¿Y si no hubiera elecciones presidenciales en Estados Unidos este año?

  • La opción de un consenso de ambos partidos para aplazar las elecciones no parece muy factible

El próximo mes de noviembre está previsto que los votantes acudan a las urnas para elegir al próximo presidente, a gran parte del Congreso y a miles de candidatos del gobierno. Antes de eso, un total de 15 estados tendrán que haber celebrado sus elecciones primarias. Sin embargo, la mayoría de momento las ha aplazado al menos hasta junio y Nueva York acaba de cancelarlas por considerarlas innecesarias y suponer un riesgo de expansión del coronavirus.

Esto ha desatado una tormenta política que puede tener un largo alcance. Aunque hay varios estados que han animado a sus electores a votar por correo para evitar la dispersión del virus y mantener las elecciones, la decisión del estado de Nueva York puede dar a Trump la excusa perfecta para posponer los comicios de noviembre. Como ha declarado Jeff Weaver, el asesor de Bernie Sanders, máximo perjudicado por dicha anulación, el presidente “ahora tiene un precedente gracias al estado de Nueva York”. Nueva York cuenta con gobernador demócrata, Andrew Cuomo.

Y es que Donald Trump está viendo con preocupación cómo su gestión de la crisis, el empeoramiento de la situación de la economía y los resultados de recientes encuestas anuncian un trasvase de votantes del partido republicano al demócrata. Especialmente entre los votantes mayores de 65 años. Una encuesta de la Universidad de Quinnipiac de Florida, publicada mediados de este mes, mostraba a Trump por detrás de Biden en intención de voto por un margen de 10 puntos entre esta franja de población. La misma banda de edad que le permitió ganar a Hillary Clinton en las encuestas de 2016, en ese estado, y que supuso una diferencia crucial en una zona donde los mayores son una parte importante de la población.

Hasta el momento la gestión de la crisis ha provocado críticas hacia Trump por parte de la población. El país es el epicentro mundial de la pandemia con casi 60.000 personas fallecidas y más de un millón de contagiadas. De forma paralela, la economía se ha apagado de golpe. Más de 17 millones personas están sin trabajo y el recorte anual del PIB ya es del 30%.

Mientras el presidente sueña con reabrir la economía, la mayoría de los estadounidenses piensan que aún es demasiado pronto para ello, según una encuesta del Wall Street Journal y NBC News publicada el domingo pasado. Pero los casos de coronavirus aumentan y la parte más longeva del país sufre las consecuencias.

Con esta situación, las elecciones han pasado a un segundo plano en las informaciones de la actualidad en el país y tanto los aspirantes a la presidencia como a los puestos legislativos han tenido que renunciar a los encuentros directos con los votantes, antaño uno de los platos fuertes de las campañas electorales.

En estas circunstancias, el candidato demócrata Biden ha reconducido su campaña desde el confinamiento a través de entrevistas remotas y la grabación de podcast. Por su parte, Trump aprovecha sus apariciones diarias retransmitidas por televisión para explicar la situación de la pandemia y seguir en contacto con la población.

Confinado en la Casa Blanca y privado de los viajes de fin de semana a Florida y los campos de golf habituales hasta hace poco, Trump vive centrado en cómo recuperar la situación económica del país, que hasta hace solo dos meses le daba la garantía de la reelección. Y es que hasta que no se produzca la reapertura de la economía, el presidente no podrá iniciar la revitalización de la campaña electoral y con ello empezar a recorrer el país.

No hay que olvidar que además, la edad de ambos candidatos les convierte en especialmente vulnerables ya que forman parte del grupo de mayor riesgo en esta pandemia. Por todo ello y llegados a este punto, ¿qué opciones tiene el país para llevar a cabo las elecciones presidenciales en noviembre, como estaba previsto?

Aplazamiento de las elecciones

La opción de un consenso de ambos partidos para aplazar las elecciones no parece muy factible. No solo por la polarización existente en la actualidad entre ambos, sino porque aunque el día de la votación cambiara, la Constitución de Estados Unidos exige que la administración presidencial dure sólo cuatro años. De esa manera el primer mandato de Donald Trump expiraría a mediodía del 20 de enero de 2021.

