional de Salud y Bienestar, autoridad en el ámbito de seguridad social de Suecia, está revisando los protocolos de tratamientos de disforia de género en menores.

“No tenemos datos que demuestren que se está ayudando o haciendo daño a las personas tratadas”, señala Lundberg. En 2018 se habían diagnosticado casi 2.000 menores con disforia de género en Suecia, tras un incremento del 1.500% en diez años.

P: Usted es una personalidad pública. Es actriz y periodista. Son profesiones de mucha visibilidad. ¿Su experiencia prueba que la transexualidad está muy aceptada en la sociedad sueca?

Absolutamente. Ahora bien, los transexuales no estamos aceptados en todas partes. Quedan todavía muchos prejuicios contra los que luchar. Pero yo diría que llevo ya viviendo desde los 17 años como mujer transexual. Fue entonces cuando empecé mi transición. Tenía 17 años y entonces el clima de la sociedad no era el mismo que ahora para una persona transexual. Había gente que podía acercarse a ti en el metro para agarrarte de tus partes íntimas para ver si eras de verdad una mujer o no. También te llamaban de todo por la calle, cosas así. En el instituto había mucho odio hacia los homosexuales y los transexuales.

Al comparar esa época con la actualidad, la diferencia es tan grande que no sé ni por donde empezar. El hecho es que yo he podido tener una carrera. Hubo un momento en el que la gente empezó a interesarse por mi situación y, en general, con los temas transgénero. Pero luego está la cuestión del cuidado que reciben las personas transexuales, que cada vez está más presente en el debate. Me refiero a los tratamientos con hormonas o las cirugías. Todo esto son cuestiones controvertidas incluso ahora mismo en Suecia cuando hablamos de menores.

"No se está invitando a la persona que está valorando hacer la transición el que piense de modo crítico"

P: ¿Cómo han cambiado las transiciones y cómo son ahora respecto a la que usted se sometió?

Yo diría que en mi época el proceso era más largo en el hospital y demás. A la persona que quería la transición se le hacían muchas entrevistas, en un proceso de dos o tres años. Había que hablar con un psiquiatra durante el proceso. Los doctores, también, eran muy claros a la hora de preguntar cosas como: “¿Estas seguro?”. Los médicos tenían una perspectiva escéptica y se interrogaban mucho sobre si la transición era lo correcto para ti. Este proceso, claramente, no era lo mejor.

P: ¿Por qué?

Porque se podían instalar dudas en la persona. Ante esto, uno puede desarrollar un sentimiento de competitividad para alcanzar un objetivo, la transición, y uno deja de pensar, de verdad, en lo que uno quiere para su vida. Creo que eso mismo fue lo que me pasó a mí. Yo pensé que tenía que probar a mi psiquiatra de aquella época que yo era, de verdad, una mujer. Yo, sólo después de todas esas entrevistas, los tratamientos y las cirugías, sólo entonces, encontré la paz interior suficiente para pensar sobre lo que había hecho y si aquello era realmente necesario.

Pienso que aquello no fue la mejor manera de gestionar lo que me pasaba. Ahora, sin embargo, la dirección que se ha tomado en el cómo se realizan las transiciones es, creo, una dirección completamente opuesta a la que yo viví. Porque en Suecia, y en otros países también, están tratando de hacer que desaparezca todo escepticismo en el pensamiento de los doctores. Es como si éstos tuvieran que confirmar lo que dicen los pacientes. Pero esta forma de trabajar no deja espacio para el pensamiento de la persona. No se está invitando a la persona que está valorando hacer la transición el que piense de modo crítico.

P: ¿Cree usted que esta forma que hay ahora de ocuparse de las transiciones ha llevado al auge de casos de transiciones de menores en Suecia? En 2018 se contaron casi 2.000 casos en su país, un crecimiento del 1.500% respecto a hace diez años.

