Desconsuelo, frustración y demandas tras el derrumbe del edificio en Miami

  • La parte del edificio que se mantiene en pie será demolida lo antes posible, ante la amenaza del huracán Elsa

  • Un bombero rescata el cuerpo de su propia hija entre los escombros

  • Una carta enviada a los propietarios tres meses antes del colapso, alertaba de las malas condiciones del edificio

El desconsuelo y el dolor de los familiares a quienes se les ha confirmado la identidad de un ser querido entre las víctimas mortales, y la frustración e incertidumbre de aquellos que esperan con angustia noticias de los que aún están desaparecidos, no hace más que crecer a medida que pasa el tiempo.

Nueve días después de que en apenas 12 segundos colapsara el edificio de 12 plantas en la localidad de Surfside (a unos 9 km al norte de Miami Beach), la búsqueda para encontrar vida bajo los escombros continúa, aunque las esperanzas cada vez son menores. Una búsqueda que por otro lado se verá interrumpida próximamente, tras conocerse que la alcaldesa de Miami-Dade, Daniela Levine, ha autorizado la demolición de la estructura del edificio que quedó en pie, ante la amenaza del huracán Elsa.

“Es demasiado inseguro el edificio, no se puede dejar entrar a nadie y vamos a proteger al equipo de rescate”, ha manifestado el gobernador de Florida, Ron De Santis el sábado por la mañana.

La demolición se llevará a cabo tan pronto sea posible por lo que los expertos ya están analizando el terreno para proceder con la peligrosa operación.

Más de un centenar de personas continúan sepultadas bajo los escombros, mientras el número de muertos supera la veintena. Entre las últimas halladas, una niña de 7 años cuyo cuerpo fue recuperado por su propio padre y el hermano de este, ambos miembros del Equipo de Búsqueda y Rescate Urbano de Florida.

El trauma psicológico, no sólo de los familiares y amigos de las víctimas, sino de las personas que están implicadas en las labores de rescate, requiere también el apoyo de especialistas que tratan de aliviar y consolar, en la medida de lo posible, las consecuencias del terrible suceso. El desgaste emocional con el que lidian las unidades de salvamento, que pedazo a pedazo buscan restos humanos, pasará igualmente una enorme factura.

Cuatro demandas contra la junta del edificio

Desde que el Champlain Towers South se derrumbó a primera hora de la madrugada el pasado jueves, 24 de septiembre, en paralelo al trabajo de rescate, se ha ido teniendo conocimiento de las malas condiciones en las que se encontraba el edificio. Por el momento van cuatro demandas interpuestas por vecinos contra la junta del edificio.

En una de ellas, Raysa Rodríguez, superviviente de la tragedia, relata que unos violentos temblores le hicieron dar un salto de la cama, y que cuando abrió las puertas de su balcón, en medio de la oscuridad, todo lo que pudo ver fue polvo.

"Toqué las puertas de varios vecinos, no hubo respuesta. Corrí hacia la salida, abrí las puertas que conducen a la escalera exterior y vi la devastación. Grité de horror”, lamenta Rodríguez.

El documento legal también señala que la asociación del edificio, "a través de su propia conducta temeraria y negligente, causó un catastrófico colapso mortal".

Algunos afectados ya han manifestado públicamente que quieren que los responsables, se atengan a las todas las consecuencias.

Irregularidades en el mantenimiento del edificio

Tres meses antes del derrumbe, una carta enviada a los propietarios de los apartamentos, alertaba que el “deterioro del cemento” se “estaba acelerando” y que el daño “comenzaría a multiplicarse exponencialmente”.

La misiva, firmada por la presidenta de la asociación de propietarios de Champlain Towers South, Jean Wodnicki, tenía como objetivo explicar a los dueños las razones por las que una renovación que en 2018 se había presupuestado en unos 9 millones de dólares, había aumentado a casi 16 millones de dólares tres años después.

Ese año, Frank Morabito, un ingeniero contratado por la asociación del complejo, inspeccionó el edificio y notó un “error importante” en el diseño, que resultaba por la falta de un drenaje adecuado. Aquel “error” estaba causando graves daños en la losa de cemento debajo de la terraza de la piscina y las jardineras, algunas de las cuales estaban directamente sobre la zona del garaje cubierta de escombros momentos antes del catastrófico colapso.