Si bien es muy improbable un cambio en la fecha de las elecciones, tanto el presidente como los estados podrían usar sus poderes de emergencia para reducir los lugares de votación en persona. De hecho, en las recientes elecciones primarias de Wisconsin la preocupación por el coronavirus provocó el cierre de 175 de los 180 centros de votación de Milwaukee debido a la falta de trabajadores electorales voluntarios. Y en Texas un juez federal emitió el pasado miércoles una orden que estimaba que el miedo a contraer el virus podía ser una razón válida par solicitar el voto en ausencia (o por correo) en noviembre.

En este sentido Gerardo Sánchez, experto en procesos electorales, señala que “lo único que sucederá con certeza es que cada estado tendrá que tomar medidas para reducir la concentración de personas en los centros de votación, impulsar el voto postal anticipado u otro tipo de acciones acordes con la ley y las medidas sanitarias convenientes”.

Si a esto le sumamos los resultados de una reciente encuesta de Pew Research, donde se recoge que el 66% de los ciudadanos estadounidenses no se sentirían cómodos teniendo que ir a un centro de votación presencial durante la pandemia, quizá es momento de pensar que la única opción factible es el voto postal.

Voto por correo

Esta modalidad ya se lleva a cabo en estados como Washington, Oregon, Utah, Hawai y Colorado, que realizan sus propias elecciones casi totalmente por correo. También en California y Arizona, donde más de dos tercios de los votos ser realizaron por correo postal en los últimos comicios.

Sin embargo, en algunos estados esta modalidad no tiene muchos seguidores. La legislación en al menos diecisiete de ellos (especialmente en el sur y noreste del país) requiere que los votantes proporcionen una razón válida que justifique que no pueden votar en persona.

A este respecto, Gerardo Sánchez alerta del desafío legal que ello puede suponer ya que que “cada estado cuenta con leyes y realidades distintas lo que da lugar a que en algunos casos no exista esa posibilidad y en otros haya situaciones específicas como el voto desde el extranjero”. Además, añade, “hay dos desafíos más: uno de infraestructura que posibilite tener un equipo para implementar esa modalidad y otro de sensibilización y capacitación tanto para informar cómo funciona la nueva medida como para formar a los trabajadores en ella”.

Adaptación a las nuevas circunstancias

Ante la incertidumbre de la situación y teniendo en cuenta lo que se juega el país, Bob Bauer, Ben Ginsberg y Nathaniel Persily (miembros de la Comisión Presidencial de la Administración Electoral) ya han advertido de la necesidad de un acuerdo de los dos principales partidos apara apuntalar la administración electoral con medidas extraordinarias que garanticen un buen funcionamiento de las instituciones. “Las elecciones, la democracia estadounidense en sí misma, no debería estar entre las víctimas de esta pandemia”, señalaron a través de la página web de la Organización Profesional para Directores Electorales Estatales (NASED).

Persily va más allá y recuerda que el gobierno federal debe distribuir “al menos dos mil millones de dólares a los estados y localidades para que tengan los recursos necesarios para readaptar sus elecciones a las condiciones actuales de la pandemia. Es necesario que se usen esos fondos para que los votantes puedan votar por correo, que los lugares de votación sean seguros para votantes y trabajadores electorales si la pandemia continúa o reaparece en otoño”.

Pero si el acuerdo por el que abogan los expertos depende del presidente actual, la solución no va a ser fácil. El mismo Donald Trump se ha opuesto a la votación ampliada por correo, alegando que hay más posibilidades de que se cometa fraude. “Mucha gente engaña con ese tipo de votación”, dijo la semana pasada, a pesar de que el fraude electoral ese raro en Estados Unidos y la votación por correo, no es una excepción.

¿Cómo votar?

¿Qué modalidad de votación podrá afrontar entonces el país, en caso de llevarse esta a cabo? Pues podría darse el caso de que en unos estados las elecciones fueran por correo y en otros no. Según Bauer, Ginsberg y Persily, grandes sectores de la población están acostumbrados a votar en lugares físicos y no confiarán en el correo para depositar su voto. Así que aconsejan soluciones creativas que permitan diversos sistemas de votación: votar sin bajarse del coche, usar a miembros de la Guardia Nacional para ayudar como trabajadores electorales (algo que ya se hizo en Wisconsin) o extender el periodo de votación para que la gente pueda hacerlo a lo largo de más tiempo y evitar las aglomeraciones.

Sin olvidar la posibilidad de coger un número para no tener que esperar a ejercer el voto en una fila. Toda una gama de opciones que pueden hacer de estos comicios, en caso de llevarse a cabo, unas elecciones presidenciales nunca vistas.