Es un fenómeno alarmante. Sobre todo, porque muchas de las personas que se han visto en una transición están afectadas por otras enfermedades, como puede ser la anorexia, o tienen problemas de desarrollo como el autismo, o tienen problemas psicológicos que les hacen autolesionarse. Por supuesto, esto es realmente alarmante, en mi opinión. Porque, de verdad, no sabemos lo que es la disforia de género.

No sabemos si es algo que está originado en el cerebro o algo que ocurre por la sociedad o si es algo que tiene que ver con el desarrollo de la persona. Así que actuar de manera tan decidida sobre gente que dice que sufre disforia de género, sin plantear más interrogantes ni estudios, permitiéndoles acceso tan rápido a tratamientos de manera tan rápida, es algo que no entiendo. Yo soy muy escéptica sobre lo que sabemos respecto a la disforia de género y los tratamientos que se aplican.

P: ¿Incluso para usted misma?

Sí, yo me pregunto si todo lo que yo viví era realmente necesario. Pienso que podría haber vivido mi vida como un hombre gay afeminado y ya está. A finales de los años noventa, cuando yo hice mi transición, era muy difícil vivir como hombre gay. Pero hoy no lo es tanto. Así que creo que, por lo menos, tenemos que pensar sobre todas estas cuestiones desde un punto de vista crítico.

P: A usted, por reclamar ese punto de vista crítico a cómo se está tratando la transexualidad en su país, la acusan de caer en la “transfobia”. ¿Cómo explica esto?

[Risas] Sí, es cierto. Pero no son tantos los que me acusan de eso. Sólo los activistas más extremos piensan así. Para ser honestos, la verdad que no tienen ningún poder sobre la sociedad y no les tengo miedo. No me importa lo que digan. No me gusta hablar de esto. Porque la gente siempre reacciona de una forma u otra cuando dices algo en lo que crees. La democracia está para eso. Eso sí, no creo que de esa forma se pueda mantener una buena conversación. Pero sólo un puñado de gente está hablando en esos términos. Nos podemos permitir el ignorarlos.

"está claro que hay gente que está sufriendo por someterse a estos tratamientos hormonales y operaciones"

P: ¿Cómo de amplio es el debate de la sociedad sueca sobre cómo lidiar con el fenómeno trans?

Hay diferentes ángulos con los que abordar la transexualidad, que puede ser vista, en menores, como otros problemas como la anorexia o la orientación sexual. En España, ustedes tuvieron a La Veneno. A mí me encantaría ver a una Veneno en Suecia. Porque es importante tener la experiencias como la de esa mujer transexual. Porque en Suecia, si eres trans, tienes que ser de una forma muy determinada. No hay ángulos diferentes con los que ver este fenómeno. Yo soy una de las muy pocas personas que ha salido en el debate con una visión crítica sobre estos temas.

P: Y en ese debate, ¿Puede ser que haya un colectivo que está imponiendo al resto lo que es ser transexual, o sea, imponiendo una identidad transexual?

Exacto. Se está imponiendo una visión muy parcial. Pienso que esto se debe al trabajo de algunas organizaciones que son muy grandes y muy buenas en lo que respecta a hablar con políticos y hablar en representación de la comunidad LGBTIQ+. Esta gente tiene una agenda y es la única agenda que está en boca de todos. Pero incluso en la mía. Yo trabajé también durante años con estas organizaciones. Y creo que son muy importantes en muchos ámbitos.

P: ¿En qué sentido?

Cuando yo estaba en los medios de comunicación, yo estaba del lado de los activistas. Pero eso era porque yo estaba aprendiendo a expresar ciertas ideas al resto de la gente. Yo pensé que ese era el camino que había que seguir durante mucho tiempo. Pero luego hubo un momento en el que tuve mis dudas. Pero me dije: “luego lidiaré con esto”. Y después llegó ese “luego”.