Muchos de los que sobrevivieron al derrumbe aseguran que en aquel entonces, se les dijo que el edificio estaba "en muy buenas condiciones". Las demandas presentadas hasta ahora convergen en que la asociación de propietarios del edificio no actuó a tiempo para asegurar que los daños fueran reparados.

“Ellos nos dijeron que el edificio no estaba mal. Eso es lo que dijeron", ha declarado Susana Álvarez, una de las propietarias que logró escapar con vida. "Nadie nos dijo jamás, jamás, que el edificio estaba tan mal. Nadie, nadie", enfatizó. "Quiero respuestas".

Steve Rosenthal, otro de los supervivientes, argumenta en su demanda que los residentes "fueron dejados al margen y no recibieron advertencias de una catástrofe inminente".

Otros posibles factores implicados en el derrumbe

La torre Sur del edificio, que cayó al suelo como un castillo de naipes, forma parte de las tres torres “hermanas” construidas con un diseño idéntico en la década de 1980. Se estima que de los más 130 apartamentos que conformaban el complejo, 80 estaban ocupados y 55 se derrumbaron.

Además de las irregularidades que se están detectando en el mantenimiento del edificio, otros factores podrían haber influido en el derrumbe del edificio: un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Florida, publicado el año pasado, concluyó que desde la década de 1990 el edificio se estaba hundiendo a un ritmo de aproximadamente 2 milímetros por año. No obstante, “eso por sí solo no explica el derrumbamiento", ha aclarado el profesor Shimon Wdowinski, líder de la investigación.

Otro componente a tener en cuenta en el análisis son las vibraciones causadas por la reciente construcción de un edificio adyacente de 18 pisos, el Eighty Seven Park.

Los residentes de Champlain Towers South expresaron en 2019 su preocupación porque habían sentido movimientos y temblores durante la construcción, aunque les informaron de que la situación estaba siendo monitoreada y estaba bajo control.

La lentitud de las labores de rescate, motivo de queja para algunos

Además de las decenas unidades de bomberos que están trabajando de manera incansable en la zona cero del derrumbe, ayudados de perros adiestrados y equipos de avanzada tecnología, cientos de residentes se han ofrecido como voluntarios para apoyar a los familiares de las víctimas y atender las necesidades de aquellos que se han quedado sin nada, así como a los equipos de trabajo que allí se encuentran. La solidaridad es también una evidencia en estos días en Surfside.

Pero mientras se baraja el conjunto de factores que pudo causar el colapso del edificio, muchos afectados y residentes espectadores se han quejado en la falta de información y también de la lentitud de las labores de rescate.

“Eso no es de ninguna manera una operación de rescate”, ha subrayado Maurice Wachsmann, quien desde balcón tiene vista directa a los escombros del edificio derrumbado y considera que el ritmo de las operaciones de búsqueda es especialmente tardío.

Los “Topos” siguen a la espera de poder ayudar

También otros muchos esperan con ansias la entrada sobre el terreno de los “Topos Azteca”, un grupo de mexicanos considerados “héroes”, especializados en labores de búsqueda de supervivientes en terremotos de todo el mundo y que aprovechan cualquier recoveco para meterse bajo los escombros. Siete de ellos se desplazaron de manera voluntaria a Florida hace una semana para colaborar en las labores de rescate, pero no han sido autorizados por los protocolos burocráticos y autorizaciones que se requieren en el país.

Quien sí está colaborando de manera activa es un equipo de rescatistas procedente de Israel, también entrenados en la búsqueda de supervivientes como consecuencia de los enfrentamientos bélicos.

Entre los cientos de desaparecidos hay varios latinoamericanos, -argentinos, uruguayos y venezolanos entre otros-, así como residentes de origen judío en un barrio donde conviven una amplia comunidad judía, al punto de que la localidad de Surfside es conocida como la “pequeña Jerusalén”.

Elsa, la nueva amenaza

Los equipos de rescate trabajan bajo condiciones de extremo peligro. Las tareas se han visto pausadas en varias ocasiones por las lluvias, también por varios incendios, e incluso durante 15 horas, hasta que un grupo de ingenieros inspeccionó los restos del edificio siniestrado ante el riesgo de que se produjera otro derrumbe.

Y ahora de nuevo, las labores de rescate se ven amenazadas por Elsa, una tormenta tropical convertida en huracán de categoría 1 a su paso por el Caribe. El estado de Florida se encuentra en el cono de la trayectoria posible del huracán, y aunque no impactara directamente, las fuertes lluvias y vientos que traería, podría complicar más aún el escenario.