Macron suspende la gran reforma eléctrica por Bruselas y por impopular

  • El presidente francés pretendía dividir EDF en trozos

EDF no se toca. Al menos no hasta después de las elecciones. Y después ya veremos. El presidente francés Emmanuel Macron decidió suspender sine die la prometida reforma del sistema eléctrico francés que debía provocar la reconversión de la eléctrica pública EDF.

Las dudas de la Comisión Europea y la oposición de los sindicatos franceses ante una reforma impopular hicieron que Macron ordenara a su Gobierno dejar por ahora la reforma en un cajón. Ahí se quedará al menos hasta el próximo quinquenato, hasta los franceses decidan a finales de abril si dan otros cinco años en el Elíseo a su joven presidente o si le enseñan la puerta de salida.

La agencia AFP contaba el jueves, de fuentes del Ejecutivo galo, que “ahora mismo las discusiones con Bruselas no dieron resultado” y que eso hace que “no sea posible tener un proyecto de ley preparado para enviar al Parlamento a corto plazo”.

Bruselas, explican fuentes comunitarias, tenía dudas sobre el plan de Macron. Y el presidente tenía dudas a su vez de poder contener a los sindicatos y a los franceses del desmantelamiento –y posible privatización, completa o parcial-, de trozos de una de las últimas joyas de la corona de las empresas públicas de la República.

Macron ordenó en 2018 a Electricité de France (EDF) que diseñara una profunda reconversión, casi una refundación de la empresa, que sería troceada. El objetivo era oficialmente ampliar la capacidad financiera de las empresas resultantes para que pudieran invertir más en dos sectores: renovables y nuclear. Francia no quiere perder la carrera de las renovables pero pretende también renovar su parque nuclear.

La renovación de las nucleares francesas, que deberá empezar a decidirse también después de las presidenciales, parece una quimera a la vista del coste económico que supondría y de que el reactor de última generación que se construye en Flamanville lleva años de retrasos y sobrecostes que multiplican ya por cuatro la inversión prevista. Finlandia, que construye otro basado en el mismo modelo francés, tiene los mismos problemas.

El director general de la empresa, Jean-Bernard Lévy, dijo el jueves que lamentaba “no poder concluir esta reforma, indispensable para EDF”. Los sindicatos aplaudieron porque llevaban al menos desde finales de 2018 denunciando que la pretensión del Gobierno era en realidad “desintegrar” la empresa. En la presentación de los resultados de EDF en el primer semestre, Lévy dijo: “El sujeto de fondo sigue vivo. Nuestra viabilidad a corto plazo está asegurada, nuestro medio y nuestro largo plazo no lo están si queremos jugar en primera división, que es lo mínimo que se espera de EDF”.

El Gobierno francés asegura en público que la reforma de EDF y con ella del sistema de generación eléctrico francés no se descarta definitivamente sino que se suspende de forma temporal. Parece ahora mismo una quimera. Los demás partidos no acompañan a Macron en la reforma y esta podría suponer un chute demoscópico para los dos más estatistas, la izquierda radical de Mélenchon y la ultraderecha de Le Pen.

Bruselas cierra además el paso. La Dirección General de Competencia, que mantiene contactos con el Gobierno francés desde hace meses, no ve con buenos ojos una reforma que podría permitir que siguiera una especie de semi-monopolio en la generación eléctrica en Francia. El dossier EDF está en Competencia, frenando y acelerando, desde que en 2011 la Comisión Europea abrió un procedimiento porque a la finalización de las concesiones públicas de varias hidroeléctricas estas no se abrieron a la competencia privada.

Macron ya tuvo que hacer correcciones y hasta cambios cosméticos para prometer que no se desintegraría la empresa. Hasta el punto de que el último informe de reforma elaborado en EDF se llama “Gran EDF”.

La idea, en la práctica, sería crear una matriz (EDF SA) totalmente pública de la que colgarían tres filiales.

-La primera (EDF Blue, totalmente pública) se quedaría con los 56 reactores nucleares (a renovar progresivamente según les fueran alcanzando su vida útil) y con las térmicas (que deben ir cerrándose para cumplir con el Acuerdo del Clima de París y con los acuerdos europeos). También tendría a su cargo la división de energía y los servicios centrales.

- Una segunda filial (EDF Azure, totalmente pública) se haría con las hidroeléctricas.

- La tercera (EDF Green, ésta sí abierta la participación privada) se encargaría de la actual Enedis (el equivalente francés a Red Eléctrica en España) y de las renovables (actual ENR). Al menos un 30% de su capital estaría en manos privadas.

EDF, creada en 1946 a partir de la concentración de cientos de pequeñas empresas públicas y privadas, tiene 42.000 millones de euros de deuda. Su desarrollo masivo de nucleares a partir de los años 70 hizo de la empresa una de las que más orgullo genera a los franceses y el símbolo de la independencia nuclear de la República francesa.

Su desmantelamiento supondría una apuesta política muy arriesgada. Macron, que en 2018 parecía dispuesto a meter mano donde varios presidentes franceses no se atrevieron, prefirió envainársela.

Los sindicatos aseguran que la idea de Macron es hacer que el Estado siga siendo responsable de la deuda y de las actividades más caras (como la nuclear y la innovación) mientras privatiza las más rentables (renovables y distribución).

Esta estructura hace además que Bruselas quiera tener garantías de que Francia no se dedicará a usar las ayudas públicas a la división nuclear para canalizar fondos públicos hacia las partes que deben estar sujetas a la competencia, como el desarrollo de las renovables. El Gobierno asegura que el peso de la nuclear y la deuda impiden a la empresa competir en condiciones con sus rivales europeos en renovables, entre los que nombra a Iberdrola.

El futuro de la empresa y de la reforma puede también condicionarse desde Bruselas porque la Comisión Europea debe decidir después del verano si acepta que se considere a la nuclear como “no dañina para el medio ambiente” y que así pueda ser financiada más fácilmente porque tendría acceso a los nuevos instrumentos de financiación verde. Alemania rechaza esos planes, porque considera que los residuos de las nucleares sí son dañinos para el medio ambiente. Francia sí querría que la nuclear recibiera trato de renovable.

La empresa lo hace todo, desde la gestión de nucleares, térmicas, renovables e hidroeléctricas hasta la distribución eléctrica en territorio francés pasando por la venta finalista al consumidor o mayorista a países vecinos.