Fue cuando aparecieron los primeros testimonios de personas que que decían que, después de haberse sometido a tratamientos muy lesivos para su cuerpo, no querían esos tratamientos. Pero de esto se dieron cuenta después, cuando se hicieron adultos. Fue entonces cuando me dije que había que diversificar este debate. Porque está claro que hay gente que está sufriendo por someterse a estos tratamientos hormonales y operaciones.

"me dije: 'no más activismo, hay que hablar de todo esto de una manera más amplia'."

P: Concretamente, ¿Cuándo pasó usted a adoptar una visión crítica sobre el activismo trans?

Fue a raíz de una emisión de televisión, una investigación sobre cómo se ocupaba la salud pública de la gente transexual. En ese programa se mostraban casos de personas que lamentaban su transición, que sus vidas no mejoraron con esa transición, y que, de hecho, empeoraron porque habían cometido un grandísimo error. Yo no soy uno de esos casos, porque yo vivo una vida feliz. Creo que no tendría que haber hecho lo que hice, pero lo hice y estoy viviendo mi vida así y está bien.

Estoy muy preocupada porque esas voces de las que le hablaba no están siendo consideradas en serio por los activistas. Por eso, al ver esos casos, me di cuenta de que el activismo, en realidad, era otra cosa, porque estaban actuando de un modo casi fanático. Porque ese problema existe, pero los activistas no actúan. En lugar de eso, se está tratando de silenciar esos testimonios y eso es peligroso. En esa situación fue que me dije: "no más activismo, hay que hablar de todo esto de una manera más amplia".

P: ¿Qué opinión le merece que las autoridades estén revisando sus protocolos en los tratamientos hormonales de transición en menores de edad? El Hosptial Karolinska, por ejemplo, ha dejado de someter a menores a estos tratamientos salvo que sean en el marco de estudio clínico.

Sí, el Hospital Karolinska ha hecho, creo yo, lo único que podía hacer con los menores de 18 años. Los tratamientos para mayores de 18 años siguen su curso. Creo que la decisión que han tomado en el hospital es la buena porque es lo único que se puede hacer. No tenemos datos que demuestren que se está ayudando o haciendo daño a las personas tratadas. Creo que hay que hacer mucha más investigación para esto.

Hay que considerar todas las opciones posibles. Hay que saber, por ejemplo, si alguien se siente mejor después del tratamiento. Y si es así: ¿Era porque tenía disforia de género? ¿Era algo de la sociedad o del cerebro de la persona? Y si es algo de origen social, ¿Ha de ser el tratamiento una operación quirúrgica la mejor manera de tratar este tema? Hay muchos interrogantes. Nosotros no viviremos cuando haya respuestas para esto.

P: Pero con tantas preguntas en el aire, y con los protocolos actuales, sólo parados en el Hospital Karolinska y en alguna excepción más: ¿En qué medida se está llevando a menores a realizar transiciones demasiado fácil?

Creo que hay uno o dos hospitales que han seguido el ejemplo del Hospital Karolinska. Hay hospitales que están siguiendo los protocolos como estaban acostumbrados. Yo veo esto preocupante. Porque, como le digo, no tenemos datos sobre si esos tratamientos están ayudando o no. Pero hay casos que nos dicen que sí, que se están dando hormonas demasiado pronto, que hay personas que no se preguntaron antes de empezar la transición sobre otros problemas que pudieran tener en su vida, o si los había, se decía que no eran relevantes. En esos casos, puedo decir que es irresponsable por parte de los doctores el haber actuado así.

P: Porque hay otras formas de actuar. Por ejemplo, los hay que abogan por una perspectiva basada en la “observación” y la “espera” ante la persona que se está planteando su identidad, y en la que no intervienen tan rápido las hormonas, ni las operaciones.

Lo que está claro es que si hay una persona que necesita ayuda con su vida, hay que ayudarla. Pero está pasando que en las clínicas con psicólogos que se ocupan de estos casos están aprobando los tratamientos de los que hemos hablado. Ahí está la clave. Ahí es donde hay que dar el primer paso.