Alexandr Lukashenko, el "último dictador de Europa": del vodka contra la covid al secuestro de un avión comercial

  • El presidente de Bielorrusia lleva casi tres décadas en el poder

  • Se aferra a su cargo entre denuncias de fraude y represión

  • Dicen que quiere convertir a su hijo pequeño, el favorito, en su 'príncipe heredero'

Alexandr Lukashenko ha gobernado Bielorrusia con mano de hierro durante más de 26 años; los mismos que tiene el periodista opositor Roman Protasevich al que ha detenido dando la orden de secuestrar el avión comercial en el que viajaba. Esa rocambolesca caza del disidente más allá de las fronteras del propio Estado ejemplifica las maneras de un tiempo supuestamente extinto, del "último dictador en Europa" (así se le ha apodado). Aunque para sus seguidores siempre fue Batka (que significa padre en bielorruso).

Lukashenko (66 años) es el mismo negacionista del coronavirus que hace unos meses no dudaba en proponer vodka, sauna, jugar al hockey o labrar la tierra con un tractor para combatir la covid-19. Incluso en los peores tiempos de la pandemia, y pese a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, ha mantenido los actos multitudinarios. Ha asegurado que estuvo infectado y que logró "sobrevivir de pie".

Casi tres décadas en el poder, acusaciones de fraude electoral y el amigo Putin

El presidente bielorruso ganó las primeras elecciones en 1994, tras la desintegración de la Unión Soviética (tres años antes). Previamente, había ascendido en las filas del Partido Comunista tras liderar granjas colectivas. En aquellos primeros comicios, su discurso populista y contra la corrupción sedujo a la población tras décadas de comunismo.

Desde entonces permanece aferrado al poder en esa antigua república soviética de menos de 10 millones de habitantes. Lukashenko se ha proclamado vencedor en las seis elecciones presidenciales celebradas en casi tres décadas. Los últimos -y controvertidos- comicios tuvieron lugar el pasado 9 de agosto de 2020. Llegaron precedidos del encarcelamiento de algunos de sus rivales.

A Lukashenko se le atribuyó más del 80% de los votos entre acusaciones de tongo y protestas en las calles. El pasado noviembre, la Unión Europea aprobó sanciones por fraude electoral y represión contra la población en manifestaciones pacíficas.

La permanente sombra de una ausencia de elecciones libres en un régimen autocrático que hostiga a la oposición ha impulsado la crítica y el aislamiento internacional. Como contrapeso, el apoyo del presidente ruso Vladimir Putin. Aunque en las últimas elecciones las grietas se abrieron hasta con Moscú. Minsk le acusó de injerencia electoral y de enviar mercenarios armados para ayudar a la oposición. Los dos países mantienen relaciones comerciales claves, con el petróleo en el centro del tablero.

El presidente y su 'príncipe heredero'

Lukashenko tiene tres hijos; los medios siempre han destacado que su preferido es el menor Nikolái, al que le llaman Kolia y al que se le ha apodado el príncipe heredero. Tiene 16 años y desde muy pequeño suele acompañar a menudo a su padre en actos públicos. Por eso, las constantes especulaciones sobre los planes para convertirle en supuesto sucesor.

Kolia es hijo de una relación extramarital, no se sabe a ciencia cierta quién es su madre. Aunque algunos periodistas dan por hecho que es una antigua médico del presidente, Irina Abélskaya. Lukashenko está casado con Galina Lukashenko, madre de sus hijos mayores Víktor (45 años) y Dmitri (41 años); no se han divorciado pero no viven juntos.

Uno de los mantras del presidente es que sin él, el país sería "entregado a los criminales". Él cimentó su popularidad especialmente en las zonas rurales y entre los nostálgicos de la Unión Soviética. Pero la sociedad ha cambiado.

Es al menos lo que cree la premio Nobel de Literatura bielorrusa Svetlana Alexievitch. En una entrevista con la radio RFE / RL afirmó que Lukashenko ha creído erróneamente que podía seguir "infundiendo miedo" en la sociedad. Sin embargo, destacó la escritora, "una nueva generación ha alcanzado la mayoría de edad y sus mayores se han despertado. No son las mismas personas que hace 26 años".